lunes, 12 de septiembre de 2005

Poetas sin libros

Encontrar un solo lector en esta ciudad imposible es tarea ídem. Quizás sí podamos hallar a alguien desplegando la sábana del periódico en el bar “Gracias a Dios” o en la pulpería “Peor es nada” (nombres rigurosamente ciertos), repasando los últimos resultados de las ligas mayores de béisbol norteamericanas. Pero buscar a alguien con un libro entre las manos será un esfuerzo inútil: es entonces cuando añoro los lejanos trayectos en metro o bus compartidos cómplicemente con el viajero de enfrente, cada uno sumergido en su libro pero mirando satisfechos de reojo a nuestro espejo-lector.

Pero cuidado: qué injusto sería pensar que en este país la literatura es materia secundaria o despreciada. En Nicaragua, desde donde escribo, hay literatura hasta en la sopa de mondongo, desde la punta de la cruz caída de la antigua catedral hasta el interior de las alcantarillas siempre abiertas, esperando tragarse al incauto que circule sin mirar al suelo. Entiéndase: hay material literario abundante. Pero libros no hay: las mismas librerías son pocas y muy centradas en obras de ensayo locales o libros técnicos para los universitarios. Y las editoriales españolas, tan presentes en América del Sur o en México, sólo envían por aquí excedentes de autores casi todos latinos.

Y además de material literario también hay lo que por aquí se suele llamar el espíritu poético, aquello que impregna cada palabra, cada construcción oral de todo individuo que por aquí vive y piensa. Se dice que todo nicaragüense es poeta hasta que se demuestre lo contrario: yo todavía no he conseguido demostrarlo, y comienzo a pensar que es cierto. Aquí lo que se escribe y lo que se dice caminan parejos, así que ¿para qué las páginas, la tinta? El fluir del habla nicaragüense pertenece al género musical por excelencia, y cada uno lleva consigo su dosis de poesía. En España hemos avanzado por la autopista del mínimo esfuerzo, consiguiendo sintetizar al máximo nuestra comunicación oral: con la simple articulación de unos “bah”, “eh”, “ya” y “vale” nos entendemos. Por aquí todavía se recurre a la hipérbole, al retruécano y al arcaísmo, tanto da si estamos en un contexto formal o apurando medio trago de ron. Y qué decir del vocabulario: oír a un nicaragüense puede llegar a ser, para los adalides del “ya” y el “vale” como escuchar otra lengua o una sinfonía. Este listado es un buen ejemplo:

“Por los caminos que van cayendo en la obscurana vienen entrando las mulas arreadas desde las veras por los conciertos soñolientos, cargadas de zurrones de cuero crudo con miel de palo, alforjas con quesos ahumados, trenzas de quesillos envueltos en hojas de chagüite; carretas y yeguas, costales de sal, dulce de panela, aceite de coyol, manteca de cusuco, moños de hierba, jícaras labradas, pollos amarrados de dos en dos, las jaulas de los gallos, las flores de verano, azahares para el agua de azahar y los cocimientos, hojas de eucalipto para los baños de enfermo (...) flores de madroño, carao y fístola, hojasén y purga del fraile, hule y raicilla, cosa de horno, panecillos de cacao, reseda e ipecacuana, guarapo y maíz tierno, candelas de sebo y plátanos verdes, los caminos del mar y de Mateare, de las salinas y el Sauce, Telica y la Paz Centro, Nagarote y Larreynaga”.

¿Quién escribió esto a finales de los años 60, con el mismo léxico que se usa en los mercados en el 2005? Mañana lo cuento.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, soy Justo Serna.

Jaime, Jacobo, Jacques, Yago o
Jack Deza, me gusta tu blog, que he descubierto recientemente, y estoy en proceso de lectura. Mientras tanto, te mando este obsequio de nuestro común Javier Marías:

http://justoserna.bitacoras.com/archivos/2005/09/13/la_lenta_desaparicion_de_javier_marias

Anónimo dijo...

Jacobo, qué bien que nos compartas por fin un poco de Nicaragua, qué gusto. Y qué riqueza de vocabulario que nos compartes, por favor. De alguna manera ese hablar tan adornado también me trae sabores de mi México. De algunos rincones de mi México que también en otros, como mencionas, los códigos restringidos también aumentan con el día a día, las modas, las influencias de programas de televisión o lo que se preste.
Me has recordado también un comentario de Javier Marías, quien en alguno de sus artículos mencionaba su asombro al ver en la televisión una entrevista a unos campesinos en algún país latinoamericano. Su asombro por la propiedad con la que se expresaban, la claridad de sus palabras y la complejidad de la estructura empleada.

Esperaremos a que nos cuentes el orígen de esas palabras. Mientras tanto, un saludo hasta el otro lado del mundo. El mío.

Portnoy dijo...

Si no recuerdo mal, Marías se asombraba de la riqueza lingüística de un superviviente del huracán Mitch... lo cierto es que compartí ese asombro: Sobre los restos de lo que había sido un pueblo, aquel hombre con su dicción y su riqueza verbal, aleccionaba (y avergonzaba) a todos los hispanohablantes.
En fin...
Un saludo

JacoboDeza dijo...

Justo, a este paso vas a convertirme en lector obligado de tu blog. Voy a leer atentamente tu nota sobre Marías y ya te comentaré alguna cosa: intento que no me pase por alto nada referido a él ni a Bolaño.

Loriana, Portnoy: ciertamente la fuerza de la televisión es aterradora. Aquí no hay chabola sin ella: la miran con la batería de un coche, aunque la imagen sea borrosa y la voz salga quebrada. Tampoco hay casa que no la tenga encendida a toda hora, aunque lleguen invitados. Y la generación más joven sí que está tomando las modas efímeras como estándares de vida, con lo cual temo que se vaya perdiendo parte de esa riqueza. Me encanta el progreso y todo lo que conlleva, pero odio las estéticas uniformes, que nos igualan estúpidamente y que nos obligarán a hablar con un mismo registro porque, parece, eso mejorará la comunicación entre todos. ¡Falacias! Qué delicia no entender perfectamente a alguien, y cavilar sobre lo que dice, y cómo lo dice, y por qué lo dice así... y darse cuenta de lo mal que se expresa uno mismo tantas veces...

Saludos y gracias por vuestro tiempo

Anónimo dijo...

y quien no haría poesía... ante semejante belleza!! Nicaragua...