Pocas obras maestras se prestan tan fácilmente al tópico y al lugar común como Lolita. Incluso los que no han leído Lolita -la inmensa mayoría- son capaces de hablar de la novela como si la conocieran a fondo y pudieran emitir juicios categóricos. Pero no juicios literarios, claro: más bien prejuicios sobre el tema y el trasfondo que envuelve la obra, que ya es un mito indiscutible del siglo pasado.
Este es el terrible lastre que debe soportar Lolita a 50 años vista, el de ser calificada no sólo como una obra de arte que pervive y que nos sobrevivirá, sino como una historia con temas y personajes que pueden ser destripados por cualquiera que pasaba por allí: ¿Quién no sabe quién es Lolita? ¿Quién no conoce a Humbert, aunque no recuerde ni su nombre? ¿Quién no es capaz de agarrar el bisturí y ¡zas!, sajar sin contemplaciones todo aquello que hemos visto en el cine o nos ha llegado de oídas pensando que eso, exactamente, es lo que debe estar escrito, palabra por palabra, en las páginas del libro?
Déjenme adornarles con este fragmento de un despacho de la agencia Efe, que después he visto en internet firmado también por la agencia AP, publicado tal cual en varios medios latinoamericanos (las cursivas son mías):
“Después de tres generaciones, los lectores siguen atraídos por los pasajes iniciales de la obra de Nabokov, más poesía que prosa. Por el contrario, con igual fuerza les repele Humbert, un abusador de menores que prácticamente mantuvo cautiva a su hijastra; resulta tan despreciable hoy como en 1955”.
Ese es el meollo del asunto. Siempre arranca el periodista de turno con el masaje circunstancial a la obra, para que parezca que está escribiendo el artículo con el volumen en una mano y tecleando en el ordenador con la otra; pero no tarda demasiado en sacar su lado más apegado a la realidad (ahí ya suelta el libro, le incomoda tanta ficción) y con las dos manos aporrea el teclado: Humbert es un personaje repelente, diría el buen ciudadano, más que inadmisible. Imagínense, un abusador de menores, ¡un pederasta, un pedófilo!, cómo es posible que exista todavía hoy esta prosa (miento: poesía, según el masaje previo), protagonizada por un ser despreciable y al que entre todos debemos, como mínimo, ir a arrestar de inmediato. Sólo le falta añadir: ¡A la cárcel con él!.
Supongo que el fracaso tremendo que de ahí se deriva debe surgir de la educación literaria que hemos recibido todos. En primer lugar, pocas veces se ha enseñado a leer para buscar las fuentes del placer estético, sino por una simple obligación que en tantos casos origina aburrimiento y tedio definitivos. Y en segundo lugar, el puritanismo católico en que tantos se criaron les obligó a insertar la moral no sólo en las fronteras de su vida cotidiana sino también en todo lo que estaba a su alcance. A la literatura también le tocó su turno y, aunque sea de manera más o menos inconsciente, se le aplicó el mismo valor y el mismo criterio que se aplica para nuestras realidades inmediatas. Entonces, ¿qué diferencia hay entre Humbert Humbert y Michael Jackson? Ninguna, porque los policías de la moral no sólo apuntan contra un cantante engreído (y ni falta hace decir que ahí apuntan bien) sino que también lo hacen contra el personaje de Nabokov, sin darse cuenta o sin querer entender que a lo que realmente apuntan es a las páginas de una novela.
Hay un artículo excelente de Vargas Llosa en el cual, aprovechando que las cosas son como son y se juzga como se juzga, alienta a la creación de páginas con materiales horrendos, provocativos, inmorales y execrables. ¡Qué mejor que la literatura para sublimar los fantasmas interiores! ¡Qué mejor que un loco pueda proyectar sus deseos más abyectos en un libro y verlos satisfechos ahí! Otro gallo nos cantaría: pero como en todas partes se lee por obligación y con parámetros de moral obtusa, se siguen cometiendo las mismas tropelías en las calles y en las plazas de los pueblos. Total, parece que no son más graves que las que acontecen en un libro escrito hace 50 años.
Se pregunta más abajo el periodista: “¿Por qué un protagonista pedófilo sigue atrayendo al público?”. Me debería preguntar yo: ¿por qué la gente sigue insistiendo en comprar cada día la prensa con la cantidad de guerras que los corresponsales nos narran sin respiro? Pues precisamente porque no sólo el tema es el baremo único en toda clasificación. Si no, acabaríamos comprando un libro por el simple hecho de que narra la historia de un hombre que va a caballo por las tierras de La Mancha (nunca me compraría yo un libro así), y despreciaríamos lo que desprecian los que celebran aniversarios: la magia, la palabra, el sentimiento, la estética, la profundidad, la forma. O sea, todo aquello que también es literatura.
'Zona de confort' en la Biblioteca de Sollo
Hace 1 día
17 comentarios:
Además ¿Dónde dice eso Nabokov de Humbert? No creo que el autor haya creado un ser así de repugnante (por mucho que pueda no ser más que una sublimación de fantasmas interiores, como dices). Creo que lo mejor de sus criaturas es que se las puede comprender y ahí está el genio, en hacer póximo y hasta comprensible algo que, fuera de las páginas de un libro, nos es muy ajeno. Yo siempre he sentido a Lolita mucho menos compleja, mucho menos real y quizás eso haga también más próximo a Humbert.
Ese "crítico" me parece que sólo ha leído la solapa del libro. ¿Qué diría de Raskolnikov? No es bueno leer esas cosas, suben la adrenalina mala. De todos modos, míralo por el lado bueno: tras cincuenta años, Humbert es tan real que un paleto lo juzga como a Jackson :-)
Jacobo, Nabokov tampoco era muy amigo de HH, al contrario, no le gustaba nada..., prueba de que este personaje, ya desde el principio, desde su mismo autor, no tenía buena "prensa", jeje... Pero tienes mucha razón, la mayoría de la gente no sabe leer y viene deformada por las lecturas obligatorias del colegio. Nabokov, además, al contrario que Dostoievski, es un grandísimo estilista (el ruso escribe mal pero mal), y la prosa-poesía de "Lolita" es única. Es la mejor novela del siglo XX, para mí.
Coincidimos, Anacrusa. Pero parece que los que se acercan hoy a Lolita, y algunos ni eso (éstos sólo escriben despachos de agencias) viven atados al tópico y son incapaces de saltar por encima de él. Si se dice que Humbert es un repugnante abusador de menores es porque debe estar escrito en el libro, y ya lo leen sabiendo que allí lo van a encontrar: y buscan y buscan, y todo serán datos que confirmarán su sospecha. Aunque Nabokov vaya por otro lado: no dejarán que la realidad les arruine una bonita y perversa fantasía.
Raskolnikov es un sádico asesino de viejas, no lo dudes; como salido de la negra España del franquismo: igualito, igualito...
Lukas, la prosa de Nabokov roza lo sublime: lástima que yo no sea capaz de leerlo enterito en inglés. Otro día hablamos de las traducciones, porque creo que la primera de Anagrama (la que tengo yo en casa) es bastante pésima.
Yo creo que cuando un autor consigue que un personaje trascienda lo literario para convertirse practicamente en una persona real, ha alcanzado la maestría literaria.
Nabokov la alcanzó, Dostoievski la alcanzó...
Dejad que juzguen a Humbert... en La Mancha los pueblos están enfrentados queriendo ser el "lugar del que no quiero acordarme"
Verdaderamente Humbert rompió las barreras de la ficción y se alojó en la realidad.
Un saludo
Por un lado, estoy de acuerdo en que los personajes de una novela (al menos de cierto tipo de narrativa mayoritaria) deben acercarse lo más posible a la realidad, ser espejos de nuestras aspiraciones y miedos, de nuestras obsesiones y ansias. Esto confluye en la identificación con ellos y en la maestría del autor para introducirnos en un mundo imaginario pero muy verdadero para el lector. La clave está en la buena utilización de los conceptos “verdad” y “real”: la realidad no está en las novelas, y el realismo era precisamente un movimiento que se aproximaba lo máximo posible a aquélla sin alcanzarla jamás: la realidad consiste en dejar el libro sobre la mesa y mirar alrededor. Lo que la novela debe hacer, para alcanzar la maestría, es convertirse en verdad ella misma, que nos la creamos como mundo ficticio que es, y a su vez que siempre parta de conceptos identificables para el lector (aunque sea una novela fantástica: siempre hay colores y formas y lugares y una temporalidad que reconocemos).
Lo que me parece rocambolesco es poner al mismo nivel la realidad como tal y la verdad que emana de una narración. Pretender igualar estos conceptos ocasiona opiniones más bien ridículas: yo puedo entronizar a Lolita y Humbert como arquetipos, pero no al precio de esperar encontrármelos en el bus. Sólo existe un Humbert en el mundo, y encima no es en éste, sino en el de la literatura. Si no se entendiera esto nunca podríamos hacer una buena crítica literaria, porque caeríamos en la comparación perpetua entre la página y la calle. Otra cosa es que en la charla cotidiana discutamos sobre si yo soy más quijotesco que tú: pero los que discuten sobre esto, benditos ellos, no escriben para una agencia de información. Y a los que sí escriben ahí y en tantos otros sitios hay que pedirles un poco de sensatez y formación.
Un tema interesante éste, Portnoy, gracias por tus aportes.
En qué altura te ubicás para decir:
"pero como en todas partes se lee por obligación y con parámetros de moral obtusa" ?
Esto me daría a entender, que sos la excepción que justifica la regla. Que la tuya es la moral adecuada.
Criterio peligroso, porque mirarse dueño de la verdad ha llenado este mundo de dictadores.
De los personajes literarios pueden hacerse múltiples análisis.
El estrictamente literario, o por ejemplo, aplicarles la teoría psicoanalítica a su estructura psicológica o discurso.
Desconozco a que crítica te referirás, que por cierto las hay muy malas.
Pero generalizar a semejante extremo...
Se leerá menos, pero con recorrer una biblioteca pública, nos enteramos si todos leemos por obligación.
A vos te parece que en este mundo, alguien podría sentenciar( de verdad) a Humbert?
Y, por cierto, el hablar, comentar y juzgar de y a personajes de ficción como si fueran reales y fueran nuestros vecinos, no es sólo cosa de ignorantes y de corresponsales de EFE. Freud casi sólo usó a personajes de ficción para ejempificar sus teorías y derles nombres y apellidos. Humbert (y lolita) le habrían venido de perilla: El complejo de Humbert (que seguro que procedía de una infancia desdichada con madre castradora); el síndrome de Lolita (un padre impotente o una hermanita muerta, también llamada lolita)...
Ya, ya se. Es algo un poco tonto que se me ha ocurrido. Lo grave no es hacer real a Humbert, es la manera simplista de juzgarlo, como si fuera independiente de lo que, a través de él quiere contar su autor.
Umma 1: Yo estoy en el grupo de gente (porque soy gente, siempre me incluyo en ella) que comenzó a leer por obligación y estaba inmerso en un mundo católico que me provocaba y aún me provoca náuseas. Gracias a la moral que de ahí se derivaba, un niño o adolescente debía mantenerse alejado de malas influencias; o sea, de Lolitas, Humberts y tanto mal como hay en el mundo. O sea, que de excepción nada de nada: soy un número más, y encima con blog: el descrédito total.
¿Dueño de la verdad? Sí, de la mía. Por fortuna, hay otros 6.000 millones de verdades a mi alrededor, todas diferentes: que cada cual defienda la suya.
Anacrusa, también es cierto ese punto de vista: se juzga a cada quien por lo más vistoso, lo más chillón, si es posible por lo más provocativo o extravagante. La anécdota pasa a ser categoría, y Humbert es un abusador. Con eso les basta: el adjetivo borra automáticamente cualquier análisis más serio, y los calificadores regresan a su casa satisfechos, con el dedo acusador todavía en el aire.
En mi anterior blog, Blog de Magda, hablamos muchas veces de Lolita, en este también ya lo hice/mos al inicio, y hace unos días puse solamente una nota, y siempre hay comentarios fascinantes sobre ella, creo que siempre será así ¿verdad?
Esta portada me encanta, la tengo puesta, la tenía, mejor dicho. Por cierto, a ver si tienes un tiempito y te asomas a mi blog para que veas como quedó el botoncito que hice para tu blog ;)
Saludos y un abrazo.
Magda, siempre tengo un tiempito para tu blog, aunque bastante menos para dejar comentarios y por eso parece que mi tránsito sea fugaz. Pero leí lo que escribiste ahora y antes sobre Lolita: en efecto, jamás una obra maestra como esa agota las aportaciones y las discusiones y los debates. Siempre volveremos a Nabokov porque nos encanta, y no se escribe una novela así todos los días.
Estoy anonadado por los botones de tu blog, sin palabras. ¡Menudo trabajo!
Si, Jacobo, ha sido un trabajal de meses, los empecé hace tiempo porque no soy muy diestra, pero ya están. Unos 10 ya son los botones de los blogs, los que tenían hechos los mismos blogueros, pero los demás sí, los hice y lo que más me gustó fue buscar las imágenes de arte para hacerlos, esto me encantó.
Saludos, Jacobo, y que bueno que te gustó.
Hola.
Veo a mi niño leyendo sus historietas, sus libros y me doy cuenta - con una de esas raras dichas- que la lectura le lleva a entrar a otro mundo que tiene del nuestro, naturalmente, mas es autónomo y es que en cada libro hay un mundo, claves, personajes que unos más que otros, no olvidaremos.
'Lolita' queda en la memoria afectiva con sus imágenes de nebulosa, su púber
con sus signo propio y Humbert, que sea lo que le haya inspirado a su autor, está vivo y alberga en sí un amor incomprendido.
Salutes Jacobo.
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En mi opinion es una novela bastante buena. Nadie le quita a HHtoda la culpa que merece. Solo queria decir estoY segura que Lo existio, y lo que es peor, yo soy una persona asi. Y mi unica peticion y recomendacion es que cuiden lo que mas puedan a sus niñas. A mi me dicen Lolita de cariño en mi casa, pero no por que sepan que es cierto. Y tengo que soportarlo con una sonrisa diaria ...
Estimada Lo, usted sí que acaba de derrumbar todas mis teorías sobre realidad y ficción: Lolita comentando un texto sobre Lolita.
Un saludo.
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