jueves, 7 de octubre de 2010

El Nobel eterno



El eterno candidato ya es el Nobel eterno. Adiós a los chistes: el Nobel ya no es el premio que cualquier escritor puede ganar mientras no se apellide Vargas Llosa. Hoy me desperté en un hotel de montaña, al estilo casa hacienda. Lo primero, como casi cada día, fue leer El País en internet a sabiendas de que el titular del día (de esa hora de la mañana) iba a ser el Nobel de literatura. Yo, como todos, ya casi había perdido la esperanza de esta concesión, así que la noticia casi me sobresaltó. No pude pensar en otra cosa a lo largo del día.

Vargas Llosa representa el perfil casi perfecto de un Nobel, por mucho que él ya haya dicho que es un escritor conflictivo. Para mí representa al autor total: dedicado en exclusiva y con pasión a la escritura y a la lectura, autor prolífico que combina géneros (novela y ensayo, pero también con cruces hacia el periodismo), comprometido con valores sociales y morales de gran calado, con lectores en medio mundo y una perpetua pose de intelectual à la page.

Esta frase, dicha hoy al vuelo en su primera conferencia de prensa, lo resume todo: “El goce que produce la buena literatura es incomparable”. Ahí está resumido el porqué de la alegría que a muchos nos embarga: la literatura es la vida, y es lo que puede dar sentido a la vida misma. Quien no entienda eso no sabrá jamás cuál es la experiencia de placer que puede superar incluso al mismísimo orgasmo. Lea y enmárquelo, por favor:

La literatura es mi manera de vivir, como decía Flaubert. No tendré otra, con sus sumas y sus restas, esa es la felicidad de mi vida. La literatura me ha dado lo mejor que tengo; los amigos, las experiencias. La entraña de mi vocación no es otra que la literatura, y de ella sale todo lo que soy y todo lo que tengo. Es lo mejor que me ha pasado

Vargas Llosa también tiene a sus enemigos inquebrantables, por supuesto. Lo entiendo: no es un outsider, no hace experimentos vacuos, es abierto y tolerante, vive bien y con acomodo, vende muchos libros. Todos los defectos que amotinan a los desolados escritores solitarios. Y además es un liberal que da fulgor al adjetivo, y créanme que sé de qué hablo: vivo en un país rodeado de liberales carcamales, a cuál más beato y pringoso. Y que no leen a Vargas Llosa, por supuesto.

Hace varios años que no he leído otra novela suya, aunque las últimas están en los estantes de mi casa. Pero si lo pienso bien, probablemente es uno de los autores de quien he leído y poseo más obras. Hoy dormiré feliz, porque cuando el lector se siente partícipe del premio constata que no todo está perdido en este mundo. Ni la literatura.