domingo, 23 de noviembre de 2008

Días de veneno

Ya sabrán perdonarme los improbables seguidores de este blog, pero estos eventos temporales superan mi capacidad de improvisación. Quiero decir estas luchas callejeras que he vivido de cerca últimamente, y mi silencio posterior. ¡Quién va a concentrarse en la lectura ante el estruendo de las balas! Han sido días de mucha bilis y mucho veneno, acumulados quizás desde hace varios años, porque de otra manera es imposible entender el nivel de animadversión vivido aquí. Entre esto, y un viaje al interior del país que debo iniciar mañana, este blogger se sume en un estado de catarsis temporal. Eso sí: el próximo fin de semana me refugio en la selva y me llevo en la maleta un Sebald para sumergirme en otras historias más lejanas.

Vendrán días mejores, no lo dudo.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Resaca postelectoral

Actualización fotográfica (18/11/08): así están las calles, sin ficción y con mucho ruido.


No están las cosas aquí para ficciones: la sombra de un fraude electoral de enormes dimensiones planea sobre el país. Sumergido en la vorágine de sus efectos (labores obligan) me alejo momentáneamente del blog. Por si a alguien le gustan las matemáticas, las supuestas pruebas del delito están aquí. También para eso sirve internet.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Nancites 15

1. Flecos del Herralde: Iván Thays, desde su moleskine literario, carga las escopetas contra sus detractores y dice que el premio "significa una simpática patadita en el culo a todos los anónimos que desde hace años sentenciaron mi muerte literaria y que me han calificado en blogs-basura de cuarentón fracasado." Es uno de los efectos más visibles de la proliferación de bloggers dedicados a la crítica. Antes, sólo los suplementos de prensa incluían breves recensiones de libros, pero ahora te pueden llegar los tiros desde cualquier página gratuita. No debe ser sencillo prescindir de esos comentarios, fácilmente localizables desde Google y basados más en tirrias personales que en verdaderos argumentos críticos. Ya no son los especialistas en literatura los que se atreven a despotricar o a elogiar un texto: cualquier anónimo ya puede pasar por experto en un tema y dejar constancia por escrito de sus fobias más íntimas. Thays, en sus primeras palabras después del premio, no elude hablar de ellos: ya forman parte del paisaje cotidiano, como las moscas y las hojas secas.


2. Esta pequeña obra de arte que edita Atalanta: Tres novelas en imágenes, de Max Ernst. Un experimento fascinante a partir de grabados y dibujos del autor, fieramente anclados en el surrealismo. Un lenguaje innovador y quizás irrepetible, como corresponde a las ideas grandes y únicas. También en Atalanta, por cierto, han aparecido dos breves joyas raras de Alejo Carpentier como un postre exquisito para este otoño.

3. Hubo una crítica reciente en Babelia a la nóvela póstuma de Guillermo Cabrera Infante, La ninfa inconstante (perdonen la horrible rima.) El título ya era una sorpresiva exageración, merecedora de figurar en una contraportada o una faja de Anagrama: "Una novela genial". Casi nada. Esto aparecía, además, en las dos primeras líneas: "A los suplementos literarios, y no sólo a los españoles, se les critica que "encuentran" una novela genial todas las semanas. Bueno, esta semana es verdad. La ninfa inconstante, de Guillermo Cabrera Infante, es una novela sencillamente genial." La autora de tanta untura era Rosa Pereda. Ahora navego hasta Letras Libres para descubrir la otra cara del asunto: Antonio José Ponte declara sutilmente que, más que una obra póstuma, ésta es una novela prematura. Y pone de relieve lo que a mí siempre me ha hecho recelar de Cabrera Infante, esa pose de stand-up comedian (la expresión también es de Ponte) que se esparce por todas sus páginas, cansinamente. Esta cita del libro como perfecta imagen del comediante: "De todas las comidas del día el desayuno es mi favorita. Favorito que es masculino. Los masculinos son los menos culinos. Culinario." Me siento incapaz de seguir este juego literario. Y también de atisbar el precipicio que hay entre la genialidad y la premura.

4.

La foto de Pablo Hojas a tres autores gruesos. ¡Qué digo autores! Tres personajes puros: Alatriste con su barba recortada, Pantaleón en su madurez infinita, y Deza con la mirada que ya intuye lo que vendrá. Una foto intimidante en su rotunda ficcionalidad. Pero ah, la realidad: basta con que abramos un poco el lente y observemos la segunda foto, con la pareja de ancianos que suben por detrás, indiferentes al trío y ajenos a su empedrado caminar, y el coche de una empresa de mecánica aparcado a la izquierda, que refleja con extraordinaria precisión la raya humilde entre ficción y verdad. Por muy reales que sean los rostros, no hay como un paseo de mañana en Santillana del Mar para reconocer, ahora sí, a Arturo, Mario y Javier.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Promesas rotas


Día histórico: estoy a punto de romper dos de mis viejas promesas. Al hilo de lo que voy viendo en estricto directo por CNN, Barack Obama será el nuevo presidente de los Estados Unidos. Jamás he pisado ese país porque no concibo compartir mi vida con imperios, hamburguesas, Pepsi Diet, fundamentalistas cristianos y analfabetos geográficos. Torpe de mí, ya hace muchos meses (una eternidad) que prometí viajar allí si ganaba el señor Obama. Hice la promesa, claro, cuando el señor Obama no tenía la más mínima posibilidad de ganar unas elecciones presidenciales (sólo yo y Vargas Llosa creíamos en esa fantasía). Hoy es 4 de noviembre y ya no hay vuelta atrás.

La segunda promesa es la de no leer jamás a finalistas de premios literarios. En eso soy muy atlético: al segundo, ni agua, como en las carreras de 1.500 metros. Ya es un esfuerzo leer, tal y como están los premios, a un ganador: imagínense hacerlo con un perdedor. Pero el Premio Herralde me ha dado una gratísima sorpresa por la parte baja del podio: Iván Thays ha sido agraciado con el segundo lugar y eso me sabe a triunfo absoluto, y les cuento el porqué.

Iván Thays es el autor de un blog absolutamente imprescindible y que no hay día que no lea: Moleskine literario. Con actualizaciones constantes, el blog es una recopilación de noticias, rumores, hallazgos y apuntes sobre el mundo de los libros: escritores y editores pasean sin cesar por esa bitácora, con la cual me entero de todo lo que acaece en las páginas y fuera de ellas. La selección que hace Iván entre los suplementos literarios, las notas de prensa y los foros y salones de literatura es de lo más adictivo: no hay post prescindible, cualquier dato es relevante para todo loco letrado, y es una de mis principales fuentes de información.

Pero nunca se conforma con una traslación exacta de la noticia, o de un párrafo sustancial: Iván opina, y aunque sea con una sola frase hábilmente escondida, siempre hay motivo para la sonrisa y para el contrapunto sagaz. No es un blog al uso: entradas breves, yendo al grano, y donde los comentarios son lo menos importante. De hecho, la misma rapidez con que se actualiza la página entierra velozmente cualquier asomo de debate. A mí me importa lo que diga Iván y, sobre todo, su selección noticiosa. Así estoy al día, y me ahorro muchas horas de navegación.

Haber sido finalista (¿es aceptable la expresión haber ganado el premio finalista, o algo similar?) me facilita esta labor de alabanza hacia su trabajo en internet. También me ha ayudado a conocer a otros autores, peruanos y no. Y sin duda compraré Un lugar llamado Oreja de Perro, en cuanto llegue a un aeropuerto español en diciembre y aunque le duela mucho a Daniel Sada. Mi alegría puede relacionarse con un cierto coleguismo: ni conozco al autor ni su obra, pero lo que me interesa es que el Herralde ya comienza a recaer en bloggers, y eso es un síntoma de algo.

Incluso puedo llegar a perdonarle el hecho de considerar el Premio Herralde como "el más prestigioso del idioma", en un arrebato de justificada exaltación. E incluso puedo llegar a perdonarlo por considerar tan bueno a un autor como Alonso Cueto. Pero lo que no le perdonaré es haber conseguido ser mucho más segundón que yo: eso no, nunca y jamás.

domingo, 2 de noviembre de 2008

La arquitectura como excusa

Hay dos maneras, al menos, de enfocar un ensayo: como una tesis sobre un tema específico, elaborando un extenso texto trufado de notas y citas académicas, o como un compendio de ideas, chispazos y provocaciones en forma de breves capítulos, y generalmente presentados como una suma de artículos ligeramente conectados entre sí. Digo esto porque el segundo enfoque siempre me ha parecido la solución fácil para no afrontar un asunto en profundidad: muchos autores se han limitado a recopilar textos ya aparecidos en otros formatos, y a darles un título oportuno. En la ensayística abunda ese espécimen. También es cierto que ese tipo de obra acostumbra a ser muchísimo más digerible que la primera, al menos para colecciones no especializadas, y muchos editores suelen pedirla a sus autores fetiche, como complemento entre novela y novela y para apaciguar la espera.

En la medida de lo posible huyo de esos volúmenes misceláneos, que no llegan a ninguna parte y de los cuales no me queda más que un mohín forzado, a veces incluso una media sonrisa como mucho. Hasta ahora había localizado tres excepciones, tres autores que frecuentan el "ensayo fragmentado" (no hay término exacto para ello, pues "recopilación de artículos" no deja de ser una descripción del contenido pero jamás un género). Enumero:

1. Umberto Eco: aparte de sus novelas y de algún tratado de semiología, es de los autores cuyos ensayos son una excelente muestra de la capacidad por meter asuntos enjundiosos en pocas páginas. Combina ironía, profundidad y brevedad, como hacen siempre las personas inteligentes.

2. Rafael Sánchez Ferlosio: un rara avis que abandonó la ficción para meterse en reflexiones luminosas. Le pierde quizás su erudición y su autodidactismo, creyendo que todos somos igualmente eruditos y autodidactas, pero sin dimitir de su pose de enfant terrible. Tengo God & Gun como una de las compras seguras para mi próximo viaje transatlántico.

3. Quim Monzó: aunque llevo unos años sin seguir sus reflexiones sobre la cotidianidad, pone de manifiesto nuestras más terribles contradicciones y nuestra capacidad inquebrantable de hacer el bobo continuamente. Una cura infalible para la vanidad.

Ahora ya puedo sumar un cuarto autor a esta tríada, porque me acaba de proporcionar instantes de gran felicidad lectora: Oscar Tusquets Blanca. Como ya dije recientemente, he devorado Todo es comparable, que encontré por azar en una librería de San José de Costa Rica. Un pequeño festín de sentido común y sabiduría.

Hay que matizar ante todo que Tusquets es arquitecto, y ese es el trasfondo permanente del libro: una reflexión sobre todo lo que rodea el mundo de la arquitectura y por extensión del arte en general. Pero la grandeza de esta obra, y de estos autores que he reseñado hasta aquí, es que no hace falta asumir de entrada ninguno de los conocimientos que ellos dan por entendidos. Es más: a uno le puede importar un carajo todo aquello que pueda tener relación con puentes, caminos y catedrales neogóticas, y verse atrapado por la brillantez de los planteamientos del autor. Porque, ¿no es acaso sugerente conocer una teoría nueva sobre la causa de la inclinación del pavimento de un templo griego? ¿O recibir una lista bastante amplia de pequeños museos que normalmente pasan desapercibidos en grandes ciudades? ¿O incidir en el debate sobre el valor de un original en arte, o lanzar un réquiem por las cada vez más denostadas escaleras?

Oscar Tusquets tiene la gracia de los buenos contadores de historias: plantea una idea, la desarrolla con fluidez y obliga a repensar lo que mayoritariamente dábamos por bueno. También, como en los mejores poemas, no se sale igual de sus textos de como se ha entrado: aunque no estemos de acuerdo con su tesis, el debate está servido. Y es un excelente propagador de la belleza, que siempre es el mejor camino para apasionarnos por algo: el libro está plagado de fotografías para ilustrar cada ejemplo, y entre imagen e idea avanzamos con verdadero placer por sus páginas.

La vocación de Todo es comprable queda reflejada en el prólogo: el único hilo conductor es "relacionar cosas que no vienen a cuento", ya que "todo parece indicar que el misterioso mecanismo de creación que se aplica tanto a la ciencia como al arte nace de relacionar dos fenómenos aparentemente inconexos; y cuanto más inconexos aparecen, más imaginación hace falta para descubrir una afinidad oculta, y más original resulta la creación." Entre la originalidad y la imaginación, precisamente, hallamos esta muestra de genio, que invita a seguir la estela de este arquitecto provocador.

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Una entrevista emocionante. 88 años. Y esta frase de Delibes: El escritor ha muerto antes que el hombre. Uno de los grandes, y muy vivo.