1. Lo que contó John Irving en su reciente visita a Barcelona tiene, sin lugar a dudas, mucho interés, y lo reseñan bien en Bluelephant's ballad. Cada escritor tiene sus manías y sus estrategias a la hora de afrontar una nueva novela, y éstas pueden ser tan contradictorias como escritores y novelas haya:
"Primero trabajo por algún tiempo en la frase de cierre, dijo, luego empiezo a acomodar palabras sobre ella y a los pocos meses tengo un bosquejo de un capítulo de cierre. Una vez ahí, cuando sé cuál será la conclusión, cuando conozco qué personajes importarán y cuales tomarán parte en la construcción de ese último texto, empiezo a escribir intentos de primeros y segundos capítulos, siempre recordando esa última frase, siempre viéndola al fondo. Yo sé que me va a tomar tiempo, seis, siete años, pero también sé mi frase de cierre, sé que el armatoste ya está dispuesto y que yo estoy sólo rellenando. Para terminar me basta poner una frase tras otra hasta alcanzar esa primera que decidí. Yo no sé volar a ciegas. No me imagino cómo hacen los novelistas que no saben qué va a ocurrir. No los entiendo."
Vale la pena contrastar estas declaraciones con las que hizo Javier Marías en la presentación de Tu rostro mañana 1, en Barcelona, junto a Juan Villoro en 2002:
"A veces he recordado esa imagen de los escritores que trabajan con mapa; es decir, que saben de antemano cuántos capítulos va a haber, cuántos personajes, qué le pasa a cada uno de ellos, cuándo y quién va a morir, quién no. Saben el camino que tienen que recorrer y en el mapa encontrarán dónde están los ríos, los desiertos, etcétera. Ése no es mi caso, me aburriría mucho si así fuera. Tendría la sensación de que redactaba solamente y el proceso de averiguación, entendido como el proceso de la historia, carecería de interés: si conozco la historia desde el principio, ¿para qué voy a escribirla? Yo trabajo más bien con brújula. Eso no quiere decir que uno no sepa a dónde va, porque la brújula justamente nos lo indica, pero lo que no se sabe es cuándo se va a encontrar uno con los ríos, con los desfiladeros, o si no va a haber siquiera ríos, desfiladeros, etcétera. Todavía me sorprenden mucho —en parte los envidio y en parte los compadezco— los colegas que dicen que los personajes se les rebelan, que cobran vida propia. Yo digo: "¡Esto no puede ser, son entes de ficción!" No me puedo imaginar un personaje que haya inventado diciendo: "Pues me quedo unas páginas más y te jodes, Marías". Esto a mí no me pasa."
Entre la creación de un final anticipado de Irving y la brújula sin mapa de Marías hay otras sendas infinitas para la creación, y noto que cada vez me interesa más conocerlas: deben ser cosas de la edad. Pero, ¿cualquier argumento o trama es encajable en toda opción? Estoy seguro de que no: la idea de que el fondo crea la forma es tan atractiva como el hecho de pensar que un escritor que aplica un método no puede narrar sobre cualquier asunto, sino que está supeditado a un cierto tipo de historias. No exagero: escribir una novela negra de género sin conocer el final, a lo Irving, sería muy difícil. ¿Qué narrador podría dirigir a sus detectives y asesinos hacia un desenlace que se le va descubriendo a cada página, sin saber quién es quién hasta poco antes de escribir la palabra fin? El juego permite múltiples variantes, y diversión asegurada: ¿qué escritores entre nuestros favoritos usan uno u otro método, o cualquier nueva bifurcación? Yo puedo saber a ciencia cierta cuál usa Ian McEwan, y no he leído ninguna declaración suya al respecto.
2. Lo más impresionante de la foto es la sonrisa imperturbable del hombre de gafas. Cualquiera, en su circunstancia, miraría de reojo hacia las llamas y mostraría un rictus espantado. Pero el hombre sigue agarrando el papel con el índice y el pulgar, la mirada siempre al frente, ¡y no se quema! Sin duda, me quedan muchos milagros por descubrir acerca de El código da Vinci, pero nunca me hubiera imaginado que la incombustibilidad de sus lectores (ya sean convencidos o apóstatas) fuera una consecuencia directa de varias horas dedicadas a la fútil persecución de lo sublime.
3. Me entero por el siempre avisado Iván Thays de la reedición de García Márquez, historia de un deicidio, de Vargas Llosa. Estuve buscando hace algunos años éste y otro de sus libros inencontrables, El pez en el agua, que desde hace unos meses volvió a aparecer también en las librerías. Coincide todo esto, ni falta hace decirlo, con la publicación en España (espero que a Centroamérica llegue en pocas semanas) de su última novela: si la leo, cosa bastante probable, será por los capítulos en que habla de España y de su espectacular transformación en los años 80, pasando de un país pueblerino marcado por la represión y los prejuicios a una democracia moderna. Qué extraño que ese momento histórico no haya dado aún una gran novela de peso, más allá de pequeñas aportaciones de interés, y que sea precisamente un peruano el que colateralmente haga una aportación al asunto. No hablo, claro, de ambientaciones, sino de explicaciones acerca de un país que revienta y de unos ciudadanos que descubren, de pronto, que la vida era otra cosa.
4. Me traigo la idea del blog de Arcadi Espada y modifico el destinatario: un lugar en el mundo para el crítico Manuel García Viñó.
La clase de griego, por Han Kang
Hace 11 horas
4 comentarios:
En realidad la propuesta de construcción de Irving no es tan contrapuesta a la de Marías. Yo diría que al final ambos navegan a ciegas pero en direcciones contrarias (creo que se necesita un diagrama en al menos dos dimensiones para describir estos asuntos... voy a intentar hacerlo...). Irving investiga y propone un cierre y luego construye a partir de ese cierre como otros construyen a partir de un inicio. A uno le parece impensable, pero formalmente no debe ser muy distinto de lo que hace Marías. En el desarrollo del trabajo de Irving es posible que nazcan personajes que no fueron mencionados al final o que ocurran cosas que no se podían ver desde la distancia.
El polo opuesto de Marías e Irving (los ciegos) están más bien cosas como La vida: Instrucciones de Uso, que sí es completamente planeada a nivel estructural. El nombre de la Rosa es otro buen ejemplo.
Esta idea que planteas es sugerente, pero a medida que le doy vueltas siempre voy a topar con la contradicción que existe (esa sí que no tiene dudas) entre un principio y un final. Aplicado a la lectura todavía sería más claro: uno puede decidir empezar a leer un libro por la primera o por la última página, y podrías decir que sólo existe una diferencia de sentido (de dirección) entre uno y otro lector. Pero eso tiene unas consecuencias evidentes: la comprensión de la historia se ve afectada y la construcción de la trama y de los personajes alterada.
En el caso de la escritura, esa doble dirección también me plantea diferencias enormes: cuando el autor sabe hacia dónde se dirigen sus personajes, por mucho que vaya creando historias secundarias por el camino, el plan ya está trazado. En el caso de Marías, al no haber línea de llegada, la carrera podría mantenerse hasta el infinito (Tu rostro mañana podría ser perfectamente una novela inacabable, pues lo que menos importa es si va a tener un final estricto). Hay dos frases que resumen esta contradicción que yo mencionaba:
-Irving: el armatoste ya está dispuesto y yo solo estoy rellenando.
-Marías: si conozco la historia desde el principio, ¿para qué voy a escribirla? Tendría la sensación de que redactaba solamente.
De hecho, es cierto que Irving no conoce toda la historia, pero la idea de "rellenar" (y no sé si utilizó esa palabra realmente, me remito al blog del cual provenía la cita) es antitética al mensaje de la brújula.
Pero el tema requiere mucho más que el pequeño apunte que yo redacté. A ver si bosquejas ese diagrama y me animo yo también a continuar el debate.
Lo que Irving hace a priori, Marías lo hace sobre la marcha.
Irving lo hace mentalmente, o tomando notas. Marías lo hace escribiendo.
Efectivamente, redactar cuando todo está resuelto debe ser lo más tedioso.
La magia de escribir se encuentra en el momento en que se te ocurre la presencia de un personaje (uno que a lo mejor tenías perfilado con la intención de incluirlo en otra novela o en un relato), y entonces eso le da un giro a toda la trama; un giro que es a la vez un impulso en la dirección que, a priori, te has marcado, la que señala la brújula. y esos momentos, por absurdo que parezca, te aceleran el corazón.
Sí, te aceleran el corazón esos y otros, como cuando aparece un personaje que no sabías que existía y es para ti, tuyo solo.
Lo que es imposible es explicar cómo lo hacen. Ninguno lo hace de un modo solo.
Si estás escribiendo una historia y comienzas no por el final, como Irving, pero sí por el acontecimiento que te ha movido a escribirla, un hecho real, y te vas para atrás, al comienzo hasta llegar, de nuevo a ese acontecimiento para seguir adelante, que es como te lo has planteado, a capítulo por personaje y sabes que van a ser trece, pero en esos va y venes, te puede aparecer, como me ha aparecido a mí, que me he ido hasta 1573, a principios de 1700, un capellán que lo fue de la iglesia en la que en ese momento era maestro de capilla Bach. En ese momento. Nada se sabe de él (es sólo mío) y los capítulos pasan a ser catorce y te tiemblan las manos y la vida. Así ya van a ser 15 y pueden ir apareciendo más que, según como me sienta en ellos, pueden llegar a ser el motivo principal de la historia.
Porque, por mucho que te organices, crear no es cuadricular y sales a la calle y ves a alguien haciendo algo y salta una chispita porque eso lo tienes que contar, aunque sea una historia real. "-Marías: si conozco la historia desde el principio, ¿para qué voy a escribirla?" pues para lo que la escribe. Porque conoce la historia. No la va improvisando, la va escribiendo. Porque la historia que el pensó es que una mujer se llevó a un hombre desconocido a su casa para irse con él a la cama, aprovechando el viaje de su marido y, tras acostar a su hijo, cuando iban a hacerlo ellos, la mujer muere y él se va dejando al niño solo en la casa con la muerta. Eso es una historia y él la cuenta, no es que la rellene (ni él ni Irving) y es una novela de bastantes páginas. Y lo que nos cuenta, lo que nos hace sentir con su modo, es toda clase de emociones encontradas ya desde el momento en que vivimos esa casa con un bebé durmiendo y una muerta en su cama. Para eso la cuenta, para hacernos sentir y vivir la historia que conoce porque la ha pensado él.
Un hombre encontró a su mujer en la cama con otro y le pegó dos tiros. Yo, con eso, llevo seiscientas páginas. A fe mía que no estoy rellenando.
No se...
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