Es este un cuento extraño. Comenzando por la dedicatoria: no consigo hallar, más allá del nombre de pila, ninguna relación entre Enrique Vila-Matas y este relato. ¿Un guiño a Suicidios ejemplares? ¿Otro guiño mutuo entre Roberto y Enrique, que nunca llegaremos a conocer? El protagonista de este cuento es otro poeta maldito, uno más, que termina sus días colgado de una soga en la trastienda de su librería.
Después de leer tres cuentos cuyo título nos remite al nombre de autores desconocidos y marginales, la intención de Bolaño queda patente en su misma insistencia: hay una especie de fijación en el escritor que queda fuera de los límites del mercado y de las editoriales, y se mitifica de alguna manera la tarea insobornable y a la vez inútil de quien dedica su vida a la escritura pero no obtiene por ello ninguna recompensa tangible. Bolaño da noticia de cada uno de ellos, como si se rodeara de seres enfermos por la literatura y se colara en sus vidas anónimas por cada rendija de sus actos, de sus pensamientos inocuos.
No creo que sea fácil para un lector ocasional entrar en estas historias. Parecen escritas desde la más profunda reflexión sobre el ser artista literario, y cada anécdota contada no es sino un pretexto para preguntarse por qué se escribe si no hay interés comercial en ello. ¿Es la literatura una consecuencia de un cierto extravío vital, o por el contrario, la obsesión por la palabra convierte a los individuos en seres huraños, de difícil trato, con manías que arrastran de por vida? No creo, pues, que un lector interesado en argumentos pueda transitar indemne por estas páginas: pensadas desde la escritura y para los escritores (reales o probables), no hay tregua para quien busque una fácil digestión después de la comida.
Enrique es un poeta que a partir de cierto momento tontea con la escritura más hueca, concretada en colaboraciones para la revista Preguntas & Respuestas, “cuyos temas iban desde los ovnis hasta los fantasmas, pasando por las apariciones marianas, las culturas precolombinas desconocidas, los sucesos paranormales.” La correspondencia epistolar con el narrador se torna incomprensible, como fruto de algún lenguaje criptográfico del que sólo Enrique tiene la clave, mezclando mapas y dibujos con secuencias de cifras misteriosas. Curiosidad: hice algún breve esfuerzo por traducir una serie de números que al parecer se corresponden con una frase, pero fue en vano. No veo que nadie haya hecho el intento en ninguna parte, y supongo que son cifras escogidas al azar para remarcar lo absurdo de la tarea emprendida por el poeta.
Enrique entrega en cierto momento un pliego de hojas al narrador, encomendándole a guardarlo diligentemente sin intentar leerlo. Sólo al final, después del suicidio, se rompe el hechizo: no hay números ni mapas en los folios sino poemas: el entramado de conspiraciones paranoicas se rompe y sólo queda, como restos de un naufragio y como única herencia válida del autor, la literatura.
El mensaje final es diáfano. Pero el cuento sigue siendo extraño, como si todavía hubiera algún detalle que no somos capaces de aprehender. Creo que la fuerza de Bolaño radica también en esto: como si nunca estuviera todo dicho, y como si él fuera el primero en decirlo.
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Muy alegremente, algun colaborador de la Wikipedia publicó hace tiempo que Umberto Eco no escribiría más novelas. Allá quedó el dato, como un rumor certificado que jamás tuvo ninguna fuente de confirmación. Ya lo han cambiado, claro: en la reciente entrevista que le hizo El País desmiente que haya abandonado el género.
La clase de griego, por Han Kang
Hace 7 horas
3 comentarios:
Este cuento a mí también me ha fascinado. Y bueno, como tú, hice un esfuerzo igual de breve de descifrar el esas cifras misteriosas. No encontré mucho, pero llegue a que si los 0 corresponden a "a" y el 1 a "b" etc... entonces la primera cifra "3860 " puede traducirse a "diga" una palabra curiosa para un libro titulado "Llamadas telefónicas".
Saludos.
También recurrí a este método, es interesante. Llamadas telefónicas en general expone algunos de los peligros mortales de escribir (todos los cuentos del primer libro a excepción del cuento que lleva el título del libro, curiosamente), de la forma más desgarradoramente honesta. Como sólo el maestro Bolaño podría hacerlo.
Hola, buenas noches. Yo la verdad me quedé con dudas, muchas, luego de leer la última frase... "Ahora era a mí al que le tocaba huir". ¿De una muerte por sobredosis de literatura, será?
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