En la mayoría de librerías centroamericanas que conozco hay un elemento distintivo, que las hace diferentes de las barcelonesas o madrileñas: alguien te da la bienvenida y te pregunta con una sonrisa: ¿qué se le ofrece, le puedo ayudar en algo? Siempre me ha chocado esta actitud, y eso que llevo años viviendo por aquí. La librería es el espacio más adecuado, junto a los laberintos, para perderse por horas y deambular arriba y abajo, sin pretexto ni motivo. Cada vez que traspaso el umbral y me preguntan lo mismo, me quedo igual de atónito: ¿qué puedo responder, si yo nunca vengo a comprar un libro determinado o a visitar una sección temática? A veces quisiera poder decir lo que esperan oír de mí: hacerme el despistado y pedir sugerencias, consejos, que guíen mi destino entre los estantes. ¡No saben la cara de tristeza y desamparo que les queda a esas muchachas cuando les digo que ya voy buscando por mí mismo, que no las necesito!
Digo esto porque ya he pasado por una de esas librerías para hacer mi compra de Sant Jordi. Son libros para regalar a los demás, claro, como yo espero recibir alguno el día 23. No hay tanto para elegir en estas tierras, pero me alegró ver el volumen de Andrés Neuman que ahora ha ganado el Premio de la Crítica. Ahí está, en una bolsa de papel.
Apenas dos personas más deambulaban por la librería: ni rastro de la lujuriosa Diada catalana que ya hace varios años que me pierdo, con empujones, filas para autógrafos y un olor perpetuo a rosas. De joven siempre fui muy estricto con mis tradiciones: Rambla matutina o vespertina para ojear y hojear posibles presas, y vuelta por Laie para confirmar la compra. Tengo la costumbre de escoger siempre el tercer ejemplar de la pila, todavía virgen, y mucho más en fechas en las que la mercancía a la vista sufre los embates de la multitud.
¿Qué haría hoy si estuviera en Barcelona? Prácticamente lo mismo, sabiendo que tendría mucha más sustancia para escoger. Anoten, para los que aún siguen indecisos, la lista de Laie de este año: siempre demasiado decantada hacia los autores autóctonos pero con buen criterio en general: Grossman, Vila-Matas, Tabuchi, Bolaño (El Tercer Reich), la versión original de Solar de McEwan, Stuparich, Ellroy, la obra completa de Gil de Biedma en un volumen, Savinio... Sólo les pido que saluden de mi parte a Marías entre las 11 y las 12 de la mañana.
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JacoboDeza: Mi canon de autores en español de estos últimos años es Javier Marías, Roberto Bolaño y Antonio Muñoz Molina. ¿Cree que se puede ir tranquilo por la vida leyendo a estos tres maestros?
José Carlos Mainer: Me parece una buena elección que ratifica, por cierto, el nombre que ha elegido... Por supuesto, se puede andar por la vida con esos tres escritores que seguramente recomendarían, a su vez, a algún otro: a Coetzee, a Borges, por ejemplo...
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Eloy Fernández Porta ha ganado el Anagrama de ensayo con €®O$ y no con Eros. ¡Diversiones generacionales que algunos todavía acuñarán como renovadoras!
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