lunes, 20 de octubre de 2008

Expiación en el cine

Los azares han hecho coincidir mi final de lectura de Chesil Beach con el estreno de la película Expiación en Nicaragua. Imagínense el ritmo que llevamos aquí: hasta ahora, y casi de forma clandestina, la película llega a este país, cuando supongo que ya medio mundo la ha bajado antes por internet sin mayores problemas. Yo, que en eso sigo siendo un anacrónico y un romántico (todavía es hora de que baje algún archivo que tenga más de 10 megas de tamaño) busqué la sesión más nocturna del sábado y me dispuse a ver en imágenes lo que un día fue pura magia literaria.

La impresión inmediata, a la salida del cine, es que había visto una buena película. Muy buena, diría. Por mucho que yo recordara la trama de la novela casi al detalle, de una manera un poco obsesiva, en la pantalla pude ver otra obra: una historia pensada cinematográficamente y usando todos los trucos que el buen cine pone a disposición de los directores inteligentes. Hay mucho esteticismo, sí, pero la fotografía rebosa belleza en varios momentos y hay escenas perdurables: de manera muy especial, la panorámica de la playa con los soldados esperando que lleguen los barcos para ir de regreso a su país, y una sola cámara volando por encima y deteniéndose en hombres que matan caballos, hombres desangrándose, hombres borrachos apurando las últimas botellas, hombres que entonan himnos patrióticos. Esta épica grupal, que en la novela más bien se esparce durante la caminata de los tres soldados hacia la playa, es un momento fascinante.



Bien, pero yo no quiero explayarme demasiado haciendo crítica de cine, no hoy. Quizás sólo dos apuntes específicos sobre lo visto: la Briony Tallis que yo imaginé era casi igual que la de la película (físcamente y en sus gestos), lo cual no deja de producir una sensación algo desconcertante. Y el epílogo final, que en el libro es lo peor y un apósito muy mal insertado, revive en pantalla con un sabio montaje de cámara fija y fondo negro, enmarcado por la grandísima Vanessa Redgrave. En contraposición con los complejos planos anteriores, esta solución consigue convertir lo que en McEwan era un final demasiado redondo en un atractivo apunte contemporáneo.



Lo menos logrado, también desde un punto de vista cinematográfico, es el exceso de secuencias en flash-back, que intuyo como una dificultad para el guionista a la hora de contar en dos horas una trama muy hábil en cuanto a juego temporal. No hablo de cada parte de la obra (de hecho, Expiación es en sí misma un flash-back completo, quitando los últimos cinco minutos en presente real): me refiero a las mínimas estampas que se reiteran para subrayar lo acontecido, o incluso a las historias contadas desde dos puntos de vista, que no pasan de ser gratuitas muestras de montaje lúdico.

Pero lo más duro de todo ha sido comprobar que el mismo autor que ha sido capaz de escribir esta historia, absorbente y con muchas aristas, es el responsable de esa otra novela de playa, luna de miel y polvo malogrado. ¿Qué tenue línea separa el trabajo artesano y delicado de ese otro inmediato y muy comercial? ¿Cómo se pueden dar esos bandazos en apenas seis años? De Expiación a Chesil Beach sólo hay un Sábado de por medio, y parece que hayan transcurrido siglos.
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Otra salchicha de Frankfurt: la suculenta entrevista a Andrew Wylie, quizá el agente literario más poderoso y temido. Una verdad como un puño: el compadreo permanente en España entre editores y agentes, que Wylie interpreta con toda crudeza como un acto de corrupción. ¡Cierto! Piensen ustedes en apellidos como Lara, Seix, Barral, Herralde, Castellet, Tusquets, De Moura, y un largo etcétera: ¡más famosos que el 90% de los autores que publican! No esconderé su inteligencia, capaz de amaestrar al más diestro agente y pactar supuestos beneficios a quienes estos representan. Pero el autor, siempre el tercero en discordia, acaba siendo el triste convidado de piedra.

Por cierto: Wylie se queda a partir del 4 de noviembre con los derechos de Bolaño, e imagino que en Anagrama no habrá hecho ni pizca de gracia.

5 comentarios:

Portnoy dijo...

Pues no, sobre todo teniendo en cuenta que, al parecer, hay una novela inédita y acabada de Bolaño. Creo que le catálogo de Wylie la anuncia como The third Reich. Ya veremos.
Ah, y gracias por lo que dijiste sobre lo de los premios 20blogs... pero la realidad manda (y te manda a los abismos) en fin... no escarmentaré nunca.
Un abrazo

JacoboDeza dijo...

Ajá, El tercer Reich. Esta es parte de la nota que aparecía en "El Periódico de Catalunya":

Una novela inédita y acabada del fallecido escritor chileno Roberto Bolaño, titulada El Tercer Reich, que se desarrolla en la Costa Brava y está protagonizada por un joven fanático de los juegos de estrategia. Como lo era el propio Bolaño, fallecido en Blanes en el año 2003. La historia del manuscrito es misteriosa. Ni los anteriores representantes de Bolaño (hasta que Wylie atrajo a la viuda del escritor) ni su editor, Jorge Herralde, conocían la existencia del texto. En el disco duro de su ordenador no había rastro de él. Pero, según The Wylie Agency, que podrá empezar a contratar el libro a partir del 5 de noviembre, cuando releve a la Agencia Carmen Balcells, el texto es "una novela completa, mecanografiada y meticulosamente corregida a mano".

Saludos desde el abismo.

Anónimo dijo...

Pero que bonita esa ilustracion ahi al costado.....

Gabriel dijo...

Genial tu reseña de la película Expiación. ¿Sabes?, creo que a Briony yo también la había imaginado tal y como sale en la película, aunque ahora dudo si no es la película la que me ha recordado a la Briony que recordaba....
Chesil Beach ya está en mi estantería y te agradezco tu comentario, no veo el día de empezarla.
Es reconfortante encontrar a alguien a quien le encanta McEwan. Por cierto, de él no he leído Roterdam, ¿me puedes decir algo de este libro?
Un saludo cordial.

JacoboDeza dijo...

Gabriel: si todavía es posible, lee con atención mis comentarios sobre Chesil Beach después de leer la novela. Y veremos si coincides o no con mis apreciaciones, que no creo que vayan a motivar demasiado a futuros lectores.

Amsterdam, que no Roterdam, está pendiente todavía, y es una vieja promesa la de comentarla aquí. Sigue en pie.