sábado, 11 de octubre de 2008

Académicos: ¡ustedes ganan!

Ni yo, ni tú, hemos leído jamás a Le Clézio, claro que no. Es más: a estas horas (viernes 10, a las 19:20 de la tarde, después de unos días de completa desconexión tecnológica) la página de wikipedia sobre Literatura de Francia no recoge ninguna entrada con ese nombre entre los más destacados escritores, aunque una lista más amplia de 474 autores en francés sí lo toma en cuenta. Esta incongruencia podría ser debida a su origen franco-mauriciano, aunque su página dedicada en la propia wiki dice que nació en Niza, o sea que no hay excusa para que no esté listado entre los autores de la gran Francia. En fin: un lío que de nuevo demuestra que nuestros estimados suecos nos han dejado con el culo al aire.

¿Roth, Magris, Kundera, Vargas Llosa, Fuentes? Serénense, calmen sus ansias: un académico es un espécimen capaz de hurgar entre lo más profundo de la literatura para sacar de ahí, como arqueólogo ante una nueva excavación, la pieza más extraña que imaginarse pueda. Los que año tras año insistimos en la quiniela no escarmentamos nunca: volvemos una y otra vez a lo trillado (o sea, a los autores fetiche y a las plumas que imaginamos como perfiles ideales) y ellos se empeñan en tomar el camino menos evidente y sacarse el as de la manga. Ganó la banca, otra vez, y lo reconozco.

No termino de verle el sentido pleno a este Nobel, y supongo que debe ser por la inmediatez obligada de mi comentario. Hay unas constantes sospechosas en la última década: este cosmopolitismo apátrida (¿de dónde es Naipaul? ¿es Coetzee más australiano que sudafricano?), este europeismo migratorio, estos temas supraliterarios y militantes sobre los problemas de nuestro mundo (ecología, choque de culturas...) Pareciera que la literatura esencial, la que se justifica por sí misma como arte más allá de la elección de los temas, no tiene mucho espacio en estos premios de ahora. Qué se dice por encima del cómo se dice: quizá una de las claves para comprender el veredicto.

Lo más sorprendente para mi ha sido, leyendo esta tarde y en diagonal algunas crónicas de prensa, que hay una cierta tendencia a considerar que este premio es un espaldarazo a la literatura francófona. ¡Mon dieu! ¡Y precisamente viendo el estado en el que se encuentra la literatura en lengua francesa! Cierren los ojos y vayan pensando nombres, aunque no recuerden si alguno de ellos ya murió o está en plena liza: Robbe-Grillet, Houellebecq, Echenoz, Nothomb, y ya comienzo a toser nerviosamente. ¿Littell? Ah, Beigbeder... Y paro de contar. Ciertamente, jamás hubiera apostado por un Nobel de Francia a estas alturas, y ya van 14.

Otra prueba excelente del paso cambiado con el que el galardón nos cogió a todos es la pobre edición en español de sus libros. Un rápido repaso en Laie nos indica que es más fácil comprar un libro de Le Clézio en francés en pleno centro de Barcelona que en español. Apenas Tusquets, Seix-Barral y Versal se atrevieron con él y de manera parcial, aunque en su descarga está el nulo interés que suscitó entre los lectores de España. Ocurre con no pocos franceses: Anagrama ya hace años que intenta colarnos a Echenoz y no hay manera.

Por último, en esta breve impresión muy inmediata, siempre hay que ir a parar a la frase de cada año, la que arman los académicos con un evidente afán para que no entendamos nunca por qué ha ganado Le Clézio y no otro:

El escritor de la ruptura, de la aventura poética y de la sensualidad extasiada, investigador de una humanidad fuera y debajo de la civilización reinante.


Fuera y debajo: incomprensibles adverbios para una justificación oscura, misteriosa. Tanto como este premio extraño que nos invita a descubrir a este autor, à tout de suite, que no es poco.

7 comentarios:

Folks dijo...

Vaya por delante que no he leído nada suyo, pero por algún motivo que no acabo de comprender no me fio de quienes escriben 50 libros en 40 años.

Anónimo dijo...

"Hay unas constantes sospechosas en la última década: este cosmopolitismo apátrida [...]), este europeismo migratorio, estos temas supraliterarios y militantes sobre los problemas de nuestro mundo (ecología, choque de culturas...) Pareciera que la literatura esencial, la que se justifica por sí misma como arte más allá de la elección de los temas, no tiene mucho espacio en estos premios de ahora. Qué se dice por encima del cómo se dice: quizá una de las claves para comprender el veredicto."

Déjame echar mano del cincel para esculpir estas palabras en mármol, como poco. Esa es la clave de la mediocridad del Nobel, si señor: olvida que la literatura es ante todo literatura.

De la América latina literaria, capital México, está saliendo la mejor literatura en castellano desde los tiempos del "boom" famoso. ¿Se darán cuenta algún día?

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Una petición: ¿cómo valoras el lanzamiento en Alfaguara de Ray Loriga? Hoy lo elevan a los altares de Babelia (cómo está el páramo...) Dejé de leerlo cuando me cansé de aquella infame generación Kronen que quisieron colocarnos allá por los 90. Ahora parece que es el único superviviente. Es también amigo de Vila-Matas. ¿Ha mejorado? ¿Me he perdido algo? Dejo a tu consideración si esto merece comentario. Saludos.

JacoboDeza dijo...

Folken, lo que dices es un argumento que también pensé y que al final no incluí en mi apresurado post. Esta productividad me pone siempre en alerta, por principio. No sé si es un resorte exagerado, pero también confío más en quien se toma su tiempo para crear arte que en un autor prolífico: no deja de ser una desconsideración al lector, incapaz de seguir la estela de alguien así con todo lo que hay por leer en esta vida.

Amigo anónimo: en 2006 escribí esto a propósito del Nobel a Pamuk:

El futuro ya no es lo que era, y el Nobel tampoco: ya no basta con escribir bien, hay que intentar ser, pongamos, un puente cultural entre Oriente y Occidente, ahí es nada.

Es imposible analizar estos premios sin observar las circunstancias y los alrededores, pues la obra en sí ya no justifica estos laureles.
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Lo de Loriga: a bote pronto, recuerdo que el principal espaldarazo lo dio en su momento Ignacio Echevarría, y tener su bendición entonces (y en Babelia, claro) era alcanzar automáticamente la gloria. O sea que la cosa viene de lejos. Yo también dimití de esa generación desde el primer Mañas y el posterior Nadal para Pedro Maestre, no le vi ninguna salida a esas historias de pretendido realismo sucio que no llegaban siquiera a aventuras de barrio castizo. De Loriga me echó siempre para atrás la pose, y sé que eso es muy injusto, pero él jugó a este juego desde las mismísimas portadas (y desde que compartía catre con Cristina Rosenvinge todavía le odié más).

En fin, tampoco la otra cara más circunspecta de la generación dio para mucho más: Prada se perdió por los salones vaticanistas y he ido olvidando a todo ese grupo de promesas sin ningún problema.

Pero hay demasiado subjetivismo en todo ello, no me hagas mucho caso: quizás Loriga merezca mejor crédito, pero no puede alegar inocencia en su catalogación como miembro de una generación a todas luces fallida.

Anónimo dijo...

Es difícil separar la obra del ruido que produce: los esfuerzos promocionales de la editorial, las opciones políticas a las que puede servir, el interés del autor por hacer una carrera exitosa. El 90% de lo que ahora está siendo publicado será arqueología literaria para investigadores dentro de un siglo. Pero, ¿cuál es ese 10% que se salvará?

JacoboDeza dijo...

Ay, ese 10% es el que algunos intentamos averiguar desde nuestros blogs, y supongo que nuestra apuesta se concreta en la cantidad de veces que nombramos a determinados autores. Basta con ver la lista de etiquetas de la derecha: puede ser una primera aproximación...

blumm dijo...

Mi lista apunta a:
Vila-Matas.
Pombo.
Bolaño.
Buzzati
d´Ors
Montero Glez
Chirbes.
Lem.
McCullers
Pablo Sánchez
Panizza
Schowb
Afanásiev
Aira

¿sigo?

Buen criterio ese, nunca había caído que serán, quieran o no quieran los autores clásicos dentro de un siglo.

Buen Blog.
Saludos.

JacoboDeza dijo...

No, blumm, no sigas: que pasen por tu blog Desóxido, que me ha parecido sustancioso. Gracias por darlo a conocer.