Después de 70 horas de viaje (lo juro: de por medio, cierre de aeropuertos, esperas interminables para recolocar a pasajeros perdidos en el limbo, malas conexiones de vuelos...) llego a la ciudad como un turista distraído. ¡Yo, que siempre he abominado del género y he dignificado hasta la extenuación la profesión de viajero! Les dejo la cita de Paul Theroux, ya puestos: “Los turistas no saben dónde han estado, los viajeros no saben adónde van”.
Pues andaba yo igualmente perdido en este pasillo de ciencia ficción al que llaman con un nombre acorde (T4, como R2D2 o así) y tenía cinco horas por delante: así que no había otra que meterse en uno de esos "Relay" que pueblan los aeropuertos españoles y que son la quintaesencia del mal gusto literario, pero era eso o nada. Al fin y al cabo, entrar de vez en cuando en una de esas tiendas también pone al día a cualquier bloguero acerca de las modas ocasionales que recorren las estanterías nacionales. Al fondo, siempre al fondo, hay algunas pilas de libros serios que parecen acolchar el alud de novedades de la entrada, como justificando su presencia con vergüenza.
En esa mesa inmediata, que uno se topa antes incluso de dar con los periódicos, hay una voz monocorde que yo había visto en mi anterior visita y que persiste, incluso puede ser que sea un fenómeno de años y que para mí el tiempo pase muy rápido. Esta literatura fashion actual, con sólo vislumbrar sus títulos (ya no hablo del tamaño de los mamotretos ni de sus portadas engominadas), da cuenta de un hilo conductor impecable: dame un hecho no resuelto de la Historia y te hago una novela. Veo, por ejemplo, que el fin del calendario maya, situado en el año 2012, provoca ahora insondables temores y es motivo para profetizar nuevos fines del mundo. Así como Santa María del Mar también provocó una obra muy vendida y que todavía sigue ahí, los ejemplos se repiten hasta la saciedad: la sensación es que el mismo libro se desplaza a lo largo de la mesa, y después de diez ejemplos soy incapaz de apreciar la diferencia entre un misterio y otro. Esta moda, imagino también que empujada por los códigos Da Vinci y sus secuaces, sigue en plena ebullición.
Dos días después, para ir pasando los efectos del jet lag, recorro la librería Laie de punta a punta y doy un paseo por el siempre congestionado FNAC. Mi compra es evidente: en la bolsa me llevo la tercera parte de Tu rostro mañana y la traducción española de la novela de Littell. Estuve hasta el último suspiro dudando si me quedaba con Les benignes catalanas, por el hecho de estar editada en Quaderns Crema por el amigo Vallcorba y tener un tamaño mucho más manejable, pero he tenido que decidirme por Las benévolas por una tapa dura que me anticipa algo más de perdurabilidad en mis viajes. La bolsa no daba para más en una sesión: los dos tomazos pesan y regresaré a por otras piezas muy pronto, verbigracia:
- Camposanto, de Sebald, para seguir fielmente con la recuperación que Anagrama dedica a toda su obra.
- La carretera, de Cormac McCarthy, como una de esas novelas cuyas recomendaciones y críticas obligan a no pasar por alto. Dice la faja que hasta Javier Marías recomendó el Nobel para este autor, cosa que yo no había leído hasta ahora.
- Exploradores del abismo, de Vila-Matas, aunque este libro esperará más tiempo porque tengo otros pendientes de Enrique.
A vuelapluma veo también con cierto interés una reedición de El mecanógrafo, de García Sánchez (y pienso en Lukas), una edición completa de la poesía de Caballero Bonald (Somos el tiempo que nos queda) y una recopilación de poemas de Joan Margarit sobre Barcelona.
Al final hojeo el libro La revolución de los blogs de José Luis Orihuela y observo que en el apartado dedicado a los blogs de literatura hay una mención a La senda de los libros: imagino que debe ser la primera vez que este lugar tiene su reflejo, modesto, en una página escrita.
La fiesta del aguafiestas
Hace 1 día
6 comentarios:
Qué prosaísmo, qué lujuria trepadora la tuya. Hasta conmueve, ese «hasta Javier Marías» que escribes.
Háblanos, Jacobo; sé nuestro corresponsal en tan privilegiada posición, dinos: ¿Qué tiempo hace entre los muslos de Javier Marías? ¿A qué huele en el nicho de las letras? Imagino que debe ser, en castellano mariasnal, «un panorama pobrísimo para los sendos ojos».
Por si te escapas otro rato de esa guarida de babas para ir a dar vueltas por el aeropuerto (imagino el recelo del cuerpo de seguridad, la imagen de un sospechoso vagando por entre los libros muertos), te recomendaré una típica lectura de boutique que no ha de defraudarte: «España, perdiste», de Hernán Casciari, es un libro a tu medida. Un fajo de papeles rellenos de atentados al idioma e inmundicias en el que, además, se ofrecen consejos prácticos para la lectura de clásicos en el bidet de señoras de una cafetería de Barcelona.
(Jacobodeza, que no quiere quedarse sin el suyo, corre a comprar un «España, perdiste»)
¡Preparaos, volúmenes inodoros e impolutos de Javier Marías, que tanto polvo acumulasteis en los anaqueles de la guarida de Jacobo, que tanta gloria os espera entre escobillas y papeles de váter de Barcelona!
Enhorabuena, Jacobo, me alegra tanto, tanto que alguien mencione tu blog en una página escrita, como dices. Ya era hora, porque en los blogs más sesudos, en los más interesantes, en todos los que visito, ahí está el enlace al tuyo. No es para menos.
Y ya ves, yo siempre te aconsejo que hagas algo que yo no puedo en mi lugar: borrar la basura (en este caso, la que me precede), pero hoy... casi no; se retrata tan bien que casi se merece que no tengas el detalle de borrarlo. Que siga ahí, haciendo el ridículo y en casa ajena, ja.
Un abrazo.
Anacrusa
Pues dejó ahí los escombros, no vaya a ser que al final nos acusaran de no facilitar la terapia a los que tienen problemas emocionales: es un placer saber que los blogs también sirven para satisfacer las ansias de ciertos individuos y evitar que vayan dando bofetones por la calle (como el Único Español, por cierto, gran experto en golpear escritores ante las cámaras de televisión).
Por si acaso mantén tu bosque limpio, Ana...
Caramba... y tal comentario encabeza la entrada: y por ello uno lee algo. Aunque claro que en cabeza de quién cabe.... En fin.
La Carretera sin duda; aunque en este tiempo ando de una debilidad por la novela japonesa: País de Nieve.
Saludos,
Eso, jojojojo, dejadle a ese... que se canse, a él y a su peña que sus vais a enterar de quienes somos aqui los cultos. Yo diria que deberiamos usar con el Droucho un truco, que es el de ser condecendientes con él, que eso esta estudiado en la psicología y todo. A la vista está que aquí los cultos y inteligentes además de buenas personas propiamente dichos somos todos nosotros.
¡Que vivan Javier Marías y Litell!
¿Javier Marías y Litell? No, hombre, ¡que vivan hincha, droucho y toda la saga de jojojós! Lo dicen la psiquiatría, la crítica gastronómica y la parapsicología.
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