1. Veinticinco años de Premio Herralde dan para mucho. Tanto como para confirmar que lo que fue creado como un premio destinado a revitalizar la nueva narrativa de España ha terminado siendo unos de los principales galardones a nivel latinoamericano. No sé si lamentarlo por España o alegrarme por Latinoamérica, pero lo cierto es que el cambio es de lo más insidioso y refleja el momento actual de las letras españolas: de los jóvenes Marías, Azúa, Pombo, Molina Foix o García Sánchez hemos pasado a los Bolaño, Bayly, Pauls o Villoro, quizá porque el relevo generacional de nuestras letras nunca acabó de darse por completo. Herralde lo expresa así en el libreto conmemorativo: "El premio ha descubierto, alentado o ptenciado a destacadas figuras de la "nueva narrativa española" y también, y muy especialmente en los últimos años, de la literatura que surge en tantos países de América Latina". Los intentos del Nadal o del Planeta también quedaron aguados: Mañas, Maestre, Prada o Freire no pasaron, diez o doce años después, a consolidar una literatura de altos vuelos. Me temo, pues, que lo de Anagrama sea no sólo una estrategia comercial sino también una estrategia pragmática e ineludible.
2. Ahora que ya no va a ser, lo cuento: yo tenía la intención de editar un blog bajo el título 2666, que sería una lectura in progress de la novela, casi página por página. Se trataría no tanto de explicar la trama cuanto de ir desgranando las emociones sentidas durante el proceso de lectura, casi un experimento. Aunque la idea es otra bien distinta, me entero de que el blog ya existe.
3. Y sin salir del tema, un plan para esta noche.
La fiesta del aguafiestas
Hace 23 horas
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