¡Ya tardaban! Mi sosegada y nunca bien ponderada ecuanimidad comenzaba a impacientarse a la vista de que llevábamos ya más de un año desde la publicación del libro en Francia, y unos meses desde la llegada de los primeros bosquejos traducidos o notas de prensa, y dos ya desde que los primeros ejemplares de RBA iban cayendo en nuestras principales librerías. O sea, que el libro del año llevaba ya mucho tramo recorrido ¡y todavía no habían aparecido los insobornables e infaltables críticos españoles para cargarse la novela tout court!
Yo no daba crédito, claro: no conozco un solo caso en la historia de la literatura mundial en el que todo libro con un cierto olor de éxito comercial (ya sea obra maestra o puro artificio) no haya tenido su espejo deformante inmediato, su aguafiestas necesario. ¿Qué sería de la literatura sin ellos? Por fortuna, dan mucho juego y deben ser parte indispensable de la existencia de los mismísimos blogs literarios, pues algo hay que decir cada día. Algunas veces han servido, esos agoreros, para avisarnos convenientemente de la existencia de papel reciclable al estilo Dan Brown, y cuánto se agradece habernos apartado de la inercia de la masa que acudía a su librero a por el volumen. Pero también, tantas veces, han despotricado contra las novelas de Eco, de Marías o de Vargas Llosa, tanto da: si había indicios de ventas superlativas, había que sacar el cuchillo y destripar portadas, sobrecubiertas y páginas interiores, no fuera a ser que nos identificaran con compradores de esos libelos de tanto éxito. Ya saben: la gente es tonta por lo general, y si demasiada gente se pone de acuerdo en algo, la tontería se acumula y nos puede contagiar (¡a los que no somos tontos!).
Pues ya tardaban, digo, a sentenciar el libro de la temporada y a convertirlo en el bluf del siglo: con un año de por medio desde su nacimiento, lo más atinado hubiese sido aprender francés y leerse Les bienveillantes, que tiempo había. Pero al fin, Juan Bonilla ha vuelto a poner orden en la casa y se pregunta, con la retranca también habitual en estas ocasiones, quién es el autor intelectual de Las benévolas. Una vez leída la obra, Bonilla se extraña de cómo una "prosa nada fresca, a menudo confusa, poco dotada para enganchar a nadie" se haya convertido en la sensación de las letras francesas y más allá. Y encima con 1.000 páginas y con un mensaje como mínimo sospechoso, atrayendo al lector hacia el siempre lodoso terreno de las causas del mal y convirtiendo al asesino en un ser humano como tú y como yo.
Confieso que soy incapaz de definir qué es aquello "que engancha a alguien": quizá habrá sistemas razonables, que dejo en manos de los técnicos, para penetrar en la psique de un lector y conducirle por el campo que un autor ha trillado previamente. No tengo ni idea por ahora de si yo me engancharé a Las benévolas: lo que sí sé es que mi 25 euros invertidos (miento: 23,75 en mi ejemplar de la FNAC) lo han sido gracias a algunas de estas consideraciones:
Mario Vargas Llosa: "Son páginas que quitan el habla".
Le Nouvel Observateur: "Nunca en la historia reciente de la literatura había mostrado un debutante tal ambición de propósitos, tal maestría en la escritura. (...) Una nueva Guerra y paz".
Jorge Semprún: "El acontecimiento del siglo".
Lire: "Todo un shock... Páginas dotadas de una fuerza increíble, de una diabólica dimensión épica".
Les Échos: "Una obra impresionante, apasionante".
Pero esta sucinta muestra nunca será nada para los necesarios bonillas que deben advertirnos que todos, sin excepción, estaban equivocados. No deja de ser extraño que esa suerte de hipnosis colectiva se pretenda romper tan tarde, cuando ya se han vendido millones de copias en medio mundo y quién sabe cuantas miles en España. Cuando el éxito comercial ya es un hecho y no hay vuelta atrás. Menos mal que siempre habrá un español al quite frente al afrancesamiento que nos asola. También Anagrama y El Acantilado estaban equivocadas, por cierto, ya que leyeron la novela hace más de un año y pujaron por ella.
Dejo para el mes de enero mi lectura, y ahí me tocará dirigir mis palmas hacia Bonilla o hacia Semprún: sea quien sea el que tenga la razón, uno se enternece al comprobar que al final todos los protagonistas de la trama (el autor mediático, el coro laudatorio y el aguafiestas pertinaz) ya han hecho su aparición y que el ciclo, una vez más, se cierra sin fisuras.
La fiesta del aguafiestas
Hace 23 horas
5 comentarios:
Todavía no la he leído, pero ya la tengo comprada. Ahora estoy con el "Vida y Destino" de Grossman. Frente a los conciliábulos de hienas y turiferarios me fío más del instinto del lector.
Ya, ya, Jacobo Sellers. Todos contábamos con esta apología putrefacta de lo comercial que has parido. Lo que nos ha extrañado sobremanera es la tardanza en soltar el engendro. Queremos pensar que esta triste dilación se ha debido a cierto estreñimiento moral e intelectual que padeces desde hace tiempo.
A propósito de tu discurso mercantilista, nada extraordinario en lectores deleznables y escritores ruines de tu pelaje, yo también quisiera colaborar invocando algunos productos muy demandados por el público, que acaso también a ti, jacobino, te interesará paladear:
1. Las deposiciones de caballo enfermo que a tantas moscas enloquecen.
2. El cadáver humano, delicatessen de los gusanos.
3. Un prime-time vaginal o peniano de Telecinco, pasión de millones de televidentes.
4. Un futbolista analfabeto, pero millonario a razón de un dólar por hincha.
5. El blog de Hernán Casciari 'Orsai', posada para desequilibrados.
6. Las drogas en general, el desayuno favorito de los equilibrados.
7. Javier Marías.
Por cierto, te agradecería que no me respondas con insultos o agravios ad personam, Jacobo. Jo. Duele que le contesten de esa manera a uno cuando únicamente trata de aportar algo bueno y enriquecedor a la bitácora (que no blog, Cebrián) de otro. Un poco de respeto.
En resumen: putrefacta, engendro, estreñimiento, deleznables, ruines, deposiciones, vaginal, peniano. Los aportes del genio.
¡8-1, Cebrián!
El tanteo por símil futbolístico, con perdón, al gusto de Zapateros y zapatos.
¿Zapateros? Vaya, ya le vamos calando: ¿No será usted algún excomentarista de la COPE resentido?
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