Hacía mucho tiempo que quería ver a esta chica saliendo de la fuente después de darse un chapuzón iconoclasta. Quizá mi lectura de Expiación se convertirá con el tiempo, a medida que pasen los años y las lecturas, en una fuente en medio de un jardín y una mujer saliendo de ella con un McGuffin en la mano. Todavía tiemblo con esa escena, con la precisión de McEwan al contar los gestos y las miradas de dos personajes ante sí mismos, creciéndose ante sus propios sentimientos. Algún día alguien tenía que agarrar una cámara y filmar: un cuerpo desnudo saliendo del agua, una mirada incrédula ante el desparpajo. Lástima que el zoom no llegue hasta el lector que lee la escena: hubiera sido un guiño genial descubrirnos extasiados ante lo que la literatura puede destilar a veces, sólo a veces, como el amor.
Pero ay: a vuelapluma y con urgencia repaso algunas críticas que ya están llegando a través de la red, y desde El País nos llega un apunte de Enric González (¡cuánto añoro cada vez que busco críticas cinematográficas a Fernández-Santos!) que nos alerta sobre un resultado final de altibajos. Ya veo que será casi imposible en adelante disgregar novela y película, según el primer párrafo de la crítica:
Es difícil encontrarle defectos a Expiación, una espléndida novela de Ian McEwan. Pero resulta bastante fácil encontrárselos a la película, basada en el libro, que abrió ayer la Mostra de Venecia. Expiación no es una mala película, ni mucho menos. Junto a los defectos (una secuencia bélica risible, unas deplorables imágenes finales, algún instante de cursilería), ofrece tensión narrativa, un montaje de calidad y, sobre todo, una historia potentísima.
Ante una película inglesa yo siempre temo que parezca una película inglesa, no sé si me explico. Y Expiación (confío, como Enric, que ese será el título definitivo en español) tiene todas las trazas de ir por ese camino. Más allá de la fuente, el trailer ejemplifica lo que el cine británico tiene de bueno y de malo: frente a una quality muy de marca hay unos difuminados algo insulsos, unos esplendores en la hierba que obligan a fruncir el ceño al espectador y a pensar "esta hierba se ha mantenido así durante decenios", como quien espera ver por fin el rastro de un envoltorio de chicle entre el verde. Pero bueno:
Entre las muchas banalidades que suelen escucharse a la salida de un cine, una destaca por su inanidad: "Me gustó más la novela". En esta ocasión, nadie que haya leído a McEwan y vea la película será capaz de callársela. El director, Joe Wright, y el guionista, Christopher Hampton, pueden alegar atenuantes legítimos. La novela en cuestión es un artefacto literario de gran complejidad y numerosas opciones de lectura, la más profunda de las cuales explora la relación del autor, un dios menor e inseguro, con sus indefensos personajes. Esas sutilezas se resisten a trasladarse a una pantalla. El propio Wright reconoció, tras la proyección, que le había costado mucho adaptar una obra tan densa y que, finalmente, había tratado de ser "fiel a las sensaciones", más que al relato en sí.
Ahí está: son las sensaciones (del lector, añado) las que me dan ánimo y que confío ver reflejadas sobre la pantalla. Yo tampoco sé cómo se pueden reflejar en unas imágenes las complejidades del juego autor + narrador + personaje que narra + personaje narrado, más los otros dioses y diosecitos que me dejo en el tintero. Probablemente sea imposible y con esa convicción voy a ir yo al cine, cuando Atonement llegue a mí. Lástima que la escena bélica reciba un varapalo serio:
Los figurantes se mueven como en un escenario de opereta, forzados a sincronizarse porque a Wright le apeteció sacar la cámara de paseo y embarcarse en un travelling torpe y perfectamente prescindible. La mirada de un pingüino contiene más horror bélico que ese fragmento de la película.
Recordemos que el libro se divide en tres partes y la mía es la primera, aun cuando posiblemente la segunda sea una de las mejores guerras que yo he visto escritas. Pero estoy tranquilo:
Joe Wright (...) consigue por el contrario que la primera parte del filme, la que culmina con la falsa acusación, funcione con extrema precisión.
Ya los fotogramas hablaron y el respeto que antecede a ver las caras de quienes compartieron conmigo horas de placer no es menor que el del lector que sabe que, en poco tiempo, también playa Chesil estará a su alcance.
5 comentarios:
¡Qué gran ilusión volver a tener por aquí a los acólitos del Único Español! Es curioso vuestro método, nada acompasado por cierto: leyendo siempre lo que aborrecéis, buscando incansablemente a los autores que destestáis. Es una manera como otra de pasar los años, sin duda.
En fin, le invito a salir, de la misma forma que entró, por esa verja del fondo, acompasadamente y recogiendo sus excrementos.
Lo siento, Jacobo, te ha tocado ahora a ti, pero lo tienes muy fácil, ya sabes.
Un abrazo grande.
Anacrusa
Ya ves, Ana, cómo invierten su tiempo estos colegiales de primero de filología hispánica. A veces quisiera presentar mi mejor "lado Montero" y responder a tanta nadería, pero seguiré tus consejos en la mejor línea de la familia Deza.
Otro abrazo.
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