Debo provenir de toda una generación de personas a las que tres simples letras unidas y en mayúsculas (USA) eriza los pelos de sus cuerpos y provoca retortijones en todos sus estómagos. No me he sentido jamás solo en mis desamores y he compartido los odios fraternalmente, y además lo asumo sin dificultad: es parte de mi ser y no abjuraré jamás de los yanquees go home proferidos a voz en grito por las calles de Barcelona, fuera cual fuera el motivo. Crecí odiando todo lo que tuviera algún tufo americanizante y todo iba a parar al final al mismo container: el envoltorio grasiento de la hamburguesa McDonalds, la foto de Reagan y sus misiles, la casita de clase media con perro y garaje, la niña malcriada que esparce los Kellog’s por el suelo, las películas para adolescentes descerebrados. Aún hoy no he pisado jamás territorio norteamericano, ya que nunca he salido del aeropuerto de Miami (en cambio, de Florida para abajo he gastado mucha suela de zapato y mucha llanta neumática).
Pero ya en aquella etapa más crítica vivía con mis contradicciones sin apenas inmutarme: no hay día que no vistiera unos jeans, escuchara a Dylan, revisara westerns por televisión o leyera, pongamos, a Bret Easton Ellis. Nada impedía que yo siguiera detestando el american way of life y que al mismo tiempo gozara sin gozarlo (sin presumir de ello) de cualquiera de sus productos escogidos.
Hoy, tantos años después, quedan los estertores de esos tiempos y algunas actitudes ya muy poco razonadas pero tan firmes como siempre, aunque ya algo matizadas y convenientemente justificadas. “No, yo contra el pueblo nada de nada, sólo contra el gobierno americano”, y sigo mi camino tan campante.
Pero literariamente, y ahí voy, algo se resquebraja en mis convicciones. De un tiempo a esta parte mi interés va girando poco a poco hacia una estética y unos nombres que provienen de las tierras enemigas y que, clandestinamente, voy cultivando como quien poda bonsáis. De vez en cuando es muy gráfico pararse y ver por dónde han caminado los intereses propios: siempre atento a la literatura castellana o catalana, muy inclinado a partir de los 90 a todo lo latinoamericano, amante y esposo de la literatura británica y de la generación Granta, con leves infidelidades hacia lo francés (ay, las femmes fatales), picoteando de literaturas lejanas (Pavic, Oé, Mahfuz, Coetzee) y poco más. Los acercamientos a Estados Unidos fueron muy puntuales y pidiendo perdón de rodillas: el susodicho Easton Ellis, Wolf, Roth, y otras lecturas tangenciales.
Y no es hasta ahora mismo (suenen los claros clarines) que manifiesto con solemnidad (Yo, JacoboDeza...) que, por lo que a la literatura se refiere, acepto con agrado el legado de numerosos autores norteamericanos y que de manera definitiva adopto como lector las corrientes que de allá vienen. Llegó la hora de la aceptación, de que no puedo orillar por más años lo que desde allí se escribe y de que ese submundo literario (uf, DeLillo, Updike, y más Roth, por poner tres columnas corintias) debe formar parte sin más de mi bagaje cultural. O sea, de mi placer absoluto como lector despierto.
Voy a seguir renegando de otras cuestiones gringas, y tampoco tengo ninguna intención por el momento de poner pie en tierra tejana o neoyorquina, pero la literatura es la literatura. Según voy comprobando a través de blogs amigos o de críticos atinados, algo se mueve por esas latitudes y no voy a ser yo quien me impida a mí mismo comprobarlo. Por lo pronto, acabo de recibir el nº de Granta destinado a los mejores narradores jóvenes norteamericanos, y en poco más de una semana me pongo a devorar el último libro de A.M. Homes.
Encima, acaban de otorgarle a Bob Dylan el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, con lo que se cierra el círculo. Una vez se lo hayan dado a Marías, haré campaña para que reciba el Nobel de literatura, y entonces (¡sin banderitas!) entonaré aquello de Hey! Mr. Tambourine Man, play a song for me / In the jingle jangle morning I'll come followin' you y aprenderemos a hablar, ahora sí, en inglés.
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Leo que Marsé, Mendoza, Vila-Matas y Cercas no estarán en Frankfurt: me parece lo más lógico, teniendo en cuenta que jamás nadie los invitó con deseo, sino más bien con la desgana del que se sabe obligado a poner en la lista del convite al familiar incómodo. Auguro un éxito rotundo a la delegación catalana, ahora que se han sacado de encima a los más leídos, más celebrados, más vendidos y más puñeteros literatos.
La clase de griego, por Han Kang
Hace 15 horas
4 comentarios:
Tu lectura de Dawkins sigue planeando, y advierto un cierto tono de contricción, pero comparto la lectura generacional de la influencia cultural norteamericana, y el nobel para Dylan. Por cierto, el libro de Dawkins ¿Dónde está publicado en castellano?
El espejismo de Dios, atinada traducción para The God delusion, ha sido publicado por la editorial Espasa. Como sucede con algunos ensayos, me temo que la edición de bolsillo será mucho más cómoda de leer (ahora hay que descansar las manos después de diez minutos de sostener el volumen).
Pronto analizaré el capítulo 4, ahora no sé advertir si la contrición continuará o no.
gracias por haber visitado Notas poco rigurosas, y felicidades por tu página que me ha gustado mucho.
Gracias, Leonel, seguiremos encontrándonos por estos meandros virtuales, entre Managua y Barcelona.
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