lunes, 30 de noviembre de 2009

Nancites 21

1. No podemos empezar el día sin hacer referencia al Cervantes de Pacheco. Es la única razón, de hecho, para referirse a Pacheco: es extraordinario que haya autores a quienes sólo visitamos cuando les dan el Cervantes, pues permanecen atrincherados tras la fina capa de lo sublime a lo largo del resto de sus vidas. No seré yo quien lance la primera pulla, pero tampoco permaneceré callado frente a las decisiones misteriosas de jurados dudosos: Jaime Labastida, representante de la Academia Mexicana de la Lengua, estaba entre ellos, lo cual ya es sintomático del resultado final. Por su parte, García Montero y Almudena Grandes forman un matrimonio indisoluble también en las deliberaciones literarias. Y para qué seguir: Soledad Puértolas ha sido seleccionada por la directora del Instituto Cervantes, en un gesto de amistad que debe honrar a ambas. En fin: juzgemos a Pacheco por sus poemas, porque por sus ensayos flaco favor le ha hecho El País a su trayectoria.

2. Ya postulé otras veces que la desaparición del papel empezará por los periódicos y las revistas (si llega más allá ya es un asunto metafísico). Hoy nace el primer periódico digital de pago, y me consta que la profesionalidad que hay detrás del invento está fuera de toda duda. Ya pagué mis 50 euros, claro: soy lector contumaz de prensa en todas sus ideologías y colores, y no puedo evitar la emoción ante cualquier aventura como esta. Los principios fundacionales de Factual me calzan como unas buenas zapatillas de invierno: la búsqueda de la verdad de los hechos y el enfoque científico de la realidad. El periodismo era esto.

3. ¡Qué tarde me entero de las malas noticias en Nicaragua! Antes de que desaparezca el papel, la revista Archipiélago ya dijo adiós en este 2009. Una compra menos que hacer en Laie cuando este diciembre salte el Atlántico, que gastaré en el nuevo y flamante Granta de la editorial Duomo.

4. La exquisita reseña de Andrés Barba sobre la pentalogía autobiográfica de Bernhard.

5. Jorge Carrión, sin salir de Letras Libres, se pregunta sobre la última novela de Muñoz Molina: "¿Qué sentido tiene escribir otra novela sobre la Guerra Civil? ¿Son necesarias esas mil páginas?" He leído varios elogios sobre la monumental obra, pero la pregunta certera arremete al lector, y me la formularé cuando sopese el volumen en la librería. Inmediatamente, la compraré y demoraré su lectura hasta 2010, pero la pregunta seguirá flotando en el aire.

8 comentarios:

Mais il faut travailler dijo...

Gracias por el post en general y especialmente muchas gracias por el punto número 4. Esa reseña es ciertamente exquisita, y la última frase, memorable. Luego leí tu Dogma, y bajo el estupendo paraguas del sentido de la posibilidad y pensando en el placer que será releer este libro unas cuantas veces, reproduzco debidamente en mi página web, no sólo el enlace a la exquisita reseña, sino tu frase, para uso y disfrute de la humanidad, efectivamente, por la parte que me toca.

Como dijo un poeta: sienta quien lee.

Un saludo lector entusiasta.

M.

José Luis Sosa dijo...

No se en que lugar del mundo vives, pero eso que dices del poeta, ensayista, narrador y traductor José Emilio Pacheco, es falso.

"¿Permanecen atrincherados tras la fina capa de lo sublime a lo largo del resto de sus vidas"? ¡mentira!, se ve que no lo conoces y mucho menos lo leiste.

Me da risa leer que "la única razón, de hecho, para referirse a Pacheco", vaya, la ignoireancia es atrevida. ¡Leelo primero!, para que veas si es la única razón.

Tu siempre tan envidioso y amargado. Decir que Labastida estaba ahi y que esto influyó... eres patético. Pensé que eras un poquito más inteligente.

Siempre echas tu veneno, no solo en este caso. Debes de tener una vida muy triste.

José Luis Sosa dijo...

Lee esto, para que veas la diferencia de quien sabe y no sabe:

http://blogs.elpais.com/juan_cruz/2009/11/jos%C3%A9-emilio-pacheco.html

JacoboDeza dijo...

Tu comentario también me ha servido para caminar un buen rato por esa Tristezza Rossa que acumula tantos nombres y obras. Un grato descubrimiento.

Un saludo desde el cruce de caminos.

Mais il faut travailler dijo...

Llevar una vida muy triste es algo normal, señor Sosa. Simplemente ocurre. Sólo suponer tal cosa por su parte, como su última frase pone en evidencia, es rebajarse a envidiar lo que usted no consigue construir con su tristeza.

Basta ya de usar la tristeza como arma arrojadiza. Dejemos pues la felicidad para los imbéciles.

Perdón por la perorata.

Saludo cordiales (doblemente tristes)

JacoboDeza dijo...

El comentario anterior era para Mais il faut travailler, claro.

Amigo Sosa: gracias por el enlace, porque con este link queda expresado su gusto: ¡el blog de Juan Cruz, ni más ni menos! Es difícil pensar que a alguien pueda atraerle la prosa estomagante del gran baluarte de Prisa, pero ya veo que al menos hay una persona. Bien por usted y por su homenajeado.

No quería decir más de lo que dice Yaiza Santos: "¿Quién era José Emilio Pacheco en España antes de 2009? Algún que otro premio secundario y poca cosa más. ¿Y ahora? Lo mismo, pero con galardones de prestigio."

Amigo Sosa, no le cambio mi tristeza por su falta de ironía: me quedo como estoy.

Mais il faut travailler dijo...

Un placer pasarte a leerte por aquí y que haya sido hoy. Es curioso esto de los descubrimientos y cuándo se producen. Daría mucho que hablar o que escribir. Afortunadamente moriremos tarde o temprano, y alguien no muy lejos en la pared o bajo tierra dirá:

Debes de tener una muerte muy triste.

Y tal vez nos fumemos un cigarrito (pues una vez muerto es posible que vuelva a fumar, temporalmente)

Nos leemos, amigos.

M.

Simone dijo...

Jose Emilio Pacheco es grande, no solo como narrador, poeta y ensayista, sino como traductor de, entre otros, Samuel Beckett, Oscar Wilde, T. S. Eliot o Marcel Schwob.