martes, 28 de agosto de 2007

Umbral


Yo no he leído demasiado a Paco, pero siento que a esta hora algo hay que decir sobre él. Quizá se trata de eso: uno puede ser más o menos leído, pero a la hora de la verdad lo que cuenta es que se acuerden de ti. Es más: yo no he leído Mortal y rosa, que según parece es el referente inexcusable y el libro que a esta hora todos los obituarios sacan a relucir. Pero para mí Umbral era un excelente columnista, por encima de todo. ¡Y qué difícil es serlo, como si eso fuera a ser alguna merma en la consideración de este escritor! Ahora miro alrededor y ya casi no encuentro columnistas de raza, hechos para el apunte diario y absolutamente originales en su prosa, necesarios cada mañana aunque ese día se hayan levantado con el otro pie. Desaparecidos ya Vázquez Montalbán y Haro Tecglen, intuyo que el adiós de Umbral es un punto y final a un estilo generacional formado a partir de las redacciones de los periódicos, de la velocidad de la pluma, de la frase exacta y puntiaguda. Después llegaron las excentricidades de Elvira Lindo o la precisión literaria de Millás, pero siento que ya no es lo mismo.

Sí recuerdo ahora con cierta sonrisa el diccionario de literatura que se sacó de la manga como encargo de Planeta (uno de esos encargos raros por lo interesante que resultaba), y cómo estableció el término angloaburrido para el mejor prosista que ha dado este país en los últimos dos decenios. Sus pullas le dieron el aura de incorregible, y quizá por eso también Umbral ha pasado a ser necesario: yo siento un cierto apego por los provocadores, ni que sea porque remueven de vez en cuando las aguas mansas de este país hispanoaburridísimo, aun cuando no compartiera en el fondo casi ninguna de sus críticas mordaces.

No voy a ir directo hacia nunguna librería para ponerme al día sobre su prosa. Me bastaban sus párrafos diarios, primero en El País y después en El Mundo, para empaparme de un lenguaje innovador a la vez que arcaizante, y que supongo fue decisivo para que le acabaran dando el Cervantes. Tampoco es que fuera corriendo cada mañana a por El Mundo porque ese no es mi mundo, pero ahí está la red para solventar urgencias inmediatas. Me quedo, pues, con sus antañazos, sus cuandoentonces y sus jais, con su bufanda al cuello y su impentitente pose de imposible vacilón. Me quedo con eso y ya.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Con tu permiso, te llevo al Bosque.

Un besico.

JacoboDeza dijo...

¿Bajo un almendro en flor y con todo el tiempo por delante? :)

Encantado.

Anónimo dijo...

Lo ha colocado a la sombra de un sauce, que le va mucho más.

Gracias, Jacobo, me ha gustado lo que has escrito y es un placer para mí tenerte por allí de vez en cuando.

Un abrazo.

Anacrusa

dot dijo...
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