jueves, 17 de mayo de 2007

La enciclopedia libre

Las novedades tecnológicas llegan a mí siempre con cierto retraso, por eso fui un blogger tardío (cuando ya tantos se habían avanzado a la moda antes que yo), seguí comprando discos de vinilo cuando todo el mundo escuchaba CDs, o después me enganché al CD portátil cuando ya, en las calles, veía a la gente con unos aparatos llamados MP3 o así, que todavía forman parte de mi incierto futuro. Sigo siendo de los últimos en adaptarme al alud de máquinas modernas, aunque tampoco lo considero ninguna resistencia a los nuevos tiempos: llega un día en el que, sin más, hago el cambio de una formato a otro y no me pongo a llorar como el poeta, porque cualquier tiempo tecnológico pasado fue, simplemente, anterior.

Es por eso que hasta ahora mismo no me he metido en serio en los entresijos de la Wikipedia, ese invento surgido de internet que ya me ha apasionado de manera extraña: y es que estas pasiones tan inmediatas tienen algo de impostado, como de flechazo fugaz que corre el riesgo de perder el interés al cabo de poco tiempo. Pero mientras dure, creo que voy a participar del juego en la medida de lo posible.

La idea es de por sí atractiva: convertirnos todos en aprendices de Diderot y ser partícipes de un proyecto abierto, plural, libertario, pero todo dentro de un orden necesario. Cada uno de nosotros, por el simple hecho de registrarse de manera rápida y gratuita, puede introducir nuevas fichas en la enciclopedia o modificar las que ya existen. La edición española cuenta ya, mientras escribo, con 232.662 entradas alfabéticas, pero la cifra no me abruma para nada. Es más, creo que el conocimiento mundial (en español) no puede reducirse a un número tan insignificante, así que intuyo que todo el trabajo está aún por hacer y yo no llego tan tarde esta vez.

Se me pasan por la cabeza varias preguntas o inquietudes ante esta summa barroca en constante crecimiento. La primera, sin duda, es saber quién está detrás de todo ello o quién maneja los hilos (quién modera, se dice en este contexto) para que el invento no se desmorone ante la visita de los inevitables saboteadores. La red, como la calle, está llena de graffiteros dispuestos a sacar su spray a las primeras de cambio y pervertir la idea original: qué mejor y más fácil para estos graciosos, frente a la enciclopedia del conocimiento, que llenarla de mentiras y datos falsos. Ayer mismo, en una rápida navegación, leí que el Premio Cervantes 2006 había sido otorgado a una tal Juana de la Cuadra por obra y gracia, supongo, de algún enemigo de Gamoneda. Limpié yo mismo el excremento, pero no creo que la misión de los usuarios de la Wikipedia sea barrer cada día el lugar y convertirnos en guardias de seguridad permanentes, y es por eso que uno se pregunta: ¿hay alguien ahí o estamos solos? ¿Es habitual tropezarse con abanderados del boicot y con sus huellas esparcidas por toda la casa?

La segunda cuestión, mucho más gratificante, consiste en pensar sobre el contenido global de la enciclopedia y sobre el peso relativo que tienen las materias y los conceptos que hay en ella. Es decir: suponiendo que estadísticamente los usuarios se dividen por un igual entre científicos, literatos, humanistas, sociólogos, y un largo etcétera de perfiles que son, a su vez, una correlación del perfil medio del ciudadano del mundo que usa internet; entonces, digo, el resultado no parece que vaya a estar muy inclinado hacia una disciplina concreta, sino que se repartirá entre los intereses babélicos de todos los colaboradores. Así, las 232.662 entradas (puede que en dos párrafos que llevo escritos la cifra ya haya aumentado) serán una muestra muy gráfica de lo que preocupa o interesa a la mayoría de los hombres y mujeres de hoy. Vaya, al menos a mí no se me ocurrirá introducir el concepto "Fractal" si es un tema que me aburre sobremanera, pero para otro debe ser su pasión, viendo además cómo la entrada existe y es de una precisión asombrosa.

Llego, pues, al meollo: tecleo "Javier Marías" y puedo leer una completa biografía con un listado de todos los libros por él publicados y todos los premios que le han sido otrogados. Pero eso es sólo el principio: hay entradas también para el "Reino de Redonda" e incluso para el "Premio Reino de Redonda". Sin salir de mi éxtasis, tecleo "Roberto Bolaño" y vuelve a aparecer una buena página biográfica y la lista de obras casi completa (yo mismo me encargo de actualizarla con La universidad desconocida y El secreto del mal). ¡Pero además hay entradas específicas para 2666 y Los detectives salvajes, en los que se cuentan los argumentos de cada novela!

Estos ejemplos me bastan para reconocer que la Wikipedia es un espacio óptimo para las obsesiones personales de cada uno. Aunque muchos lo pongamos en duda, ni el Reino de Redonda ni 2666 son elementos fundamentales para el devenir de la humanidad, pero la enciclopedia los recoge al mismo nivel que cualquier otro término mayor y necesario. Algún lector fatalmente tocado por la literatura de Marías y Bolaño (acaso paseante ocasional de la senda) ha querido compartir su insomnio con el resto del mundo y sentenciar su pasión en una enciclopedia, nada menos. El editor de Larousse, si hubiéramos querido convencerlo de la necesidad de incorporar tales términos a su producto, nos hubiera lanzado un tomo completo en la cabeza. Ahora no hay editor, ni editorial, ni papel: ¿dónde está el límite, pues?

En efecto, dan ganas de ponerse a meter entradas para cada libro de nuestro autor favorito, y después para describir a los personajes (Jacobo Deza!), e ir llenando así páginas de información no sé si irrelevante, pero al menos tanto como lo pueda ser este blog. No sé si ese es verdaderamente el objetivo fundacional de la Wikipedia, pero está claro que dejar en manos de los internautas la tarea de definir las prioridades del conocimiento humano obliga a replantearse qué demonios es eso de "conocimiento". Para que se entienda: las noticias más visitadas ayer por los lectores de "El País digital" llevaban por título "Sexo oral a cambio de votos", "Los pasajeros, al desnudo" y "La más chula de Madrid", mientras la portada se empeñaba en dilucidar el problema de las listas de Batasuna o los últimos coletazos del juicio del 11-M. Eso es el conocimiento: el de usted, el mío y el del editor de "El País digital". De ahí el temor y a la vez el encanto de esta Wikipedia sin orden de prioridades, que crece así porque yo lo digo.

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No tengo noticia todavía de la traducción española, pero el maestro regresa este año con un nuevo libro. Algunos recordarán la disección de Sábado hecha aquí, novela que sigo defendiendo contra los elementos y a pesar de todo. Pero antes, bisturí en mano y cual Henry Perowne, le abriremos el lomo a Amsterdam en los próximos meses: recuérdenme la promesa.

3 comentarios:

Portnoy dijo...

Intentaré leer Amsterdam para poder comentar contigo la novela de McEwan, que siempre acaba decepcionándome (pero sin ninguna razón objetiva, es curioso)
Un saludo

JacoboDeza dijo...

Lo mío con McEwan también debe ser curioso: yo entiendo perfectamente que haya lectores insatisfechos con Sábado, me parece incluso lógico que se piense que sus novelas tienen (cito de tu blog) "algo que no acaba de cuajar, como una mesa con una pata ligeramente más corta". ¡Pero yo siempre salgo feliz de su prosa, de manera indiscutible! Y es más: pienso en sus obras durante bastante tiempo después de leerlas, lo cual es el mejor elogio siempre. Ojalá sincronicemos un poco nuestros comentarios a Amsterdam...

JacoboDeza dijo...

Por cierto: una cortesía que no respondí en su momento debido a mi extravío temporal:

http://opinared.blogspot.com/2006_09_01_archive.html