viernes, 16 de diciembre de 2005

Un padre y un hijo


Yo entonces no sabía lo que era un blog, si es que existían. El artículo lo leí a través de Internet y tuve que imprimirlo para hacer otra lectura más pausada, con la seguridad que dan el papel y el tacto: supe que acababa de leer algo emocionante, así de simple. Tengo una carpeta llena de artículos de Javier Marías y por eso jamás compro sus recopilaciones en formato libro, me basto con esa minuciosa selección, ordenada por fechas, que se acumula en una habitación barcelonesa. Pero al lado de sus manías personales, de las ironías contra los sucesivos gobiernos españoles, de sus obuses contra los funcionarios madrileños, incluso de sus paseos por tumbas inglesas, ese artículo tenía algo de lo que carecía el resto: una sinceridad y un nivel de verdad tan luminosos que cualquier lector mínimamente sensible debía sobrecogerse ante la natural inmediatez de las palabras: el hijo habla de su padre. Así de simple, también. Coleccioné ese artículo aparte, para tenerlo a mano en alguna otra ocasión, y pensé: el día en que ese padre falte, el mismo día en que el tiempo nos muestre su negra espalda, entonces habrá que volver al texto y publicarlo en algún lugar. Cinco años después (Así que pasen cinco años, ya lo dijo Lorca: mañana se cumple con abrumadora exactitud el aniversario de publicación) este humilde blog cumplió la promesa personal que me hice. El acto fue casi reflejo: caen en mi mañana tropical las primeras noticias, voy leyendo crónicas, las palabras de la gente que siempre está ahí, los ecos de la red, y voy a buscar el artículo en la llamada página oficial. Imposible añadir nada a esas líneas tan sentidas y tan sabias, pues pertenecen al territorio de lo humano y de lo personal.

Como es de suponer, ahora no me interesa hablar del Julián Marías ensayista, filósofo, pensador. Mis lecturas del autor son más bien oblicuas, instigadas por la recomendación universitaria o el marasmo intelectual que a todo joven aqueja. Yo quiero hablar de un padre y de un hijo, de esa tan especial relación entre dos personas que tienen su rol muy bien definido y que van creciendo a ritmos dispares: el uno envejeciendo y el otro madurando, el uno transmitiendo experiencias e historia vivida y el otro absorbiendo ese caudal para retenerlo, adquirir conocimiento y también ponerlo en duda. Hay varias etapas en la relación, que se profundiza con el tiempo: cada quien guarda memoria de instantes de cada una de ellas, en las que el hijo escucha, pasea con el padre, lo interroga, le discute algo, sonríen ante una buena escena de un western, se levantan del sofá por esa jugada magistral del delantero centro, leen en la mesa un periódico cada uno, hablan con el perro, y en todo caso saben que ahí están, siempre cerca y asumiendo su espacio en la relación familiar. Jamás la edad rompe el vínculo: el hijo sigue siendo hijo, por varias décadas que hayan transcurrido y por otros hijos a su vez que haya tenido.

Pero después llega la conciencia de la desaparición, la certeza de que el padre agota su última etapa y lo vamos notando en cada pequeña anécdota y en cada detalle de la persona. Habla Marías del andar tenue y de ese destello orgulloso del que se niega a usar bastón (todavía la razón paterna, el negarse a no transigir frente a los embates del tiempo), el apagamiento invisible pero tenaz de quien nos ha protegido y ha sido referente. De ese abismo es del que me interesa hablar: del hijo que un día se levanta de la cama y se sabe solo. No solitario, pues le rodea gente a quien ama y que también vela por él. Solo porque, por mucha rebeldía que haya protagonizado junto a su padre (contradiciéndolo, negándole su razón, siendo hijo de otra época) se encuentra de pronto sin la seguridad que en los peores momentos le puede brindar quien le ha formado y constituido. ¿A quién preguntar, a quién revelar un fracaso, o un mal momento, o una dificultad? Los demás compartirán con nosotros el mal trago, incluso nos apoyarán ciegamente. Pero la voz del padre resultaba (solamente su tono, su firmeza, su aliento que nos transportaba a la infancia) un remedio infalible.

Veré a mi padre en pocos días: mis viajes constantes obligan a postergar nuestros encuentros, cuyos primeros y últimos abrazos tienen últimamente el decorado de los aeropuertos. Su andar tenue también es mi conciencia del presente que huye, de la necesidad de ir reteniendo todo aquello que todavía nos queda por vivir juntos, durante las semanas de reencuentro mútuo. Diez años atrás, mientras le veía alejarse desde las escaleras mecánicas que conducen al control de pasaportes, sus zancadas eran amplias y ágiles. Ahora desaparece de mi visión con la lentitud del caminar moroso, más esforzado. Pero todo se compensa, al igual que lo descrito por Javier Marías, con su capacidad de discurrir y mantener su indignación ante lo que le indigna, su buen humor, sus ganas de incidir todavía en la vida de sus hijos y su preocupación constante por ellos (para él siempre somos futuro. "¿Qué será de ellos?", cuando ellos ya caminan hace tiempo). Eso es lo que nos separa del abismo: su determinación de seguir influyendo en las personas a quienes ama y no perder jamás su responsabilidad de padre. Esta es también, como la de quien cinco años atrás escribía un artículo sensible y luminoso, una celebración particular.

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On time:
19 DEC MGA-BCN 3:20PM

Regresamos por la senda después del jet-lag.

21 comentarios:

Anónimo dijo...

Tu artículo también es luminoso. Me conmueve y me mueve a contestarlo aunque creo que la mejor alabanza sería el silencio que sabes que me es tan difícil.

Desde la otra orilla, desde la orilla en la que hace ya muchos años que estoy sola, una brazo especial con la felicidad de que tú aún seas el proyecto de alguien y con el deseo de que eso dure muchoas años.

Rain (Virginia M.T.) dijo...

Aquí se encuentra es franqueza d ela que hablas y su vitalidad comunica a quienes la leemos, renovaads fuerzas.

El padre, esa figura amable y única guiando nuestros pasos...

Anónimo dijo...

Cuando en febrero viaje hacia mi orilla del mundo, la tuya ahora, y abrace a mi padre, sé que no sólo recordaré el hermoso texto de Marías, sino que también pensaré invariablemente en el tuyo.

De corazón, que tengas el mejor de los viajes de regreso a casa.

JacoboDeza dijo...

Palabras muy generosas todas: permítanme que me sonroje un poco, ni que sea por el solo hecho de reconocerme en el pedacito de sentimiento que hoy he dejado escrito, y por tener tan atentas lectoras.

Emprendamos el vuelo...

Magda Díaz Morales dijo...

Que tengas excelente viaje, Jacobo.

Tu texto es muy bello...

J. G. dijo...

El padre esa figura querida, posteriormente aborrecida, luego admirada y de nuevo querida, y, algún día añorada.

Un saludo.

Nafrán dijo...

¿Qué tal? No viene al caso mi pregunta pero creo que como lectores tremendos me podrán ayudar ¿Conocen quién y en dónde narra el encuentro en un bar entre una europea y un porteño que se gustan pero tras abordarse se dan cuenta que no pueden comunicarse u terminan separandose decepcionados? No es el evento principal de una novela (casi seguro que es en una novela) es más bien un relato sin muchas consecuencias. Creía que era Sábato en Sobre Héroes y Tumbas pero no encuentro la condenada cita.

Anónimo dijo...

Muy feliz Navidad, Jacobo y que el encuentro en el aeropuerto haya sido estupendo, como todos estos días de fiesta.
Mientras, seguimos cuidando la senda.
Un abrazo,
Loriana.

Anónimo dijo...

He llegado a este blog desde "El lamento de Portnoy". Es muy interesante. Con la foto de Bolaño me has conquistado... Te leo.

Misionero dijo...

Amigo, tu texto es llegador desde cualquier ángulo que se le lea. Lo leí como hijo y como padre y me sentí conmovido. ¿porqué? No sé, pienso que lo sentimientos siguen siendo en realidad lo único que nos hace patente la vida que se nos escurre entre las manos, al pasar de días y años. Eso que muchos llaman simplemente amor. Te envío un saludo muy fraternal desde mi tierra la nicaragüita y me alegro de haber encontrado tu blog, el cual he "linkeado" en mi weblog para tenerlo más accesible.

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

Impresionante texto y reflexiones que siento en mi interior pero desconozco cómo expresarlas.

Un abrazo,

Antonio

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Hola a todos para mi lo mejor de estos blogs es la sinceridad y un nivel de verdad tan luminoso que tienen estos post que hacen que las personas se interesen cada vez mas en los diferentes posts

Heart Attack dijo...

Muy buen post es muy interesante yo pienso que la relacion de un hijo y un padre es muy bueno ya que es una relacion muy estrecha porque han crecido juntos y el hijo a aprendido de su padre, es una relacion demasiado bonita

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Es un sitio de mucho interes para mi ya que los libros son mi pasion por la gran enseñanza que estos nos dan.

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Disfrute mucho leyendo su blog es mas gustaria saber si usted a agreado informacion resientemente

orexis online dijo...

Imposible añadir nada a esas líneas tan sentidas y tan sabias, pues pertenecen al territorio de lo humano y de lo personal.

Anónimo dijo...

Yo tambien soy un gran coleccionador de articulos de javier marias, la forma en que aborda los temas es muy buena e interesante, de los articulos que mas me llamaron la atencion fue la lucha contra el Skin Cancer habla muy claro de lo que piensa.