martes, 27 de diciembre de 2005

Aterrizajes y despertares

No, no es que el jet-lag haya sido tan largo: sólo los imponderables habituales, el regreso a una cierta monotonía que nunca acaba de llegar, las infinitas sobremesas compartidas de risas y desvaríos en estos días de empachos. En todo este paréntesis ha habido tiempo para hacer crujir las maderas de La Central (y sopesar a Genji, comprar el último "Granta") y también para acercarme al horror, a su metáfora perfecta: una maleta que no aparece por la cinta y la posibilidad de extraviar de manera quizás definitiva lo que contenía, algunas de las últimas lecturas ya comentadas en la senda: Una novelita lumpen, de Bolaño; Las bailarinas muertas, de Soler; Tiempo de fulgor, de Ramírez... Era el regreso a casa de estos ejemplares, dispuestos a ser colocados en su estante correspondiente y gozar de un merecido reposo en la biblioteca oficial, la barcelonesa. Dos días duró el vértigo, al cabo de los cuales llegó a casa el equipaje intacto y el respiro de este lector fetichista. Ya están en su lugar alfabético y ya terminaron mis pesadillas de pilotos cruzando el Atlántico con el automático encendido y gozando en la cabina de las desventuras de Bianca, mientras yo (triste pasajero de clase turista, "pasta or chicken") debía conformarme con la lectura de ese aspirante a periódico que ahora regalan en los vuelos de Iberia.

Desde que en Iberia ya no reparten "El País" se llega mucho más tarde a España. Antes ya notaba el efluvio ibérico con solo leer aquello de "diario independiente de la mañana", poniéndome al día de lo que me esperaba unas horas después. He llegado a leer tres diarios distintos en una misma ruta: saliendo de Managua con la fecha del dia de ayer, cruzando el océano de noche con "El País" salido esa misma mañana, y llegando a Barcelona desde Madrid con el periódico del siguiente día, con tinta fresca. Es una experiencia curiosa, ya perdida quién sabe si para siempre: el mundo giraba, los sucesos iban acaeciendo (he leído de atracos misteriosos cometidos cuando salía de Managua y ya en Barcelona los ladrones estaban en su celda; he visto declaraciones de presidentes un lunes, contestadas el martes y vueltas a replicar el miércoles; o un cantante anunciaba un concierto para esa noche y yo aterrizaba leyendo la crítica y la crónica del evento) y yo sin bajarme del avión, sobrevolando los hechos y sintiéndome fuera del tiempo, o acaso siempre por encima de él. Ahora regalan no sé si "El Universal" o algo así, una más de esa plaga fétida de prensa gratuita que inunda los metros y las papeleras de nuestras ciudades.

Pero quién se resiste, con diez horas por delante, a echarle una ojeada al papel. Me enteré entonces del nuevo descubrimiento: ya se sabe, porque algún investigador desocupado lo ha puesto de relieve, que existe un método que explica el éxito mundial de las novelas de Agatha Christie. Es una noticia que se repite de vez en cuando, con ciertas variables. Otras veces se habla de una computadora que puede escribir ella solita best-sellers, por ejemplo. Es la gran obsesión por encontrar la fórmula matemática que describa el éxito, ya sea literario o de otro tipo: una obsesión nada banal, supongo, pero rigurosamente imposible. Es la misma razón por la cual existen incontables recetarios de cocinas y muchos menos cocineros que las conviertan en platos suculentos: justamente lo que no aparece en la receta, lo que queda fuera de la fórmula, es la clave del éxito. Lo mismo le sucede a Agatha Christie: no es que fuera capaz de juntar palabras a partir de un mecanismo pautado (como sugiere el bobo descubridor) sino que el conjunto de su trabajo atraía a millones de personas gracias a un aliento literario del que carece la mayoría de mortales, ordenadores incluidos. Lo subrayaba con gracejo Vila-Matas en la edición dominical de "El País": parece que la fórmula se basaba en este caso en utilizar frases breves cuando llegaba el clímax de la novela, en los capítulos finales. Eso, según nuestro Sherlock, facilitaba la lectura y atraía a los que habitualmente no se acercan a los libros. Pero ay, no se dio cuenta el sabueso de que para llegar a las frases cortas había que leer antes 150 páginas llenas de frases más largas, con lo cual la teoría se desmorona como un castillo de naipes. Pero no hay de qué preocuparse: pronto llegará alguien que contará el número de asesinatos ocurridos en sus novelas y llegará a la sabia conclusión de que ese número es psicológicamente la causa por la que todos hemos leído Diez negritos sin apenas pestañear. Lo dice la ciencia.

Pero no hagan caso de este post: es para anunciar que sobrevivo todavía, sin tiempo para abrir ninguno de mis blogs preferidos y saliendo de un duermevela algo dilatado. Pero debo reconocer que me he encontrado las flores de la senda en perfecto estado, y compruebo que puede seguir siendo placentero el caminar por aquí. Respiro hondo, y avanzo.

6 comentarios:

Portnoy dijo...

Buen regreso, navegante. Los pecios seguimos por aquí, esperando...
Un saludo

Anónimo dijo...

Bienvenido a tu casa. Enhorabuena por la recuperada maleta. Felices dias y que el 2006 y todos los sucesivos sean maravillosos para ti.

Hablando de genios descubridores de los enttresijos del éxito y sus misterios, recordarás aquel notición portentoso de que Bach (Don Juan Sebastian) era unas siglas de los nombres de cuatro compositores que trabajaban a destajo. Sólo así se explicaba una producción tan abundante y tan perfecta.

La envidia, aunque sea a siglos vista, tiene múltiples formas y modos imposibles de explicar.

Un abrazo gordote.

Ana

P.L. Loriana me propone que te diga algo en lo que ambas estamos de acuerdo. Aquí va: Cuando pasen unos días, voy a enviar a los hijos de Don Julián Marías lo que se ha dicho de su padre en El Bosque, a modo de pésame y abrazo. A las dos nos da mucha pena que el precioso artículo que has escrito aquí vaya bajando hasta perderse ¿Puedo imprimirlo y enviárselo también, advirtiendo de dónde procede? Es bellísimo y, si yo fuera hija de Don Julián, me gustaría conocerlo.

Otro abrazo.

JacoboDeza dijo...

Ana, lo bueno de los blogs es que estos textos que voy esparciendo ya no sé si me pertenecen del todo: al no haber soporte físico que los respalde (una pantalla sigue siendo para mí algo inmaterial) ya son un poco de todos los que han tenido la paciencia de leerlos.

Leí en "El bosque" la referencia al envío que pensabas hacer a la familia Marías. Pensé entonces en copiar mi texto allí, pero me dije: "Si Ana quisiera mandar también el mío, estoy seguro que paseará por la senda y preguntará". Además me parecía excesivo ir pegándolo en otros espacios, por muy agradable que sea volver siempre a ellos.

Pues eso: adelante con vuestra idea (tuya y de Loriana) y dos abrazotes más.

Portnoy, ya ves: los pecios jamás nos hundimos, permanecemos eternamente flotando en la superfície. Saludos.

Anónimo dijo...

Je, je. Me conoces. Bueno, pues mejor así. Con una pequeña explicación colgaré tu artículo en El Bosque (así no se resiente tu natural modestia)y así va junto con los que allí están cuando lo mande a los hijos de Don Julián. Gracias.

¿Ves que fácil, Lorianita? Es que nuestro Jacobo es una joya.

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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