viernes, 7 de octubre de 2005

Antes del Nobel

Lo confieso: a mí el Nobel me pone. Soy de los que cada primer jueves de octubre va saltando de emisora en emisora y leyendo todos los periódicos posibles por internet para conocer la noticia, y a la vez actualizando blogs con el F5 no fuera a ser que alguien, antes que yo mismo, hubiera anunciado el veredicto. Lo que espero con ansia renovada año tras año es la frase exacta, precisa, de corte academicista, con la que los venerables suecos justifican su decisión. Nunca son más de veinticinco o treinta palabras, y en ellas debe encontrarse la esencia del premio, el motivo por el cual un autor sobresale por encima de todos los demás. Esto es lo que dijeron al otorgarle el Nobel a Elfriede Jelinek:

"(...) por el flujo musical de voces y contravoces en sus novelas y obras de teatro, que con un extraordinario entusiasmo lingüístico revelan el absurdo de los clichés sociales y su subyugante poder".

El subyugado soy yo: ¿quién debe ser el autor de esas oraciones? ¿qué mente es capaz de sintetizar la gloria en dos líneas? Otro ejemplo, en este caso el de Coetzee:

"(...) por el desarrollo de una obra de impecable composición, y cuajada de un diálogo y una capacidad de análisis brillante, y por ser un escéptico escrupuloso y un duro crítico del racionalismo cruel y de la moralidad cosmética de la civilización occidental".

Y termino con un tercer ejemplo, el dedicado a Kertész, que también resume la idoneidad del premio y no deja lugar a dudas:

"(...)por crear una escritura que defiende la frágil experiencia de los individuos ante la arbitrariedad bárbara de la historia".

Estos sintagmas certeros me absorben cada octubre y me impiden la crítica severa al galardonado y mucho menos a la Academia: realmente, a quien deberían darle el Nobel es al constructor de pecios. Pero ya estamos a siete de octubre y de momento estamos sin frase, huérfanos todos. Suerte tenemos los adictos al Nobel que en las mismas fechas, aunque haya atrasos en literatura, nos reparten otras migajas: ya estoy covenientemente puesto al día sobre la helicobacter pylori, la espectroscopía y la metátesis. Pero claro, donde haya un flujo musical subyugante, que se aparten los científicos.

En definitiva, y es muy serio lo que digo, nunca he acabado de comprender por qué el Nobel ha sido el premio que ha despertado mayores pasiones y el que ha sido entronizado como el premio superior, como la medalla de oro olímpica o el Óscar al mejor actor. Es intrigante, digo, porque Alfred Nobel jamás dejó escrito en ningún lugar que el premio que creaba con su apellido tuviera que ser otorgado al "mejor escritor del mundo". Entre otras cosas, porque la inteligencia del inventor de la dinamita debía ser bastante como para entender que eso era imposible, que no existía tamaño personaje en nuestro insignificante planeta. Sea como fuere, lo cierto es que todos esperamos cada año la bendición como si al fin se revelara ante nuestros ojos el gran escritor que ya era pero que no había sido tocado aún con la varita mágica, detalle fundamental para adquirir el aura de indudable maestro. Y todos elaboramos listas y hacemos apuestas, a cual más azarosa, para adivinar el nombre de este año. No voy a ser menos, aunque la que aquí expongo no es la mía estrictamente sino la que se vocea por internet, a la que me sumo como blogger solidario:

Philip Roth, Milan Kundera, John Updike, Mario Vargas Llosa, Joyce Carol Oates, Assja Djebar, Ismael Kadaré, Ryszard Kapuscinski, Amos Oz, Antonio Lobo Antunes, Cees Nooteboom, Salman Rushdie.

Parece que la novedad de este año es Kapuscinski, un autor de no-ficción, lo cual tampoco impide el galardón puesto que Alfred Nobel jamás dejó escrito (escribió más bien poco, como se ve) que el premio tuviera que ser para novelistas, poetas o dramaturgos solamente. La nota peculiar en otras listas la pone Bob Dylan, y siempre están los autores desconocidos para la mayoría que al final suelen acabar ganando, como Tomas Tranströemer.

Otras quinielas divertidas son las que hacen referencia al sexo (este año tocaría hombre después de ser Jelinek la afortunada en 2004), la geografía (mucha Europa últimamente) o la lengua (¿para cuándo un Nobel hispánico?). Aunque jamás agradeceremos de manera suficiente a los escritores que dedicaron su vida para ello, haciendo carrera para lograr ser encumbrados con el premio: nuestro Cela se lo propuso y se dio a la tarea con un esfuerzo que le valió su recompensa. Y este año, sin ir más lejos, el eterno candidato esperó en vano la noticia subido a una tarima haciendo, claro, lo que hay que hacer en estos casos: puro teatro.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho tu escrito. Mucho, mucho. Quizás sea porque participo de esa desazón, de esa zozobra de esperar el nuevo premio que, ni siquiera al ser publicado, las aplaca del todo porque, de modo inmediato, uno se pone a elucubrar quién será el próximo premiado, el del año que viene que queda tan lejano y tan próximo como todo lo que nos queda por vivir.

Sigamos esperando. En esta ocasión, consultaré tu blog para enterarme :-)

JacoboDeza dijo...

Seguimos en vilo, Anacrusa. Uno de los buenos efectos del Nobel es que inmediatamente después de conocer la noticia, cualquiera puede bajar a la librería y comprar alguna obra del galardonado. Pero no siempre: recuerdo que Brodsky pilló desprevenidos a los editores españoles, y con Jelinek tuvieron que hacer horas extras para sacar a la calle algunas traducciones. Pero lo mejor es cuando no hay que bajar ni a la calle: después de leer el veredicto, miramos en la estantería de la habitación y comprobamos que nosotros ya teníamos libros del nuevo premiado. Me pasó con Coetzee: es entonces cuando respiramos hondo y pensamos: "si es que yo ya lo sabía..."

Suecia me queda muy lejos, y creo que con el cambio horario otros blogs se me adelantarán en la primicia.

En efecto, putaasesina: en la lista (que te recuerdo que no es mía estrictamente) hay una inexplicable falta de poetas, y eso que este año... ¡toca poeta! Y Parra tiene todos los números: ni es mujer, ni es Europeo, ni escribe en inglés. Te dejo otro nombre: el sirio Adonis.

Anónimo dijo...

:-) Me pasó exactamente igual que a ti con los nombres que citas y, al ver que tenía ¡¡dos!! Coetzees... Es una sensación de que uno no es del todo arbitrario eligiendo sus lecturas ¿verdad? Aunque ya antes nos lo había confirmado nuestro común Marías.

No importa que estés lejos y que tardes: esperaré.

Anónimo dijo...

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