martes, 20 de septiembre de 2005

Nancites

1. m. Nic. Fruto del nance.
Se trata de un fruto pequeño y muy aromático, comestible, tanto para hacer jugos como para saborearlo con el licor que va destilando con el paso de las horas. Los nancites, como pequeñas cerezas amarillas, van cayendo en el jardín o sobre el techo de la casa, insistentemente: son el picoteo irresistible del que acostumbra a probar de todo, del que se pierde por internet y va hallando retazos que le interesan, del que vaga por la senda y va encontrando libros, furias, palmadas, alientos, sospechas. O sea, nancites varios.

Nancite 1: Escribe esta vez Guelbenzu sobre Perro callejero de Amis. Como ya dije hace poco, sigo con interés sus críticas, y suelo hacerle bastante caso. Ahora Guelbenzu realiza un verdedero equilibrismo para dar cal y arena a la novela. Por un lado, alaba su fuerza y exuberancia, su "humor, inteligencia, desfachatez, ningún complejo a la hora de contar y una visión demoledora y estresante de este loco mundo, con especial referencia al (ex) imperio británico". Un buen bagaje, dice. Pero, por otro lado, esa misma desmesura le produce una sensación de hartazgo y de cierta dispersión: "su inagotable capacidad de jugar con el lenguaje, su desmedida comicidad, su inventiva... necesitan un freno. La expresión no es sólo producto de la exuberancia; también es contención y selección". Me pesa bastante esta crítica: cada vez admiro más, como lector, el ritmo lento de la historia, la gradación de los hechos, la introducción paulatina en un territorio, y deploro la ráfaga de sensaciones, el torrente de ideas, los golpes de efecto demasiado contínuos. Amis ya estaba corriendo esos riesgos, y ahora, después de la crítica, me da más reparo enfrentarme a esa novela, que tampoco es breve. En el ABC (Mercedes Monmany) se dice que "este autor se ha entregado, en el campo de la ficción, a parábolas cada vez más cegadas por la ambición y la desmesura. Parábolas enmarañadas, de pretenciosos y contundentes efectos paródicos". Uf, más de lo mismo: esperaré a escuchar la voz de otros lectores en quienes confío.

Nancite 2: Gancho de izquierda para París, de Giralt Torrente, en el blog del lector ileso. Y justamente leía hace pocos días la crítica de "Babelia" (un "Babelia" ya viejo, de febrero) sobre Los seres felices, su última novela. Una crítica elogiosa, contando que su prosa es de lo más cercano a Marías. Me entusiasmé y mi entusiasmo duró lo que dura una frase del citado blog: "Abandono. La dejo. No puedo. Me ha costado muchísimo esfuerzo llegar hasta esta página 53 de la que renuncio a pasar". Cómo estamos hoy...

Nancite 3: Y por si esto fuera poco, también toca destripar un poco a Vila-Matas y su Doctor Pasavento. Lukas duda que este "cínico de cuidado" sea escritor, pero la literatura agradece que volvamos al ring de las buenas veladas: hay que recuperar la pasión lectora, como sea, y esta también es una vía.

Nancite 4: ¡Todavía hay quien lee a Ruiz Zafón! Nunca leo listas de libros vendidos, pero La sombra del viento debe andar por el centenar de semanas en el hit parade. ¡Cuántos árboles talados! ¡Cuántas frases del estilo "no es una obra maestra, pero no es tan mala como dicen"! ¡Cuánta sacarina edulcorada!

Nancite 5: Y el último combate del día: la respuesta tardía de Carlos Franz en "El Mercurio" a un artículo de Javier Marías. Se quejaba Marías de que en un Babelia sobre lo mejor del 2005, un grupo de suplementos literarios latinoamericanos se puso a aplaudir a los suyos, a los autores chilenos o argentinos, olvidando la (buena) literatura que se escribió en España durante ese año. Responde Franz con el consabido "y tú más": se queja de que el Premio de la Crítica sólo haya recaído en autores latinos 5 veces en medio siglo. Es la respuesta del entomólogo: siempre se puede hallar un ejemplo que contradiga el ejemplo de nuestro contricante, siempre habrá una mariposa más rara y más exótica que la tuya, y siempre habrá una disputa todavía más estúpida que ésta. Y si no, al tiempo.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo leí 'La sombra del viento', lo confieso. En 2001, cuando estaba recién publicada. Fue por recomendación de un familiar que me es muy querido, gran lector, pero con cuyos criterios no suelo coincidir. ¿Qué impresión me llevé? Pues que durante la primera parte de la obra era un entretenido folletín en el que el autor empleaba recursos clásicos, pero sin ironía alguna. Utilizaba medios melodramáticos y situaciones de sainete. La segunda parte se me hizo absolutamente indigesta y nada convincente: sobre todo, la fui viendo como una novela hecha sobre calcos. Había páginas que me recordaban a Umberto Eco, otras a Eduardo Mendoza y otras a García Márquez. Era, por tanto, una narración poco original, pues sobre esos moldes no aplicaba nada que no hubiera sido empleado de antemano, sólo la mixtura era lo nuevo. Y, en efecto, casi todo tenía un sabor archiconocido produciéndome una impresión de 'déjà-vu'. Admiré, no obstante, la capacidad narrativa del autor para escribir y escribir páginas de ficción, cosa que me está vedada.

Fdo.: Justo Serna.

JacoboDeza dijo...

Totalmente de acuerdo. Lo que me subleva es esa facilidad por la mímesis y la escasa ambición literaria. Hay extraordinarios libros que desaparecen en pocas semanas de las mesas de novedades y que serían motivo de placer para toda la gente que devora esta novela: pero hay que comprar lo mismo que compró el vecino, no arriesgar, ir sobre seguro: ya se encargará Planeta y algún ínfimo crítico de promocionar el producto para hacerlo imprescindible. Cualquiera que conozca un poco de literatura (o sea, que haya leído mucho, por encima de todo) puede ver las trampas de La sombra del viento y su insignificancia en la historia de la novela. Pero ahí está la frase que nos justifica: no es una obra maestra pero se puede leer. O sea, que se puede leer a expensas de no leer obras maestras...

Un saludo, Justo.

Anónimo dijo...

Lo confieso: suelo hablar mal de los bestsellers sin haberlos leído.
El verano de 2004 estuve en Roma. Era agosto y había más turistas españoles que italianos. Me sorprendió ver el escaparate de una librería, en el que sólo aparecía expuesto un libro (eso sí, varios ejemplares del mismo libro): "La sombra del viento". Sentí cierta satisfacción patriótica (me viene ahora a la mente la comparación de Bolaño al hablar del sentimiento nacionalista y me muero de vergüenza: "imaginen una estatua hecha de mierda que se hunde lentamente...")y pensé: "Éste betseller sí que lo voy a leer". Pero llegué a España y ha pasado más de un año y no lo he leído. ¿La culpa de quién es? Probablemente mía, pero yo se la echo a Bolaño y a Eça de Queirós, a Parra y a Cernuda, a Vallejo, a Vargas Llosa, a Capote...

JacoboDeza dijo...

¡Bolaño tiene la culpa, no lo dudes! Se encerró día y noche para escribir una novela de más de mil páginas y así evitar que leyéramos La sombra del viento: el resto (Eça, Cernuda, Vargas...) fueron cómplices necesarios. Un caso resuelto.

Anónimo dijo...

Menuda colección de esnobs y estreñidos he encontrado en este blog. Me encanta la suficiencia con la que se habla de todo y me recuerda esa legión de mediocres, como yo mismo, que nos paseamos por los foros de internet haciendo discursos, sentencias y creyendonos lo listos que somos. Me he reconocido en vosotros y me he dado cuenta de que soy, somos, unos gilipollas. Al menos nos queda internet donde publicar y siempre tener la razón.

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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