Ya me iba de vacaciones pero una noticia en El País me ha dejado un buen rato pegado a la pantalla: Hollywood se plantea dejar de distribuir DVD en España por la piratería. Ante un titular así me temía la avalancha de comentarios de los lectores, que en efecto y a esta hora ya se acercan a los 400. Como el tema tiene implicaciones indirectas con los libros (las descargas de películas en internet pueden ser el preámbulo de las descargas de libros para el iPad en un futuro cercano) me he entretenido en leer las reacciones que el asunto suscitaba.
Voy a copiar algunas frases que la gente ha dejado escritas, casi siempre en un tono jocoso y a la vez visceral, y que ejemplifican muy bien cuál es el razonamiento de quienes ya ven cine sin soltar un euro. Miento: soltando el euro que cuesta el soporte digital en el que quieren archivar la película, y que para ellos ya justifica todo el gasto necesario. Es lo que dice Juan:
Ya pago sus productos con el canon, así que ahora no me pidan que compre sus DVDs.
Creo que voy a utilizar este argumento en mi próxima visita a un restaurante: si me obligan a pagar algún impuesto o tasa (quizás el IVA) pediré que la comida me la regalen. ¡Sólo faltaría, tener que pagar por una langosta si ya tengo que pagar un canon adicional al gobierno! Como en el caso del embargo a Cuba, el canon ha hecho más por la piratería que cualquier otro mecanismo de control, así como el embargo ha afianzado un gobierno dictatorial: se ha convertido en la excusa perfecta para que los piratas puedan justificar contablemente su proceder. Capitán Trueno, pobre como una rata, no ve otra solución:
¿Qué quieren que haga la gente? Le muestran el chocolate todo el rato, pero no le dan el dinero para comprarlo. Van y lo agarran.
¡Van y lo agarran! Esta sentencia sería simple apología del delito si no fuera porque la descarga de películas ya es vista en España (y sentenciada por la ley de propiedad intelctual, aunque no me voy a meter en esos vericuetos) como algo normal. ¡Si lo hace el vecino! Algún día habrá que estudiar, seriamente, cómo internet transformó el concepto de mercadería y el proceso de compra-venta, y de qué manera un producto cultural pasó a ser un caramelo gratuito. Si el formato es copiable (un vídeo, una novela) se rompe la cadena creador - editor/productor - distribuidor y el internauta obtiene el resultado sin costo alguno. Si otros enseres cotidianos pudieran ser copiados sin esfuerzo (una silla, una coca-cola, un Peugeot 205) no dudo que nadie pagaría por ellos, porque seguro que ya habría algún canon en medio que justificaría nuestro impulso. La vieja fotocopiadora no llegó a ser nunca una amenaza real para el libro porque la copia era poco rápida y trabajosa: una cuestión de técnica. También para el pirata es un escollo la poca oferta, como decíamos ayer y como apunta Ciro:
Peor que pagar es no tener nada que piratear. Le pasa al libro electrónico, en el que sí, puedes bajarte un montón de libros, libros que ya tienes y que ya has leído en la mayor parte de los casos, pero no me puedo bajar porque no está ofertado en versión electrónica el último libro que recoge la obra periodística de Vázquez Montalbán.
Además de piratas, exigentes. Pero también previsores: lo dice un lector anónimo con alma de bienhechor:
No quiero pagar 9 euros por ver una película que probablemente no me guste.
Por tanto, me la tomo prestada porque será un bodrio. ¡Cuántas novelas me hubiera ahorrado yo en mi biblioteca si ya supiera de antemano que me iban a defraudar! Regreso al restaurante: este filet mignon probablemente no me guste, así que deje que me lo coma sin abonar la cuenta, muchacho. Lo que no negaré es que el precio de las cosas es relativo, y que las comparaciones pueden ser válidas. Roberto hace el esfuerzo:
Yo resido en el Reino Unido. Me compro CD´s de último lanzamiento por 10 euros (en España 20), películas en DVD por 5 y Blu Ray por 10 (en España 30 euros).¿Libros? en el Reino Unido 7 u 8 euros. Todo esto con el plus de que aquí los sueldos triplican a los españoles. Desde que llegué no he vuelto a piratear nada. Prefiero comprarlo, y si no me gusta pues unos pocos euros pierdo
Soy incapaz de considerar caro un libro de 20 euros, cuando comparo precios con otros productos (perfume, pantalones, cena para dos). Pero sí me parece acertada la relación entre precios de dos países cercanos, aunque no tengan la misma moneda. De todos modos, entre un lanzamiento comercial y la aparición de libros de bolsillo y CD en oferta es de muy pocos meses: es el precio de querer ser el primero o de esperar a que todo se pueda encontrar a 8 o 10 euros.
Dejo el diálogo entre Albert y Morgana para el final, para sentenciar esto con una sonrisa:
-Elvis está muerto, por mucho que me descargue o deje de descargar su música no va a producir más canciones ni evidentemente lo voy a matar de hambre.
-Albert, hombre, con ese criterio, que regalen los cuadros de Van Gogh, ¡Como ya está muerto!
Confío que no venga una horda de filibusteros a ensuciar la senda de huellas, porque hasta el lunes no pasaré la escoba.
El azul del cielo
Hace 9 horas
3 comentarios:
Yo sinceramente creo que la batalla está perdida. Nos queda lo que a los romanos: ver la llegada de los bárbaros y esperar que no nos duela demasiado.
Deza, esperamos la crítica sobre los cuentos de RB.
¿Llamadas telefónica, Putas asesinas, El gacucho insufrible o El secreto del mal?
¿Cuál será el agraciado?
Saludos
Lalo, le digo en primicia que aplicaré mi bisturí a Llamadas telefónicas, aunque antes quiero decir algo sobre el otro libro que me llevé de vacaciones. Algo sustancial, creo.
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