No quise adjuntar a este blog la imagen más burda de todas: la del musulmán con turbante y mecha encendida, más que nada porque me pareció falaz, tópica y de mal gusto. Pero eso no excluye mi defensa de la libertad para que una revista o diario europeo puedan (si así lo desean) publicarla. Pero sí me pareció acertado el dibujo de ese extraordinario portadista de "Le Monde" que tantas veces ha dado antes en el clavo de la sensatez. Plantu resumió en una sola imagen el eterno conflicto entre los límites de la censura y la capacidad de herir sensibilidades, entre la libertad de expresión y el veto a ciertos temas o personajes. Entonces sí me pareció acertado subir esa imagen al blog y solidarizarme así con los Rushdies, Lmrabets o Van Goghs que de vez en cuando se convierten en chivos expiatorios de causas difusas.
Porque seamos claros: lo que aquí está en juego es mucho más que la simple publicación de una viñeta en un periódico. La reacción desproporcionada, airada y violenta de estos últimos días es una perfecta estrategia de unos pocos con mucha capacidad de persuasión. También en otros lares hay gente que, de manera totalmente pacífica, firma preguntas idiotas sobre derechos, deberes y resquebrajamientos territoriales: la misma persuasión aunque sea con mejores modales. La falsa idea de que el islam es sólo eso (turbas incendiando embajadas) es la misma que hace que un pésimo humorista dibuje a musulmanes con cara de terrorista. Y encrespar ánimos está al alcance de unos cuantos elegidos, que aprovechan cualquier ocasión para invocar supuestos agravios que deben ser respondidos de manera contundente. A Salman Rushdie le sucedió lo mismo: tuvo a su particular Jomeini, necesario para prender el fuego, y el perro del estereotipo quedó suelto. Todos los musulmanes pasaron a ser potenciales asesinos del escritor, convirtiendo a las masas pacíficas (que se levantan cada día, comen, duermen, llevan a los niños a la escuela: muy intransigentes todas, como puede verse) en turbantes con bomba. El dibujante aprovechó su mínimo intelecto para reflejarlo en un papel y conseguir ser un nuevo Rushdie, pero sin arte y sin ninguna gracia.
Hay dos elementos que conviene poner sobre la pantalla para entender mejor la situación: el primero es el papel de las potencias militares occidentales en el mundo islámico. Las reacciones coyunturales que aparecen de vez en cuando no podrían surgir con la misma intensidad de no ser por el esperpento, nada teatral por cierto, que se vive diariamente en Irak. Hay individuos que ahora se ponen la mano derecha en la cabeza, estremeciéndose ante las manifestaciones diarias, mientras con la mano izquierda aprietan el lanzador de mísiles del jet a propulsión. Y otros que pisan banderas danesas y aplauden a suicidas que se llevan por delante autobuses repletos de gente, invocando en los dos casos al mismo Dios. La mecha es muy larga, ciertamente, y habría que investigar quién la encendió primero. Otro elemento fundamental es la concepción radicalmente opuesta entre los actuales Oriente y Occidente. Mientras que el primero ha divinizado el dogma, el segundo lo ha hecho con la ley: y esta es una realidad inamovible, al menos en el siglo XXI. Y entender esta diferencia es clave para entendernos mutuamente: es imposible cambiar este estado de cosas, y por lo tanto hay que convivir con la contradicción. Desde mi óptica de ciudadano español no puedo defender un sistema basado en leyes divinas, con marcada discriminación en muchos ámbitos (la sexual sería la primera de ellas) y con un sistema nada democrático. Incluso defenderé mi opción racionalmente con empeño, de manera que las libertades de las que disfrutamos en mi país no sean puestas en duda o puedan sufrir el más mínimo rasguño. Y si alguna vez viajo a Irán, pongamos, me adaptaré a las normas que hayan decidido imponer allí, y si no me agradan, me quedaré en mi casa. Lucharé por mi espacio cultural, quizá desearé que los demás puedan acceder a algo similar, pero dejaré que cada uno se gobierne a su antojo: ni tiraré bombas en casa del vecino ni prohibiré aquello que aquí está completamente admitido. Y siempre preferiré cometer un error que rebajar el nivel de libertades para no repetir ese mismo error.
Mucho se habla ahora de encuentro de culturas o, desde el otro lado del precipicio, de enfrentamiento entre civilizaciones. Qué manía la de pensar en maximalismos siempre: o conmigo o contra mí. ¿Alguien ha pensado que quizá es mejor dejar que cada uno construya su camino, y que los puentes de concordia se tienden cuando nadie quiere imponer nada a su vecino, siquiera su visión de la realidad inmediata? ¿Con qué legitimidad se puede pedir que nos dejen publicar anatomías completas del cuerpo de Mahoma mientras invocamos el derecho de invasión en territorios milenarios? El respeto al otro, a la persona que tenemos enfrente o al lado, es quizá un buen inicio para todo el embrollo, sin que nadie me obligue a cambiar mi pensamiento por ello. La frase volteriana, algo manida ya, sigue siendo digna de esculpirse en mármol: no estoy de acuerdo en absoluto en lo que usted dice, pero daría mi vida porque usted lo pueda seguir diciendo. Yo creo que no daría mi vida por casi nada, pero quiero seguir teniendo el derecho de decidir sobre ella y sobre mi propio futuro. Incluso creo, humildemente, que Alá debe estar bastante de acuerdo en esto.
La clase de griego, por Han Kang
Hace 21 horas
7 comentarios:
Yo también concuerdo con lo que dices, Jacobo, pero tengo que añadir, o que dejar claro (trayéndolo de un comentario anterior) que la libertad de expresión no es un absoluto, como parece que es, según se lee en algunos blogs y en opiniones de diarios, etc. Hay que respetar al otro, y si ese otro es en un ochenta por ciento o más "creencia en Alá (y Mahoma es su profeta)", hay que respetar su creencia, porque forma parte sustancial de su persona. Y eso es lo que en los países ricos y desprejuiciados de Europa, la agnóstica (o atea simplemente) no se ha hecho, se ha hecho burla de Mahoma y del islam, porque nosotros ya hace tiempo que pasamos de dioses y fe y demás. Las provocaciones así se pagan con el fuego, muy humano, sí, como todo en este mundo de abajo. En estos momentos, el mundo se divide en dos: los países o áreas religiosas (USA también, del otro lado) y los países supuestamente democráticos o bajo el imperio de la Ley. No podemos tratar de imponer la democracia con fuego y sangre, y no podemos tomarnos a chacota las creencia de los demás. Y no diré más.
Sin duda, las libertades no son absolutas, pero se pueden delimitar por criterios bastante objetivos: el primero de ellos, sin duda, es no perjudicar a otras personas, que nuestro derecho no agreda a otro individuo (lo estamos viviendo con el humo: puedes fumar mientras no me perjudiques, cada vez vamos más por este camino). Pero esto se puede entender en un sentido físico y también en otro moral, y ahí el asunto se vuelve más viscoso: la mofa ante algo sagrado tiene percepciones contrapuestas, según yo admita la sacralización o no. Pero lo excesivo es que en un ámbito cultural, social, político distinto se pretenda establecer el mismo baremo que en otro que está a diez mil quilómetros. A mí me afecta lo cercano, lo que hacen mis convencinos, mis nacionales (por utilizar un adjetivo muy de moda), lo que ocurre en mi ámbito. Debo tener la piel muy sensible para que me afecte algo que pasa en la cumbre del Kilimanjaro. En este caso, alguien azuzó el conflicto por unas imágenes publicadas ¡en septiembre del año pasado!. Aquí no hay acción-reacción, sino una estrategia a cargo de pocos radicales, a la que después se apuntan fácilmente unos cuantos miles, porque a diario debe haber cientos de Mahomas dibujados que no provocan nada.
En fin, que hay que contextualizar bien la situación para no caer en los fáciles extremos: ni el "viva la libertad" fatuo ni el "prohibido todo lo que no me gusta", tan del agrado de muchos aprendices de dictador.
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Interesante post me gustaria ver la pintura del musulmán con turbante y mecha encendida me han dicho que es muy buena
Me parece un post muy interesante realmente lo disfrute y el tema por una caricatura es muy original.
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