lunes, 16 de enero de 2006

Los Mendiluce

Recapitulemos: hace pocos meses comentaba aquí las impresiones de lectura acerca de Monsieur Pain y Una novelita lumpen, del maestro Bolaño. La primera es una novela que bebe de las fuentes de la literatura detectivesca, de los cuentos de Poe y de los ambientes del mejor cine francés: una historia muy original que plantea una búsqueda imposible y que acaba siendo un recorrido por la ciudad de París con ecos de su propio pasado surrealista. Destaca la maravillosa descripción de ambientes y la creación del protagonista, un hombre atormentado que se dirge hacia ningún lugar en busca de la resolución de un misterio que no acabará nunca de ser desvelado. La segunda novela es radicalmente distinta, por mucho que en el ya famoso diagrama queden extrañamente unidas: quizá más por su unívoca individualidad que por sus características comunes, y acaso por su trasfondo urbano de ciudades reconocibles. Aquí, Bianca es la heroína de esta historia de aprendizaje que recibe los golpes del destino, y como ya dije anteriormente (perdón por la autocita), "va deslizándose con enorme frialdad por ese túnel que separa lo infantil de lo adulto, en un ambiente de calculada hostilidad, y ante eso antepone su aburrimiento y su laissez faire, que nos contagia". Una buena manera de introducirse en la cosmología de Bolaño, sin duda.

Ahora estoy entrando en una tercera obra, La literatura nazi en América. Y digo bien, porque una de las mejores ventajas que tienen los blogs es la posibilidad de ir haciendo crítica literaria como un work in progress, a medida que se van pasando páginas. Puede que haya diferencias entre la primera impresión que nos causa un libro y el dictamen final que hacemos una vez que el lomo ya luce en la estantería. Por eso me gusta dejar ideas después de las primeras cuarenta o cincuenta páginas, con el riesgo asumido que eso supone para la credibilidad del autor que las suscribe, pero como ya sabemos a qué juego jugamos, mi salto es con red. Tengo la nueva reedición de Seix-Barral, y poco añadiré sobre la portada a lo ya dicho en la web de referencia para estos asuntos: el oportunismo y la nula creatividad de los diseñadores apostaron por la relación fácil entre título y foto, y ahí está el resultado.

La primera impresión de esta novela (¿novela?) no es tan directamente positiva como la que tuve con las anteriores. Y el énfasis que le voy dando a este carácter circunstancial o provisional de mi veredicto está calculado: creo que mi opinión al terminarla será mucho más benevolente. La razón es sencilla: es muy difícil opinar sobre un trabajo creado a partir de breves piezas que, para su comprensión total, requieren de una lectura completa. Estamos ante una colección de pequeñas biografías ficticias que, tomadas de una en una, no pasan de ser pequeños ejercicios literarios sin mucha enjundia, y quiero creer que una visión de conjunto ofrecerá elementos para contribuir a su descripción como obra total. No hay duda de que Bolaño tiene el don de la palabra: cada frase está en su lugar y cada idea nos mueve hacia alguna sensación o gesto (una sonrisa, asco, intranquilidad, duda), pero una novela no puede basar su armadura (y el guerrero que lleva dentro) en una colección de lectores arqueando cejas o sintiéndose intranquilos. Hace falta trabarlo todo con una mayor complejidad y alcanzar la categoría de obra que construye espacios propios, personajes insustituibles y que aborda los grandes temas de la humanidad. Ahí es nada. Y estoy seguro (ahí va la apuesta) de que Bolaño lo hará también en este libro: para ello dejaré que las hojas vayan deslizándose entre mis manos hasta un próximo comentario.

Mientras, me quedo con lo puesto. Arranca La literatura nazi en América con las biografías de la familia Mendiluce, argentinos de temprana vocación literaria, viajeros más o menos forzados y con conexiones ocasionales con la política nacional e internacional. Tanto en los casos de Edelmira, como en los de Juan o Luz, hay un repaso exhaustivo a sus obras publicadas, título a título y con comentarios sobre su recepción. Motean estos listados pequeñas escenas de cada una de las vidas, y tan sólo una de ellas se repite como elemento de conexión: la proximidad con el nazismo, de tipo personal en algún caso, y que se proyecta en frases más globales tildando a ciertos grupos estilísticos con este adjetivo ("pronto los nazis, los resentidos y los problemáticos pasan, en masa, a ser neogauchescos"). De todo ello no es fácil discernir lo puramente banal, lo que sobrepasa la simple anécdota o lo que adquiere una cierta categoría de elemento perdurable. Al tratar un género tradicionalmente ensayístico con las herramientas de la ficción, se crea en el lector una cierta incomodidad muy curiosa: leemos cosas de gente a quien no conocemos de nada y de quien probablemente tampoco nos interesa nada de sus vidas, pero la magia de la escritura de Bolaño hace que sigamos leyendo. Todo lo que se cuenta es verosímil hasta el límite, incluso las situaciones más estrambóticas (por ejemplo, la recreación real de la habitación de Poe por parte de Edelmira, en un pasaje muy lastrado por la lista de elementos decorativos que la conforman. Y no está de más añadir que la nueva aparición de Poe nos remite al mundo de Monsieur Pain y quién sabe si a futuras novelas que leeré). No dudo de que caracterizar personajes hasta este extremo sea una tarea compleja, y más cuando hay parentesco entre ellos y por tanto elementos de unión que siempre hay que tener presentes para no entrar en contradicciones. Pero me parece mucho más fácil, por decirlo de una manera un tanto informal, que pergeñar una trama con esos mismos personajes interactuando: y las biografías de los Mendiluce, al menos hasta ahora, se me ofrecen más como listados cronológicos de hechos que como caracterizaciones abiertas.

¿Supone lo dicho hasta aquí que no recomiendo su lectura? Para nada, claro. Quiero saber qué más les ocurrirá a esta u otra saga, pero por encima de todo, a dónde quiere llevarnos Bolaño. Aunque me temo (ay, a ver si voy a perder la apuesta) que, como le pasaba a Pain, nunca acabemos de encontrar lo que supuestamente buscamos, la trouvaille, sino que la propia búsqueda y el propio discurrir sean la causa última de nuestro desvelo. Y, cómo no, de nuestro placer que, como lectores, sentimos siempre ante cada nuevo Bolaño.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece, Jacobo, que esta vez no coincidimos en la valoración de las obras de un gran escritor, Roberto Bolaño Ya he comentado en otro lugar que “Los detectives salvajes” me parecen una obra maestra, de lo mejor que he leído en los últimos años; también me gustó “2666”, aunque se nota que la muerte sorprendió a su autor sin darle tiempo a retocarla definitivamente. Creo que estas dos obras resistirán el paso del tiempo y Bolaño será recordado y valorado como un gran escritor. Otro asunto es mi opinión sobre las otras obras de Bolaño que he leído, cinco novelas y un libro de relatos; con alguna pasé un buen rato pero no me interesan, me parecen obras prescindibles que yo no recomendaría; a lo mejor es que a mí no me interesan las búsquedas imposibles de Monsieur Pain ni los caminos que no conducen a ninguna parte.

Seguiré leyendo a Bolaño porque ya había comprado otras obras de él, entre ellas “La literatura nazi en América”, tal vez cambie de opinión, pero por ahora sigo con Murakami y su “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”.

Un saludo.
Fuca

JacoboDeza dijo...

Fuca, probablemente estas obras menores que conforman los orígenes de Bolaño sean una antesala de sus obras maestras. Estoy de acuerdo en que leer Monsieur Pain sin tener en cuenta el contexto pueda parecer algo prescindible: puestos a escoger, un buen Murakami puede superar nuestro afán literario. Pero a mí me interesa Bolaño en cuanto a creación de un cosmos particular. La idea del diagrama (que puede ser discutido y alterado, faltaría más) me seduce porque refleja una visión completa y compleja al mismo tiempo de la creación literaria. Poder ordenar su bibliografía con todas esas conexiones es un reto de gran interés: pocos escritores permiten afrontar su obra mediante semejante procedimiento. También lo voy comprobando a medida que hago lecturas, porque igual el diagrama está muy cogido por los pelos y se me va desmontando según progreso en esas lecturas. Ya veremos: en cualquier caso nuestra diferencia pueda estar en que a mí sí que me han gustado algunas búsquedas imposibles y los caminos sin fin: esta senda, sin ir más lejos, no sé a dónde nos va a conducir, pero al menos sé que trae buena compañía.

Saludos.

Anónimo dijo...

Entiendo tu postura, Jacobo, pero yo en estos momentos prefiero “aparcar” esas obras menores de Bolaño. Sobre si nuestras diferencias pueden estar en que a ti te gusten algunas búsquedas imposibles y los caminos sin fin, puede ser; yo creo que no hay nada imposible, soy de las que creo en las utopías. Y sobre tu senda lo tengo claro, sí sé a dónde nos conduce cada día, al territorio de los libros y de la literatura, por algo tu blog se llama “La senda de los libros”. Es un placer leerte.

Saludos.

lukas dijo...

ASí que este libro no es un ensayo, pues vaya sorpresa (aunque con Bolaño uno nunca sabe), yo pensaba que sí lo era... Pienso un poco como Fuca, que estas obras "menores" tampoco me interesan, de momento, leería eso sí "Estrella distante" antes de "2666".

Yo no sé si esta senda conduce a los libros o nos alejan de ellos...

Anónimo dijo...

Gracias una vez más, Jacobo, por difundir la obra de Bolaño desde tu blog: es un autor imprescindible.

"La literatura nazi en América" fue el segundo libro de Bolaño que me leí, justo tras "Los detectives salvajes". No me decepcionó: no está a la altura de "Los detectives" o "2666", pero es, en mi opinión, un experimento narrativo muy interesante. En la contraportada de "Los detectives salvajes" en Anagrama Compactos aparece una cita de la reseña que Ignacio Echevarría hizo de la novela: "El tipo de novela que Borges hubiera aceptado escribir". Fíjate que a mí más bien me parece que si hay una novela borgiana en la obra de Bolaño ésa es "La literatura nazi en América", con ese equilibrio entre ensayo y cuento y ese gusto por la falsa erudición, la cita de autores y libros inexistentes...

Espero leer pronto tu impresión final de la novela.

Un saludo.

JacoboDeza dijo...

Gracias por tu comentario, Paco: coincido con la apreciación sobre lo borgiano que resulta (que me está resultando) este libro. Pronto esbozaré un análisis final en la que no puedo pasar por alto esta sugerencia.

Anónimo dijo...

El diagrama no significa nada. Fue sólo un juego de una tarde.

Anónimo dijo...

Per, ¿por qué obras menores?. No estoy de acuerdo. ¿Sólo por contraponerlas a las dos grandes novelas, LDS y 2666?. Estrella distante supone una cota importante, notable, exquisita. Nocturno de Chile y Amuleto tampoco le van a la zaga.

Quiero decir, dejarse llevar por eso de q son novelas menores al no ser las dos grandes obras de un autor, es como aquello de las ramas q no dejan ver el bosque