viernes, 27 de enero de 2006

Fraudes

Me han asaltado, con el margen temporal de un solo día, dos noticias en la prensa que, aparentemente, no tienen ningún tipo de relación entre ellas. Las diferencias son notables: una habla de ciencia y otra de literatura. Una corresponde a las páginas de sociedad y otra a las de cultura (aunque esta distinción sea del todo arbitraria: es la consecuencia de considerar a la ciencia en este país como un cajón de sastre en el que igual despega una sonda hacia Plutón como aparece una ballena en el Támesis). Una merece una sincera condena y la otra ni la más leve reconvención. Pero en todo caso las dos noticias merecen figurar en la lista de los fraudes más toscos que se pueden llegar a cometer, casi con luz y taquígrafos y sin esconder la mano, hasta el punto que la percepción fraudulenta, sobretodo en el caso del literato, queda difuminada y ya parece de lo más normal y común. Parece como si en este mundo de listillos ya se aceptara que el listillo que sobresale por encima de los demás no es que sea más denunciable, sino que aporta un plus de celebridad al grupo.

Decía el titular de la primera noticia lo que sigue: "Un médico noruego lleva cinco años publicando datos absurdos". Después de frotarme los ojos, seguí leyendo: "Algunos artículos contienen falsedades que puede detectar un profano". Esta información, magnificada al hilo del escándalo previo del coreano que inventó experimentos sobre clonación, ha llegado a cinco columnas y con foto. Pero a diferencia de su colega asiático, que siendo un buen experto en su materia pudo engañar a otros expertos de su mismo nivel, el noruego publicaba artículos en "Lancet" que no eran demasiado relevantes para el gremio médico. Hasta que se descubrió que "se había sacado de la manga a 908 pacientes, y de forma tan chapucera que 250 de ellos tenían hasta la misma fecha de nacimiento". También publicó dos fotografías distintas de dos casos de cáncer epitelial, cuando eran la misma y con diferentes grados de aumento al microscopio.

Esta modalidad de fraude, basado en la creencia de que el resto del mundo es estúpido y no podrá detectar nuestra artimaña, funciona desde siempre: es la base de cualquier engaño, creerse uno más listo que el de al lado y confiar en que no nos pillarán. Pero la tentación ya atrae hasta a las insignes lumbreras que usan sus conocimientos para engatusar de manera más chic: ¿quién va a saber -piensan- si una fórmula, un algoritmo o una secuencia de cifras son un barullo azaroso? Si cuento esto es porque me parece un argumento de lo más novelesco, quizá de la obra que, a este paso, jamás escribiré. Me imagino un personaje de otro ámbito profesional construyendo una falacia bien trabajada (no como la del patoso nórdico) y difundiéndola como verdad incontrovertible: un historiador cambiando los datos verificables e inventando guerras y batallas; un profesor de secundaria explicando a sus alumnos leyes imposibles de la física; un político presentando proyectos de urbanismo ficticios (me temo que esta posibilidad no sea tan absurda). Pero estos casos, que serían calificados de fraudes indiscutibles, pierden su denominación al ser trasladados a la literatura, aunque haya que matizarlo. Para ello quiero hacer referencia a la segunda noticia.

Decía el titular en este caso: "El negro literario recupera la firma". Es la historia de un tal Manuel Manzano, dedicado durante años a escribir para otros, a esconder su nombre bajo la rúbrica de gente famosa y disimular así la incapacidad de estas celebridades para juntar sujetos y predicados coherentemente. No es nada nuevo, dice el negro: ya Víctor Hugo o Isaac Asimov tenían a escritores contratados para que les hicieran algunos trabajos, y es "un pacto comercial aceptado y remunerado". Ahora sale del anonimato y publicará una novela con su nombre y apellido, que supongo que tendrá un cierto éxito a juzgar por su capacidad para convertir en best-seller cualquier nuevo engendro salido de sus manos. El hombre, según especifica el artículo, tiene hipoteca y dos hijos, y la alternativa es clara: camarero, paleta o escritor, y escogió su destino.

Todo esto también me interesa para ajustar el enfoque respecto de la novela que estoy leyendo de Bolaño, y su relación con el mundo del fraude: La literatura nazi en América no es otra cosa que una enciclopedia inventada, un ordenado panorama de vidas no vividas, recurriendo siempre a las técnicas de la verosimilitud aunque sin apenas esconder la más fina ironía que lo invade todo. ¿Pero es esto un fraude? En absoluto, claro. Desde el mismo instante en que leemos la primera línea, el primer carácter discernible de una obra literaria, nos instalamos en otro mundo paralelo en el que las normas que sirven para el nuestro quedan derogadas. La condición es que esa obra se edite, como es el caso, en una colección que no sea de ensayo. Al saltar del texto a lo que comienza a ser externo (autor, tapas, editorial, librería, y más allá) ya nos metemos en el territorio de lo real, y ahí el engaño ya no es admisible: así, el doctor caradura y el negro gris no sólo mienten o esconden verdades sino que se enriquecen por ello (adiós hipotecas). Mientras tanto Bolaño, con su capacidad inventiva y su guiño perenne al lector, se ríe de todos ellos desde las alturas e imagina, crea y construye nuevas verdades literarias. Como Borges, sin ir más lejos.
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La fierecilla domada, o fragmentos para una nueva historia de la infamia (selección realizada a partir del último número de la revista "Lateral"):

1. "Como activistas “fieras”, ahora no tenemos tiempo de hacer propuestas, de plantear alternativas".
2. "Respecto a lo que podríamos llamar nuestro canon, preferimos escurrirnos como cuando nos preguntó por nuestra alternativa".
3. "Rosa Regás, a nuestro juicio, merece nuestro rechazo como persona, por su trayectoria progre".
4. "Sabemos de óptima tinta que nuestro boletín fue el causante de que se desechase la idea de llevar a Almudena Grandes y a Javier Marías a la Academia".

Pero eso sí, modestia aparte, como siempre:

5. "Estamos seguros de actuar por amor a la literatura, y eso es algo que hemos demostrado, en nuestra labor crítica y en nuestra obra personal".

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Más ejemplos para esta nueva historia de la infamia, seleccionados del mismo lugar:

a) “Delibes y Ayala son muy poquita cosa literariamente” (sin comentarios).

b) “La literatura que hacen las que llamamos “tontitas del sistema”: Almudena Grandes, Maruja Torres, Rosa Regás, Elvira Lindo, Clara Sánchez, Carmen Posada, Lucía Etxeberría, etc., o sus acompañantes los Marías, Millás, Muñoz Molina, Gala, De Prada y también etcétera, o hacía Terenci Moix, ni es literatura popular ni es literatura culta. Es un producto de consumo, híbrido, diseñado por la industria cultural para los que hasta ahora no eran lectores; un producto que sus fabricantes no intentan situar en un lugar que pudiéramos llamar “lugar literario” o “lugar de cultura”, sino en el lugar en que debe estar para colmar las apetencias consumistas que ellos mismos, mediante el marketing, han suscitado”.

¡Mira que comparar a un Javier Marías o Muñoz Molina con De Prada, Lucía Etxebarría, Elvira Lindo...! Estos de la fierecilla literaria no han leído a los escritores de los que hablan.

c) Sobre la evolución de la novela, “nos permitimos remitirle a la Teoría de la novela, de Manuel García Viñó, hace poco publicada por Anthropos”. Nada menos que nos recomiendan al Viñó, ese que se hizo famoso por el bofetón que propinó a un crítico literario que discrepaba de sus opiniones. Después de esto, me puedo creer que digan cualquier cosa.

Para acabar con una buena cita, os copio una respuesta de Roberto Bolaño al preguntarle sobre la obra de Arturo Pérez-Reverte y su ingreso en la RAE (en “Entre paréntesis”, p.334):

“La Real Academia es una cueva de cráneos privilegiados. No está Juan Marsé, no está Juan Goytisolo, no está Mendoza ni Javier Marías, no está Olvido García Valdés, no recuerdo si está Álvaro Pombo (probablemente si está se deba a una equivocación), pero está Pérez-Reverte. Bueno, Paulo Coelho también está en la Academia brasileña”.

Saludos.

JacoboDeza dijo...

La entrevista es una de las imposturas más gruesas que he visto en bastante tiempo: una colección de diatribas sin sentido que deben excitar al lector no avisado, pero que a menos que se sepa de qué va la cosa, se convierten en la profesión preferida de Viño: bofetones a diestra y siniestra contra la inteligencia y contra la reflexión. Pero conviene dejar constancia también de ello, para que se sepa que en la literatura no todo el que grita tiene razón. Es más, hay algunos gritones que no la han tenido jamás, y siguen en ello.

Anónimo dijo...

Estos días se habla mucho en España del presunto fraude cometido por los responsables de un par de empresas, Alfisa y Fórum Filatélico, que se dedicaban a la gestión de "bienes tangibles". Sin entrar en detalles, estos señores compraban sellos para sus clientes, valorándolos (a los sellos; a los clientes los valoraban más bien poco) no en su "valor de mercado", sino en el que a ellos se les ocurría, y que solía ser cien veces superior a aquel. Cuando leí la noticia recordé tu mensaje sobre fraudes (tengo una memoria rarísima), y se me ocurrió que te faltaba añadir un posible aspecto fraudulento en lo literario. A saber, la crítica que crea un sistema de valores paralelo, en que se sobrevalora a un novelista como hacían los del Fórum con un triste sello turco de medio euro, que ellos decían haber comprado por cien. O bien, aplicando el concepto de valor a la calidad literaria, podríamos tener las mesas de novedades de nuestras librerías convertidas en inmensas colecciones de sellos hipervalorados, editoriales mediante.

Cambiando de tema: Bolaño. En las bibliotecas españolas se clasifica su obra "La literatura nazi en América" indistintamente como obra de ficción y como obra de crítica literaria. De hecho, yo mismo he llegado a ver, en una sola biblioteca, dos ejemplares del libro: uno con la signatura "N BOL lit" (Novela), y otro con la signatura "82 BOL lit" (Teoría literaria).

Y para terminar, lo que dices sobre un historiador inventor de guerras y batallas me recuerda cierta anécdota sobre Fernando Savater. Este amigo estuvo a punto de llevar a cabo un viejo proyecto que consistía en "inventarse a un presocrático", pero tuvo que desistir porque alguien descubrió la jugada y la travesura perdió su gracia. Pero la realidad, que es una bromista, entró en el juego y, cuando tiempo después Savater se lanzó a hablar sobre Cioran, casi desconocido en España, más de uno y más de dos se negaron a tomar en serio el descubrimiento, acusando a Savater de haber inventado a ese pensador inverosímil y excéntrico.

Bueno, acabo.

Nos leemos.

Vale.

JacoboDeza dijo...

Gracias por el extenso comentario, que he tenido que rebuscar entre mis viejos posts (lo cual me encanta, porque me obliga a leerme a mí mismo como si lo escrito fuesen palabras de alguien extraño).

Interesante el dato sobre la clasificación de la obra de Bolaño en las bibliotecas: otra más de las victorias del chileno, despistando a los futuros bibliotecómanos o como caray se llame esa carrera.

Saludos

Anónimo dijo...

best regards, nice info » »