jueves, 16 de noviembre de 2017

Un Ramírez para Cervantes

Lo estaba esperando este año, ya no podía tardar más. ¿Qué otra cosa le quedaba hacer a este hombre, más allá de sus novelas, artículos, ensayos, revistas (El hilo azul, Carátula), el festival Centroamérica cuenta, prólogos, charlas y conferencias...? Si había un perfil exacto para el Cervantes era Sergio Ramírez, nadie había hecho tanto mérito y carrera para llevarse el premio, hasta el punto de que ya no sabe si a Cervantes le han dado un Ramírez o es al revés.

Este blog ha escrito muchas veces sobre Sergio. No solo lo he leído sino que lo he visto, le he escuchado y casi que le he perseguido allí donde ha estado presente en Nicaragua. Su figura es una referencia cultural de primer orden, y nada que se haya hecho en este país en las últimas décadas en relación a la literatura deja de tener su sello personal. Su relación con El País y con Alfaguara ha agrandado su nombre en los países de habla hispana, pero debería ser mucho más leído de lo que es. Estar ahora al lado de Vargas Llosa, García Márquez, Borges, Benet o Cela le va a dar, sin duda, nuevos lectores.

Yo sigo pidiendo su gran novela, su obra de largo aliento que lo lleve a la eternidad para siempre. Ser una referencia cultural le obliga a estar en todo, y eso quizá le impida hacer la novela nicaragüense definitiva: sus particulares cien ańos de soledad, su conversación en la catedral, sus herrumbrosas lanzas. Sergio ha escrito mucho y bien: sólo le falta su libro imperecedero que resulte lectura obligatoria en todas las facultades. Tiene tiempo para ello.

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