viernes, 12 de diciembre de 2008

Apuntes de aeropuerto

Acabo de leer la entrevista a Arturo Pérez Reverte que publica el último Babelia, aprovechando la reedición especial de El club Dumas. Nunca pasé, anuncio ya de entrada, de la frontera de La reina del Sur, la única novela que he leído del periodista, novelista y ahora académico de la lengua. Un tipo singular: leído hasta la saciedad en medio mundo pero con la pretensión de elaborar novelas de calidad que orillen la fórmula à la Follet. No reniega del término best seller, aunque su referente parece ser Eco: historias de cultura europea que requieren de documentación abundante y que nacen con vocación de acumular lectores.

Hay un momento en la conversación en que suelta esta frase, irremediablemente previsible en un autor como Pérez Reverte:

Tengo la satisfacción de haber tenido razón en un momento en el que toda la crítica te decía que tenías que escribir lo contrario, novela intimista, sin acción, sin personajes, novela del yo...


El choque sistemático entre la novela culta e introspectiva, metaliteraria, y la novela de historias y acontecimientos. O, lo que es lo mismo y nunca dicen estos autores aunque lo piensan mientras hablan, entre novela aburrida y entretenida. Ellos creen que todo lo que no sea trama de acción y personajes es tiempo perdido. Igualmente, tampoco niego que hay extremos en el otro lado: los que evitan el trasiego de vidas cotidianas y se recrean sólo en la palabra pura o en la literatura que habla de sí misma. Un autor que me está sacando de esta obtusa dicotomía (que al final todos nos acabamos creyendo) es Sebald.

Ya va siendo de hora de terminar con la falsa disyuntiva de tener que escoger entre dos formas de un mismo arte. Tanto en una como en la otra, que también tienen fronteras porosas, sólo hay autores de peso y otros de relleno: hay artistas y hay escribanos. Sebald, uno de los grandes, demuestra que la pasión por la realidad admite múltiples enfoques, y que la aventura del saber puede esconderse en los más ínfimos detalles y en personas nada heroicas. Pero sin olvidar que el lector no busca espejos, sino reflejos de su propia vida en las de otros, y así poder capturar algún pedazo de todo aquello que nos rodea.

Es lo bueno de encontrar de vez en cuando por la senda a determinados autores: nos impelen a discernir que la literatura se lleva muy bien con el sentido común.
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Cierto: la colección de libros de poesía de El País que ha preparado Caballero Bonald es un artefacto comercial. El vocero de turno del gobierno nicaragüense lo ha dicho con aires de Boskov: bisnes es bisnes. Y también es cierto que la obra de Martínez Rivas puede encontrarse sin problemas en España, por ejemplo en una de las elegantes ediciones negras de Visor y en toda buena librería. Pero ah: esto no esconde que tamaña evidencia es un argumento leve para desprestigiar el prólogo que a la sazón había escrito Sergio Ramírez. Lo que antes de Sergio no era bisnes (ni una voz se alzó en contra del proyecto) ahora es una colección tramada por los oligarcas españoles para ensalzar al prologuista y menospreciar al poeta. ¡Como si a Sergio le hiciera falta un prólogo a estas alturas de la vida! Pero se olvidaron los viejos decimonónicos, una vez más, que Internet puede mandar a los cuatro vientos cualquier prólogo y epílogo al son de una tecla y que la repercusión de todo acto censor es ahora exponencialmente infinito.
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Aeropuerto de Alajuela, Costa Rica, 12 del mediodía, sala de espera. A partir de mañana, Laie, una horchata de chufa, calle Petritxol, La Central, el metro, Babelia en papel, el aroma de sal del puerto, jamón ibérico, diez grados de temperatura, el MACBA, el Teatre Lliure, persianas en las ventanas, tres pisos de escaleras para subir y bajar. Y un Barça-Madrid, un sofá y un padre al lado.

3 comentarios:

Folks dijo...

Espero que la horchata de chufa sea, al menos, de Alboraia.

JacoboDeza dijo...

Será de "La valenciana", la mejor horchatería de Barcelona. Ya preguntaré por la denominación de origen de las chufas.

(Escrito desde el aeropuerto de Madrid)

Anónimo dijo...

Completamente de acuerdo con lo de Pérez Reverte. Me pone enfermo cada vez que alguien recurre al argumento de marras para justificar los engendros a los que se dedica.