Dice Miquel Barceló, uno de los que más sabe en mi país sobre el tema, que una de las causas del declive puede ser internet. Hay que detenerse ante la frase: internet es hoy la culpable de todos los males, así que una voz más reafirmando el hecho puede parecer insustancial. Pero hay un factor superior que engarza los dos factores con bastante precisión: el lector de CF, además de su interés meramente literario, era un aficionado a la tecnología y a la ciencia en general, por lo que su tiempo libre ha pasado a ser utilizado para navegar por la red. Lo que un libro de Asimov o de Clarke le contaba, hoy lo encuentra en el mismo pack (historia y tecnología) a través de cientos de webs y blogs.
Pero la caída en la venta de libros de CF no ha sido traspasada a otros formatos. Es curioso que el cine siga explotando con gran éxito argumentos típicamente del género, y que la televisión haya reactivado series con un componente fantástico muy atractivo, caso de Perdidos. (Un apunte: la última película de Night Shyamalan es un calco perfecto de cualquier capítulo de The Twilight Zone, y lo digo porque no he leído esta consideración en ninguna parte y a mi me parece de lo más evidente).
Otro elemento interesante que cuenta Barceló es que el atractivo de esas novelas radicaba en la traslación de una ciencia posible hacia un futuro incierto, pero hoy la mayor parte de esos conocimientos infusos (inteligencia artificial, la comunicación a través de la red, etc.) son realidad tangible, y la especulación puede haber perdido el atractivo que antaño tenía. Es lo que el autor llama con gracia "disolución en el contexto".
Pero, además de invertir su tiempo en internet, me pregunto dónde están hoy los lectores de CF, y me imagino que muchos habrán pasado a ser trágicamente seducidos por los nuevos bestsellers de catedrales góticas y muertes diabólicas. Ojalá me equivoque, y quizá este pensamiento sea una conexión malvada hacia una de las afirmaciones que suelen darse para este público: el lector de CF es un lector de segunda, un adulto que no ha superado (literariamente) sus gustos adolesecentes. Ciertamente, ya hace mucho que yo no devoro una novela de CF, y quizá deba remontarme a algo de Bradbury o a una revisión que realicé, hará ya unos diez años, de la primera serie de la Fundación. Pero eso no obsta para que sienta un poco de nostalgia hacia esta decadencia del futuro posible.
Hay un par de salvavidas con un autor de referencia: después del verano se publicará en España el libro de memorias de J.G. Ballard, Milagros de vida, y se acaba de inaugurar una prometedora exposición en el CCCB de Barcelona (la cual, ay, no podré visitar) sobre la obra de este autor, con el icónico título "El futuro será aburrido". Hombre, sin CF lo será un poco más, qué duda cabe.
