miércoles, 12 de diciembre de 2007

Reivindicación (o casi) de Agatha Christie

Ya que venimos de la montaña y todavía estamos bajo los efectos de la laxitud, bueno será ponernos intrascendentes y recuperar a una autora denostada por muchos y considerada, al menos, como algo ajeno a la literatura de calidad. Agatha Christie no puede dejar indiferente: o se la ama y se leen sesenta o setenta de sus novelas a lo largo de una época de nuestra vida, o se la detesta y se la juzga como un apéndice de los bestsellers al uso. También sus ediciones españolas clásicas contribuyeron al funambulismo: entre quiénes consideraban los diseños de Molino como pequeñas obras de arte del diseño y los que veían esas novelitas como subproductos de quiosco para jubiladas eternas, hay un vacío sin red.

Salí hace más de una semana a pasear por Barcelona y me metí en la librería de viejo de la calle Canuda. (Por cierto: una vez dentro me enteré de que su sótano, que alberga parte de la mercancía, parece ser un lugar de cierta fama gracias a la evocación lireraria que hizo de él un tal Ruiz Zafón, que quizá les suene). Aparte de conseguir algunos volúmenes de los que ya había perdido la pista me agencié un librito más (creo que el décimo de mi biblioteca) de Agatha Christie: fue un ramalazo inmediato, aprovechando que el montón de ejemplares se encuentran muy a mano y justo en la entrada del local. Conocidas por todos mis proverbiales rectitud y detallismo, no compré uno cualquiera sino El enigmático Mr. Quin, que siguiendo el orden de la lista de obras publicadas en cualquier contraportada de la colección, era la siguiente que faltaba en mi colección.

La fortuna quiso que precisamente esta obra sea un pequeño modelo de todo lo escrito por la autora, o mejor, una novela paradigmática que resume con precisión las constantes de Agatha Christie. Más que de una novela, se trata de una colección de casos criminales reunidos por capítulos y cada uno de los cuales podría ser a su vez motivo de una novela por sí mismo, sólo añadiendo descripciones, algunos personajes secundarios y diálogos más complejos. Basta con leer un sólo capítulo para hacerse una idea cabal de lo que pretendía esta autora: un juego de deducción entre ella y el lector para conocer quién es más inteligente, si la que esconde el nombre del criminal o el que consigue descifrarlo antes del último capítulo. Este tour de force es el que justifica la existencia de este tipo de literatura, porque a quien no pretende nada más, tampoco nada más se le puede pedir. Pero a mí siempre me han gustado los crucigramas y después los sudokus, así que es obvio que me pueda atraer en determinados momentos la obra criminalística inteligente.

La secuencia de cualquiera de los capítulos (y por extensión, de cualquier otra novela) es constante: varios personajes se nos presentan e interactuan a lo largo de pocas páginas. Las descripciones son someras, pues sólo interesan los detalles que los puedan identificar. Alguien de ellos es asesinado en circunstancias que plantean muchas dudas y problemas de apariencia irresoluble. Otro personaje, llámese Poirot, Marple o Tupence, va sacando conclusiones a partir de interrogatorios y hallazgos en la escena del crimen. Pero la clave del acierto de las novelas la expresa en El enigmático Mr. Quin el personaje de Satterthwaite, quien admite que Mr. Quin tiene "la misteriosa facultad de mostrarle lúcidamente cuanto haya usted podido escuchar con sus propios oídos". O sea: que la trampa es poca, ya que todo lo que se describe en la primera parte de cualquier novela basta para deducir su conclusión, y es el lector, incauto, el que no sabe recomponer las piezas del puzzle.

Aquí lo que cuenta es la ingeniosidad, y participar del juego para adultos como si nos fuera la vida. Cualquier otro acercamiento a Agatha Christie es desmotivador, incluso la propia lectura de unas ediciones plagadas de erratas y de malas impresiones, de letras que bailan y hojas que amarillean peligrosamente. Pero debe ser parte del juego también: el par de euros que me costó el libro de segunda mano compensa la inversión: los cincuenta ya me los gastaré, Vallcorba mediante, en los ensayos de Montaigne.

2 comentarios:

Sera Sánchez dijo...

Felicidades por su senda. He leido ya varias entradas y está entre mis blogs favoritos.

JacoboDeza dijo...

Un saludo a usted también y sea bienvenido por estos lugares.

Jacobo