Para lennonmacartney, lector
Este malévolo cuento cierra la antología de M.P.Shiel que hemos ido desgranando hasta aquí. Quizá no sea azaroso que cierre el volumen, y es que reúne dos de las características que se han alternado en otras historias: el misterio susurrante que corteja con el terror más clásico y la ironía indisimulada en los díalogos y las acciones de los protagonistas. Hay algunas intervenciones francamente divertidas:
-París es a Londres lo que un diccionario de a chelín es a la Enciclopedia Británica. Todo está en Londres.
-Excepto París -dijo Crooks.
El argumento principal del cuento se introduce en el mundo de las sectas y las sociedades secretas, aquellas sobre las que todos hemos leído algo alguna vez (los francmasones, los rosacruces...) pero cuya existencia nos sigue pareciendo ajena a este aburrido mundo. Crichton Smyth pertenece a una de esas sociedades ultrasecretas, cuyos miembros han sido históricamente dieciséis, ni uno más ni uno menos, y cuyas actividades nunca acaban de dibujarse en la historia con suficiente claridad. E.P. Crooks , que mantiene un romance con la hija de Smyth, se siente cautivado por este grupo sectario y durante meses importuna al miembro de los "Amigos de la Rosa" para que le cuente datos sobre la sociedad.
Resulta cuanto menos curioso este interés humano por determinadas congregaciones, como fue gráfico hace unos años el renacimiento que hubo de todo lo templario y cuanto a él hacía referencia. El primado de la rosa crea dos líneas argumentales paralelas: el noviazgo fatal entre Crooks y la hija de Smyth, y el interés del primero por introducirse en el submundo de lo oculto: ni qué decir cabe que ambas historias convergen al fin en un desenlace redondo.
Los mejores párrafos del cuento se hallan en el trayecto guiado hacia un destino misterioso: Smyth, ante la insistencia de Crooks, acaba por descubririrle un día la existencia de "cierto apartamento en algún lugar de Londres". Su ubicación exacta sólo es conocida por uno o a lo sumo dos componentes de la secta, y así ha sido durante quinientos años. Al acceder Smyth, tiempo después, al puesto de Primado de la Sociedad (cargo superior que hereda tras la muerte del anterior primado) se hace con el conocimiento de ese habitáculo y termina por corresponder a las súplicas de Crooks. Es ahí cuando éste inicia un breve itinerario iniciático, con los ojos vendados y de noche, en carruaje o a pie por algunas calles secundarias de Londres: son estos pasajes lo más certero del relato, creando Shiel un progresivo desasosiego en el lector, que se situa en la perspectiva de Crooks y mira lo que no ven sus ojos ciegos, atrapando con sus otros sentidos cada detalle de la ruta (una campanada horaria, unas pisadas sobre adoquines mojados, el ruido de una máquina) como elemento para saber en qué barrio o zona estamos. Al fin, tras acceder por extraños y siniestros pasillos a habitaciones subterráneas, se desvela el desenlace y el motivo real de la visita.
Este primer libro editado por el Reino de Redonda es un buena recopilación de historias escritas por su primer monarca. Quizá por su imaginativa trama, entre todas ellas, me quedo con El aciago sino de un tal Saul, que ahora se me antoja casi como una mezcolanza entre Verne y Stevenson. El volumen se cierra con varios apéndices bilingües referidos al autor y a la realidad actual del propio Reino, que Xavier I ha querido compartir con sus lectores (que no súbditos) y con los alcatraces, lagartos, gaviotas, cabras y ratas de la isla.
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Sábado 15, FNAC Plaza de Catalunya, 18,30h. Cientos de personas rebuscan entre pilas de libros para hallar el regalo perfecto de estas navidades. Me fijo un rato en los mecanismos de decisión de la mayoría, que se guían tan sólo por un título agresivo o divertido, o por un dibujo o fotografía de portada impactantes. Así como en la sección de música casi todos saben discernir entre un Springsteen y una Chenoa, en la de libros lo mismo sirve un Millás que la recopilación de los mil mejores postres con chocolate de la historia. El informe PISA debería haber comenzado por aquí: el supermercado de la lectura indica, con desgarradora transparencia, que la elección de un buen libro es una dificultad insalvable para muchos compradores, inermes ante la avalancha indescifrable de la palabra escrita.
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