Antes de comenzar a escribir este post, me he visto obligado a entrar en el American Donuts (versión más naif si cabe que el Dunkin Donuts) y zamparme dos piezas glaseadas, para ponerme en órbita. Después de más de 100 páginas leídas de Este libro te salvará la vida me siento incapaz de decir nada sin la dosis exacta de producto estandarizado. Conste, y lo escribí, que en ciertos momentos de nuestra existencia necesitamos recurrir a cierto tipo de literatura, como quien (siguiendo el ejemplo alimenticio) cena hoy una pizza y mañana un plato de legumbres estofadas. El cuerpo me pedía hace un par de semanas una novela norteamericana y remarcaba el adjetivo con acento gringo: una novela muy norteamericana, con vidas aburridas de individuos que aprietan un botón y salen dólares a mansalva, que circulan con coches último modelo por residenciales vacíos, divorciados con hijos (¡cómo no!), con dietistas particulares pero que comen, como quien no quiere la cosa, donuts de Randy's.
No hace falta añadir que encontré esta secuencia en A.M. Homes, a quien etiquetaron en su día como la enfant terrible de la nueva literatura gringa y que en esta obra debe haberse convertido en el corderito mayor de toda la saga que se supone que ella representa. Esta historia claiforniana destila azúcar por todas las páginas, un azúcar glaseado que impregna cada nueva anécdota vital de Richard Novak y que deja un regusto a esos donuts tan industriales, o es que ahora acabo de comerme dos y me repiten.
Debo confesar que había transitado por las primeras treinta páginas y era imposible no recordar vagamente la lectura de Sábado, de McEwan. Richard, al igual que Henry Perowne, se levanta una madrugada y ocurre un hecho circunstancial, extraño y un poco surreal: si allí era un avión cayendo suavemente por culpa de una avería, aquí es un dolor extraño en el cuerpo que nunca se describe con precisión, y que acontece al mismo tiempo que un agujero en la colina del resdiencial va creciendo de tamaño, como un hoyo que la Tierra absorbe a pasos agigantados. Los dos hombres miran por el ventanal y ven la misma vida aburrida, sólo quebrantada por estos hechos irrelevantes que suponen un pequeño disfraz a tanta mediocridad junta.
Pero no nos engañemos: Homes no es McEwan, y si éste lograba paulatinamente conformar un estándar de vida medio de un ciudadano británico, con su familia bien definida y sus problemas siempre en mente (un retrato perfecto de ti, que me lees años después del 11-S), Richard se convierte ya con 50 páginas en un hombre pintado con brocha gorda, insulso como él solo, sin pensamientos interiores que aguanten tres párrafos, ajeno a cuanto personaje pasa por su vida (el donutero es lo más cercano a un ser racional) e incapaz, ya no él sino Homes, de crear un arquetipo recordable.
¿Esperaba yo más que esto? ¡En absoluto! De hecho, y descansen sus posaderas antes de seguir leyendo, es un verdadero placer leer aquí y ahora esta novela. Cuando yo pedía una novela norteamericana me estaba refieriendo precisamente a esto, ya que reconociendo lo que ya leía o lo que dejaba atrás, no deseaba ahora nada de género fantástico, ni de tesis, ni siquiera una novela de gran trabajo lingüístico. Después de tres días con brócoli y pescado azul ¿quién no va a pedir una Pizza Hut de un telefonazo? Me cuesta más caro a través de DHL, pero el libro que yo quiero llega en tres días a mi domicilio, y Este libro te salvará la vida me ha salvado por unos días de mi inquietud y ha resulto el antojo. Es una obra altamente recomendable para tiempos muertos, para leer desacansando: estos diálogos no son para pensar, sino para que transcurran ante nuestros ojos al ritmo de la vida en las calles de L.A. No, claro que Richard no es Henry: es sólo una más de las almas desclasadas que abundan a millones en ese territorio cinematográfico.
Después de A.M. Homes nunca leería a A.M. Homes. Pero me ocurre casi con cualquier escritor: necesito un buen tiempo de reposo y a otra cosa, lo más contradictoria posible. Pero este tipo de prosa no la encuentro en español, a no ser a través de cualquier autor que imita esas historias aun cuando vive en Vallecas. Por eso hay que subir hacia el Norte de vez en cuando y leer, y pensar que eso también forma parte de nuestra literatura actual.
La clase de griego, por Han Kang
Hace 7 horas
1 comentario:
La lástima es que no puedo actualizar la página al ritmo que yo quisiera: aunque parezca increíble en pleno 2007, los cortes de luz a partir de las 2 de la tarde rompen mis horas disponibles. Pero ahí seguiremos!
Gracias por tu interés.
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