El cuento ya es viejo y conocido pero ahora recobra su virulencia plástica. Basta con regresar unos días atrás en este mismo blog para recomponer el argumento y ejercitarse en el arte del toma y daca, del partido de tenis inacabable: un tie-break hasta la extenuación. Comenzó Cercas, claro, escribiendo y publicando Soldados de Salamina y escalando el púlpito glorioso de la fama. Luego vino la película y todo lo demás. Pero en el interludio hubo el libro de Arcadi Espada, y entonces sí la liamos: Diarios presentaba una crítica demoledora contra el armazón literario de la obra, y muy en especial contra su tramposa manera de confrontar realidad y ficción: la confrontación sentimental entre Sánchez Mazas y Miralles, entre el ejecutor piadoso y el ejecutado indemne, se resolvía (Espada dixit) en una trampa de trilero, en un arquetipo falso que ni vive en un asilo de Dijon ni en ningún asilo del mundo, porque Miralles somos todos y es nadie. Pero lo peor era que el autor, un tal Javier Cercas, abundó en las entrevistas acerca de este tema, porque ese era sin duda el quid de la novela, el factor que hizo multiplicar sus ventas y construir una historia prodigiosa sobre unos personajes admirables, casi heroicos. Cercas se puso la careta de Cercas (o sea, el autor la de narrador, y viceversa) y a partir de ahí todo era posible, incluso que los lectores llamaran al asilo de Dijon preguntando por Miralles.
En fin: todo esto se acumula ahora en el nuevo round que comenzó en la revista “Quimera” de este mismo mes, y que ha tenido la respuesta acostumbrada en el blog de Espada, hace pocos días. Es el peligro de tener blogs: que las réplicas acontecen en horas, mientras el papel revista amarillea en el quiosco, exhausto y sin capacidad de abrir la boca. Dejando aparte la hiel que destila el texto, hay apuntes bien interesantes que merece la pena subrayar:
1. Según Cercas, todo relato comporta un grado variable de invención y es imposible transcribir verbalmente la realidad sin traicionarla. Ello implica que por muy verídico (¿verosímil? ¿verdadero?) que sea un relato, siempre será una interpretación ficticia o tergiversada de la realidad, ya sea inmediata o histórica. Para Historia ya tenemos los ensayos, pero al estar elaborados con palabras también suponen una cierta dosis de traición, aunque siempre será inferior a la del relato propiamente dicho: novela, cuento. Espada se sube al carro de la mofa por este descubrimiento, ciertamente evidente, en el que la invención domina en el relato inventado y la realidad en el relato real: ¿cuál sería el porcentaje?, pregunta con insidia.
2. Dice Cercas que Soldados de Salamina no pretende ser un relato real sino una novela. Por lo tanto, entendemos que se trata de una novela plenamente ficticia, que parte de la realidad (como todo en este mundo) pero que recrea hechos que no pueden ser tomados como históricos. Y ahí comienza el verdadero bailoteo: ¿qué hacemos con las novelas de no-ficción? ¿Qué hacemos con Capote? Recordemos de nuevo que, por mucha ficción que se quiera vender, Cercas partía de un artículo en “El País” que, como crónica breve, suponía un claro apego al género periodístico. Después, Cercas repetía en sus declaraciones la historia (real) de Sánchez Mazas y su no-fusilamiento (real) por parte de un miliciano.
3. La treta vendría a ser la siguiente: hasta que la bala no salió disparada (o sea, en el preciso instante en que no se apretó el gatillo) no podemos hablar de ficción como tal. Pero en el segundo inmediatamente siguiente, detrás del punto de mira, se nos construye por obra y gracia del narrador el ojo de Miralles, su pupila, su faz, su entero cuerpo. Y vamos a buscarlo hasta Francia, peripecias aparte, porque para la historia es necesario encontrar al héroe. Ni falta hace que el héroe sea él o no: ya tenemos un viejo en un asilo con la edad que podría tener el supuesto miliciano en ese momento, y el autor puede escribir la palabra fin cómodamente en el procesador de textos.
4. Dice Cercas también: “el lector nunca debe fiarse del todo del narrador de una novela, en particular si ésta está narrada en primera persona”. O sea, que no nos debemos fiar del Cercas narrador. Quizá tampoco del Cercas autor cuando, tiempo después, dijo en una entrevista: “ningún hombre que mire a los ojos de otro puede disparar sobre él”. Espada afila la daga y ésta penetra la carne: “en esta frase está su novela. Ese escamoteo, hasta vil, de lo real. El escamoteo, por ejemplo, de los que dispararon y mataron en el Collell, mirando a los ojos y al corazón”.
5. De todo esto me interesa el trasfondo, la discusión literaria sobre lo real y lo ficticio (aunque Espada seguro que no vería ninguna discusión literaria en este asunto, sólo mera palabrería). Hace pocas semanas que Vargas Llosa dedicó el primer párrafo de su artículo quincenal a un hecho paralelo: después de haber leído El código da Vinci, cientos o miles de personas peregrinan a no sé qué iglesia parisina para encontrar, según parece, una misteriosa línea blanca en el suelo, y que en la novela debe ser algún elemento clave para el desarrollo de la misma. Jamás lo sabré, claro. Pero ese peregrinaje, como las llamadas a Dijon, también pertenecen a la magia de la materia escrita, a la de los lectores que leen una novela y que mientras lo han hecho no se han sentido estafados, aunque después no encuentren a Miralles sino sólo a un grupo de viejos abandonados por su hijos. La novela fue real (verdadera) mientras duró, y la vida ya es otra historia.
La fiesta del aguafiestas
Hace 13 horas
9 comentarios:
lindo sitio
un beso.
De todas formas no acabo de verlo muy claro el tema de la "faction" esta de las narices... me desagrada, por ejemplo , ver a Bolaño convertido en personaje de Cercas. Porque este "género" tiene algo de perverso, como juego que trasciende la literatura y la mezcla con la realidad, aunque, para ser sincero, empieza a cargarme, y también algo de hipocrita, en cuanto se juega a un juego del que después, en la realidad, se lamentan las consecuencias reales que acarrea.
No sé, ya te digo que no me convence... quizás es demasiado fácil.
Un saludo
No he llegado al punto de comenzar a aborrecer la faction, aunque reconozco que darle vueltas al asunto pone en entredicho el valor del invento. A mí Cercas no me desagradó, pero me interesa las vertiente de ciertas críticas que se le hacen, porque entran de lleno en la duda sobre este tipo de literatura: no se puede ser inocente ni apelar a ella, a la inocencia, cuando ya se ha apostado y se ha decidido jugar. Si apostamos por trasladar elementos de una realidad histórica al relato, debemos ser consecuentes hasta el final sabiendo a qué jugamos: la incorrección aparece cuando narrador y autor se unen o se separan a conveniencia, sin que el lector sepa a qué atenerse. No estaría mal que alguien recopilara las entrevistas que se le hicieron a Cercas sobre la novela, y lo analizáramos. No voy a ser yo quien lo haga, desde luego: ni tengo tiempo ni dinero.
Estimado JacoboDeza..., debo escribir estas navidades un artículo encargado sobre Javier Cercas partiendo de los textos que ya escribí en mi blog. Debo hacer referencia a los 'Relatos reales' de Javier Cercas en 'Quimera' y a la respuesta de A. Espada en su blog. Ten por seguro que esta anotación tuya tan sugerente me servirá para inspirarme y, por supuesto, al citaré... Recibe un abrazo, Justo Serna
No olvides, por supuesto, mandarme copia de tu texto o del vínculo para hallarlo: ahora que estoy metido en la reflexión sobre el asunto me interesa todo lo que haga referencia a él (y aunque la cita que prometes a mi comentario sea quizás algo superflua, pues en este caso añadí poco a los comentarios de Arcadi y Javier, sólo era un toque de atención al debate). Un saludo.
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No sé, ya te digo que no me convence... quizás es demasiado fácil.
Un saludo
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