1. ¿Por qué tengo la extraña sensación de que el Premio Príncipe de Asturias de las letras se lo dan cada año a la misma persona? Amin Maalouf, Ismaíl Kadaré, Amos Oz, suma y sigue.
2. El fin de Bruguera... Resucitar a los muertos nunca fue negocio, excepto en la ficción. La debacle editorial del Grupo Z, tan perspicaz en otros ámbitos del quiosco, demuestra que este negocio de los libros es de una complejidad suprema. No basta con el ojo felino de Ana María Moix. Quizá Bruguera no logró encontrar su filón, su público exigente, y se perdió en una maraña de novedades con muy poca unidad. Por eso reconozco la labor de, por ejemplo, el Conde de Siruela, capaz de vender un sello de éxito y montar otro nuevo de manera inmediata con un resultado positivo más que evidente. Prestigio, un lector fiel y una colección coherente: tanto y tan poco.
3. Esta frase de Pere Gimferrer: "De la misma manera que en lo más duro de la Guerra Civil las salas de cine estaban llenas, los libros siguen comprándose, incluso en los momentos de mayor postración económica." Viene a cuento de una pregunta y de la constatación de que libro y crisis van cada uno por su lado. Creo que es una verdad incuestionable, que además pone en duda el precepto de que lo primero que cae en los malos tiempos es el ocio o la cultura. Yo mismo leo igual que antes, ergo compro los mismos libros que antes. ¡Y en rústica! En plena recesión, las horas muertas aumentan exponencialmente, y hay que llenarlas con algo más que el sonido de la lluvia (el oficio de oír llover, Marías dixit). Si hay euros para agotar las existencias de iPads, no puedo imaginar que no los haya para pasar páginas de papel.
4. Los argumentos contra el iPad van cayendo como gotas malayas, certeros. Este último de Jesús Marchamalo sobre las portadas: "Cada día es más frecuente encontrarse, en trenes y aviones, autobuses y vagones de metro, a lectores que viajan con sus libros electrónicos. No se molesten en curiosear lo que leen porque una de las inesperadas carencias de los e-books es que no tienen cubiertas, lo que impide el diálogo sutil entre quienes se fijan en lo que leen los demás y quienes muestran lo que van leyendo." Es decir: yo mismo no hubiese podido escribir jamás un post como éste. Soy de los que practican el arte de espiar las lecturas de los otros, y no me imagino en la tesitura de estar en un vagón acompañado de máquinas miméticas. ¡Ni de no poder fardar ante el vecino de asiento de tu última adquisición, pasando las tapas antes sus ojos incrédulos! Ciertamente, vamos a menos.
La clase de griego, por Han Kang
Hace 15 horas
2 comentarios:
Al Conde de Siruela hay que canonizarlo ya. Por su culpa yo también me dejo mi menguante nómina en libros: "Dioses y mitos de la India" y "En los oscuros lugares del saber", por ejemplo, dos monumentos de papel por los que uno podría (debería) vender su alma. Lee los primeros párrafos del segundo. Inolvidable.
Ay, cuando me siento deprimido entro en la web de Atalanta y repaso una a una sus portadas. Es un remedio infalible. Cuando ya la cosa se pone grave, no tengo más salida que comprar el ejemplar. Me anoto tus sugerencias.
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