El sábado se clausuraba el cuarto Festival Internacional de Poesía de Granada, y por fin me dejé caer por las calles y plazas coloniales de esa ciudad para degustar el ambiente que se vivía por allá. Los días previos hubo gran difusión en los medios y era extraño no saber nada del evento: machaconamente, la televisión repetía un anuncio y un lema naíf ("la poesía es la esperanza") a todas horas.
Ya me considero un experto en estas lides: hace muchos años que asisto a todo tipo de certámenes literarios, en ciudades distantes y con públicos variopintos, así que es difícil que ya nada me sorprenda. Pero la primera impresión fue realmente grata: una superfície nada desdeñable de la plaza central de Granada se cubrió de sillas (la mitad de las cuales se reservó a invitados) y el efecto, con los edificios porticados a los lados y la catedral como testigo imponente, era muy digno. Uno piensa en lugares apropiados para un festival de poesía y puede pensar, sencillamente, en esa plaza. Con los años, como digo, he visto recitales en todo tipo de ambientes; en el metro, por ejemplo. Así que la simbiosis entre la poesía y el ruido la tengo identificada desde hace mucho. Y no voy a recordar el penúltimo recital, ya suficientemente contado aquí, en una impresentable feria del libro de Barcelona bajo un apocalíptico rumor de fondo.
En Granada me esperaba lo peor, es cierto: soy proclive a no tener demasiadas expectativas en estos casos, porque la poesía, así como el sexo, se acaba encontrando en casa y con la mejor calidad de sonido. Es cierto también que tuve que cambiar de sitio justo después del acto previo institucional, porque un niño a mis espaldas emitía alaridos cada pocos segundos, y su madre sólo era capaz de regalarle globos y caramelos para que callara. Pero una vez reubicado y con los lloriqueos como un mar de fondo muy lejano, me dispuse a gozar del espectáculo.
La noche se organizó con la lectura de tres mesas de seis poetas cada una, a los cuales sólo les estaba permitido escoger un único poema. Varios hicieron trampa, pero les perdonamos. Las nacionalidades eran multicolores: islandeses, rusos, serbios, rumanos, y una considerable presencia de suramericanos. Fallaron las dos voces que yo esperaba escuchar, ya que tanto Luis García Montero como Luis Antonio de Villena estaban invitados a la semana poética y no se hiceron presentes esa noche.
Buen sonido, cierta agilidad de lectura (aunque los poetas extranjeros eran releídos después en español por autores nicaragüenses, lo que alargaba la ceremonia) y una diversidad escandalosa de calidades. No anoté todos los nombres y soy incapaz de recordarlos ahora, pero reto a quien estuviera por allá a mejorar mi lista de preferidos: el estadounidense, el chileno, una nicaragüense y un ruso, que leyó un portentoso poema breve sobre un cadáver que levanta cada poco tiempo su lápida para, pasando los dedos por su cara exterior, reconocer todavía el relieve de su propio nombre. A su lado, otros rapsodas cayeron en abismos de lugares comunes y tópicos deleznables, por lo que presiento que un buen número de invitados eran poetas de tercera categoría en sus propios países. Aquí la cantidad (más de un centenar de poetas) jugó en contra del festival, empecinado en consolidarse aunque sea a base de engrandecer sus cifras.
No pudo sorprenderme, decía también, que el sonido de fondo fueran las campanillas de los carretones de heladeros vendiendo su producto, o alguna moto pedorrera que había conseguido llegar hasta los límites de la plaza: a veces pienso si con tanto afinamiento no estaremos consiguiendo que la poesía nunca rompa del todo el cerco del elitismo, así que el ruido de la ciudad no me molesta en absoluto. Viendo la caras de la mayoría de los asistentes pude irme satisfecho: no sé si el tan trillado lema de que en este país todo el mundo es poeta hasta que se demuestre lo contrario es cierto todavía, pero sí que noté un acercamiento humano notable a lo que sucedía en el escenario: que no era otra cosa que voces y palabras. Muchísimo, para los tiempos que corren.
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El Festival fue dedicado este año al poeta Salomón de la Selva, de cuyo espléndido anagrama (un verso perfecto, limpio) me enteré pocos días antes: sol en vaso del alma. Así jugando, voy sacando algunos versos de mis escritores preferidos: rimará viajes, o bien que miren a la vista. En cambio, yo mismo no voy más allá de un simple bajo cedazo.
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La excelente idea del Proyecto Quipu en Perú y la imperiosa necesidad de que los narradores nicaragüenses salgan también, algún día, a la superfície.
Una rubia nada burra
Hace 3 horas
2 comentarios:
Hola, te invitamos a que veas la entrevista que Mara Torres le ha hecho a este gran poeta en La 2 Noticias y en la que habla entre otras cosas de su nuevo poemario "Vista cansada" además de recitar uno de sus poemas en directo. En nuestra página tienes el vídeo, y si te apetece comentar, opinar... puedes utilizar allí los comentarios.
Vídeo de la entrevista a Luis García Montero en La 2 Noticias
Saludos,
Mara Torres Página no oficial (Labana blog)
Gracias por el enlace y por la invitación.
Saludos
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